Capítulo 26

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Siena
Hospital de Nueva York
1940
Abro los ojos y me llevo las manos al cuello instintivamente. Lo tengo cubierto por un vendaje y me duele mucho cuando intento tragar. Parpadeo, me cuesta enfocar la visión, pero cuando lo consigo veo a Luciano y a Catalina a mi lado. Toni está de pie en los pies de la cama y tiene el pelo completamente desordenado.
Jack no está por ninguna parte.
—Tío… —creo que es la palabra que intento pronunciar.
Luciano me mira, tiene el rostro desencajado y cuando se acerca a mí me aparta el pelo de la cara y deposita un beso en mi frente.
—Me has dado un susto de muerte, Siena.
Catalina me está sujetando una mano y me sonríe y con la otra mano acaricia la espalda de mi tío.
—Vas a ponerte bien, no te ha hecho ningún daño irreparable —me explica Catalina—. Te has dado un golpe en la cabeza al caer al suelo, por eso estabas inconsciente, pero mañana podrás irte a casa y te pondrás a practicar de inmediato. Han pospuesto el concierto para la semana que viene — bromea por entre las lágrimas que le surcan las mejillas.
Yo también he empezado a llorar y lo único que puedo hacer es apretarle la mano. A ella parece bastarle y me sonríe.
—¿Jack?
Sí, pregunto por él.
Necesito verle y asegurarme de que está bien. Ha disparado a su padre.
Luciano suspira exhausto antes de contestarme.
—Ha estado aquí hasta que los médicos le han asegurado que ibas a ponerte bien. Se ha quedado aquí, junto a tu cama, sin decir nada y amenazando con los ojos a cualquiera que se atrevía a acercarse.
Cierro los ojos y una nueva lágrima se escapa por la comisura. Nadie comenta que esa pertenece a Jack y no al dolor que siento en la garganta.
Se abre la puerta y a mí se me acelera el corazón. Pero cuando consigo levantar los párpados solo veo a Valenti. Él me sonríe comprensivo al adivinar mi decepción.
—Hola, Siena, me alegro de verte. —Da una palmada a Toni en el hombro y se acerca a mi tío—. El caso está cerrado, señor Cavalcanti. Fabrizio Tabone mató a Emmett Belcastro y usted, y nosotros, estamos libres de toda sospecha. Dudo que la policía vuelva a molestarnos en mucho tiempo.
—Gracias, Nick —le contesta Luciano.
Vuelvo a cerrar los ojos y me dejo llevar por el dolor. Lo último que pienso antes de quedarme dormida es que Jack ya no tiene ningún motivo por el que acercarse a mí.
Ni yo a él.
Unas horas más tarde vuelvo a abrir los ojos. La habitación está ahora a oscuras y creo estar sola. Sin embargo tengo la sensación de que no lo estoy. Giro la cabeza hacia el lado izquierdo y no encuentro a nadie, cuando intento girarla hacia el derecho un aguijonazo de dolor me atraviesa la cabeza y tengo que cerrar los ojos de nuevo.
—No te muevas.
Jack.
Abro los ojos, doy gracias a Dios por esa oscuridad que me oculta las lágrimas y la angustia. Jack camina, le oigo moverse por la habitación, y se coloca frente a mí.
No queda ninguna muralla, han sido derribadas y Jack está completamente desprotegido y destrozado ante mí. La mirada le brilla por las lágrimas y por todas las emociones que lleva años conteniendo y que por fin le han desbordado.
—Dios mío, Siena —farfulla mientras me acaricia el rostro—. He pasado tanto miedo… —Estoy bien —le aseguro aunque mi voz parece indicar todo lo contrario.
Él no me escucha, o quizá desecha mis palabras. Coloca dos dedos en mis labios para pedirme silencio. Esos dedos tiemblan casi tanto como el resto de su cuerpo y se sienta en la cama a mi lado. Al sentir mi cuerpo cerca del suyo respira más tranquilo y mis párpados se niegan a seguir abiertos. Si estoy soñando no quiero que nadie me lo demuestre y me dejo arrastrar por el calor que desprende Jack, por la seguridad y el amor que siento al tenerlo a mi lado.
—Mi verdadero nombre es Jack Abruzzo, mis padres eran Roberto y Teresa Abruzzo. No los recuerdo porque Fabrizio los mató cuando yo tenía tres años. —Jack me relata esa historia horrible, la historia de un niño que lo perdió todo y aun así consiguió encontrar el camino correcto, acariciándome el pelo o la espalda. Es como si mientras me toca esa maldad no pudiera alcanzarle —. Fabrizio y su esposa Amalia, la mujer que me crio, eran amigos de mis padres y esa tarde Amalia se quedó conmigo porque su hija, una niña llamada Alicia, quería ver los gatos que habían nacido en el taller donde trabajaba Roberto. Teresa la llevó allí y Fabrizio provocó el incendio sin saber que Alicia estaba dentro. Me gusta creer que si lo hubiera sabido no lo habría hecho, que parte de la locura que lo llevó a atacarte de esta manera está relacionada con la horrible pérdida de su hija, pero la verdad es que no estoy seguro.
Quiero decirle muchas cosas, pero la herida del cuello me lo impide y la medicación del hospital me ha dejado aturdida. Lo único que consigo hacer es atrapar una de las manos de Jack y acercármela a los labios para besarla.
»Fabrizio ha muerto. Le he disparado en el hombro pero la hemorragia ha sido fatal. Ya no volverá a molestarte. No he encontrado ninguna prueba contra tu tío ni contra Nick, no sé si el superintendente Anderson les borrará para siempre de su lista de sospechosos, pero yo les dejaré en paz, te lo aseguro. No sé quién soy, Siena, y tengo miedo de averiguarlo. Sin embargo en medio de todas mis dudas y de todo mi dolor soy capaz de reconocer que tú has sido lo único que ha valido la pena en mi vida.
—Jack, no.
No puedo seguir, la herida me quema y se me llenan los ojos de lágrimas.
—Tranquila, es mejor así. —Se inclina y me da un beso en los labios—. La última vez que nos vimos, me comporté como un cretino, como un cerdo egoísta. Quería hacerte daño, quería que te fueras de Vanderbilt Avenue odiándome, quería arrancarte de mi vida y de mi corazón para siempre. Entré en la policía porque averigüé que los Tabone no eran mis padres, creía que me habían adoptado tras la trágica muerte de los Abruzzo. No tenía ni idea de que Fabrizio los había matado y creo, sé en el fondo de mis entrañas, que Amalia no lo supo nunca. Fabrizio era cruel, un borracho, me pegaba y disfrutaba haciéndolo y yo se lo permitía porque así le mantenía alejado de mi madre. —Habla como si fuera la vida de otra persona, como si esas atrocidades no le hubiesen sucedido a él. No puedo contener las lágrimas—. Ese día, la última vez que estuvimos juntos, tu tío vino a verme.
Abro los ojos de repente.
—No, no fue culpa suya. La verdad es que Luciano ha sido mucho más generoso y comprensivo de lo que yo habría sido. Luciano tenía una confesión firmada de Fabrizio, aún no sé cómo la consiguió, pero es auténtica. Conozco la letra de mi padre, de Fabrizio, quiero decir. Creía saber quién era, Siena. Gracias a ti había empezado a hacer las paces conmigo mismo y había empezado a creer que podía tener un futuro. Esa carta, esa confesión, me lo arrebató todo. ¿Quién soy? ¿Qué clase de hombre puedo llegar a ser? Me crio el asesino de mis padres. Dios, Siena, no podía hacerte eso.
Se agacha de nuevo y me da un beso en la frente. Jack está ardiendo.
—Aún me falta mucho camino, pero estos días he descubierto que no soy para nada el hijo de Fabrizio. Tampoco soy, para mi desgracia, el hijo de Roberto Abruzzo, a él ni siquiera le recuerdo. Lo único que tengo claro es que soy el hombre que se ha enamorado de ti y —suspira—, Dios mío, si estás dispuesta a ayudarme, te necesito para averiguar el resto.
Tiene los ojos brillantes por las lágrimas y no me deja contestarle porque vuelve a besarme.
—No digas nada. Piénsatelo. Esta tarde estaba en la biblioteca porque quería verte después del concierto, iba a suplicarte que me perdonaras por todo lo que te había hecho. —Tiembla y deduzco que intenta imaginarse qué habría sucedido si no hubiese estado allí—. Sé que tenemos mucho de qué hablar. No espero que me perdones así sin más, pero si me das una oportunidad te prometo que no volveré a ocultarte nada. Seré tuyo, sea quien sea, para siempre.
Levanto una mano y Jack me sujeta la muñeca para darme un beso en la palma.
—Si aún sientes algo por mí, ven a Vanderbilt Avenue cuando estés lista. —Se pone en pie y se dirige a la puerta—. Creo que empecé a enamorarme de ti el día que me apuntaste con un arma en la librería Verona, y mi corazón te pertenece desde entonces. No sabía que tenía y, aunque no vengas a buscarme nunca más, no quiero que me lo devuelvas. Es tuyo. Adiós, Siena.
La puerta se cierra y yo me duermo con lágrimas en las mejillas.
Cuando vuelvo a despertarme, busco a Jack, pero no hay ni rastro de él en ninguna parte. Estoy convencida de que ha sido todo un sueño, hasta que Valenti viene a verme. —¿Cómo te encuentras?
—Mucho mejor.
Mi voz suena rara y algo áspera. Me duele al tragar y la cicatriz me quema.
—Ayer Jack me pidió que le dejará hablar contigo a solas —empieza y yo abro tanto los ojos que las cejas casi me salen de la cabeza—. Tu tío había ido a acompañar a la señorita Moretti a su casa y Toni bajó a la cafetería. Jack, que debía de estar esperando el momento oportuno, entró y me pidió que te dejara a solas con él. Espero no haberme equivocado.
—No te equivocaste. —Me llevo una mano a la garganta—. Gracias, Nick.
Él asiente y se acerca a la ventana, se sienta en el alféizar y se cruza de brazos.
—Yo no conocía la historia de Jack. Sabía que su padre, Tabone, era un auténtico hijo de puta y que le pegaba, pero no conocía el resto. Es un gran tipo, le odié cuando se fue de Little Italy porque sentí que nos traicionaba, a mí y a Sandy, pensé que era un egoísta que solo pensaba en él. En realidad —se pasa las manos por el pelo—, pensaba en todos menos en él. —Tú… —Trago saliva—… tú tampoco estás mal.
Valenti sonríe.
—Soy un capullo egoísta y lo sabes, Siena. Pero Jack, joder, tiene que haber vivido un verdadero infierno. ¿Sabes cómo le conocí? —Niego con la cabeza y él continúa—: Estaba jugando en la calle y unos niños más altos y fuertes que yo se metieron conmigo. Yo les planté cara, cómo no, y cuando estaba tumbado en el suelo recibiendo la paliza del siglo, Jack se lanzó encima de ellos y amenazó con llamar a la policía. No le creyeron, pero segundos después un coche patrulla pasó por allí y salieron pitando.
—¿Llamó a la policía?
—No, fue casualidad. Pero así es Jack —se queda pensando y repite—, así es Jack, siempre se arriesga por los demás. Se merece que alguien se arriesgue por él.
Quiero decirle a Nick que sé que Jack se merece una segunda oportunidad, el problema es que tengo miedo y que no puedo correr a sus brazos sin tener en cuenta todo el daño que me ha hecho. No sería justo para ninguno de los dos y no puedo tomar ninguna decisión en esta cama de hospital sintiéndome tan débil e indefensa.
Quiero vivir, quiero estar con Jack y quiero que Jack esté conmigo. No podría soportar que él volviera a desaparecer o que volviera a esconderse tras esas horribles murallas. Tengo miedo de no ser lo bastante fuerte para derribarlas por segunda vez.
Catalina y mi tío entran en la habitación del hospital y Valenti se comporta como de costumbre, no vuelve a mencionarme a Jack ni a intentar hacer de alcahueta. Me dan el alta en cuestión de horas y nos vamos a casa.
Al entrar les confieso un poco avergonzada que necesito estar sola. Mi tío se siente dolido hasta que Catalina le explica que a nadie le gusta llorar acompañado y que me merezco esa intimidad. Luciano acepta, pero antes de irse me da un abrazo y un beso en la frente. Desde que he despertado está mucho más afectuoso conmigo y no sé si es porque Fabrizio Tabone estuvo a punto de matarme o porque Catalina Moretti ha reaparecido en su vida.
Catalina también me da un abrazo y se despide de todos diciendo que se va a su casa. A mi tío no le hace ninguna gracia y me alejo por el pasillo con su discusión de fondo. En mi dormitorio, lo primero que veo es el violín de mi madre encima de la cama.
Está arreglado y hay una sencilla nota delante.
«Esto sí he sabido arreglarlo. Quiero oírte tocar algún día. Tuyo. Jack».
Lloro y sé que cuando deje de hacerlo le pediré a Toni que me lleve a Vanderbilt Avenue.
Es el lugar en el que necesito estar si de verdad quiero recuperarme.

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