Jack
Little Italy
Nueva York 1930
El primer puñetazo de Nick me lanza al suelo. No lo he visto venir, el odio y la incomprensión que han desprendido los ojos y las palabras de mi mejor amigo me han cegado y dejado indefenso. Aún no consigo reaccionar, me levanto y me llevo la mano derecha al labio, me lo ha partido y está sangrando. Quiero decirle algo, sin embargo las palabras caminan torpes por mi garganta y no consiguen salir. Nick sigue mirándome con los puños cerrados. Si intento moverme, volverá a golpearme, apenas puede contenerse. Sandy está de pie a dos pasos de distancia mirándonos a ambos, se ha llevado una mano a los labios para contener un grito y no desvelar nuestro escondite.
Les miro, ella me suplica con los ojos verdes brillantes que no me mueva, sacude la cabeza de un lado al otro negándose a aceptar lo que acaba de suceder. O tal vez lo que quiere negar es lo que acabo de contarles.
-No quiero perderos -elijo decirles. Es lo más sencillo y al mismo tiempo lo más importante.
-Pues retira lo que has dicho -farfulla Nick-. Maldita sea, Jack, no puedes convertirte en un jodido policía.
Con la manga de la camisa me limpio la sangre de la comisura del labio y escupo al suelo. El gesto me proporciona la excusa para apartar la mirada de Nick y Sandy. Aunque pudiera contarles la verdad, no lo haría.
-Puedes volver a pegarme, pero esta vez te devolveré el golpe, Nick.
-Puedes intentarlo. -Da un paso hacia mí más que listo para seguir con la pelea.
-No tengo elección. -Vuelvo a mirarlos de frente y me arrepiento de inmediato de haber elegido esas palabras. Nick arruga el ceño y Sandy deja de estar asustada y sé que su mente prodigiosa ha empezado a funcionar.
-¿Qué quiere decir que no tienes elección? -Sandy se ha acercado a mí y se ha colocado frente a Nick.
Estúpido, soy un estúpido. Tengo que retroceder. Me paso las manos por el pelo, está empapado de sudor y siento un escalofrío al recordar durante un segundo el lugar húmedo y oscuro en el que he estado encerrado estos últimos dos días. Nick y Sandy no pueden saberlo. Nadie puede.
-Nada, ya me he inscrito en la academia. Tengo que presentarme el lunes.
Nick sigue observándome, buscando algo en mi rostro o en mis palabras con lo que poder atacarme. Mantengo mi indiferencia a pesar de que es lo único que no siento y los hombros de él decaen un poco, afloja los dedos y empiezo a creer que ha descartado la idea de que nos peleemos a puñetazos.
-¿Ya lo saben Fabrizio y Amalia? -Sandy sabe cómo atacarme, una herida certera que no derrama ni una gota de sangre.
Trago saliva y cojo aire, al respirar profundamente me duelen las costillas, creo que tengo una rota, pero tengo que disimular.
-No, aún no.
Primero he preferido decírselo a ellos dos, a mis mejores amigos. Tengo miedo de perderles a todos.
-Vas a matar a tu padre.
Me froto la nuca y aprieto los dientes, el dolor ha abandonado mis costillas para penetrarme.
-Tu padre se pasó ocho años en la cárcel, ¿acaso lo has olvidado?
No, no lo he olvidado, por eso estoy haciendo esto.
-El pasado de mi padre -la palabra se me atraganta- no tiene nada que ver con esto.
Nick suelta el aliento y camina furioso hacia la esquina. Estamos en nuestro callejón, el mismo que cuando éramos pequeños creíamos que nos protegía de la realidad.
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Vanderbilt Avenue
RomansEl día que Jack cumplió dieciocho años descubrió un secreto que le destrozó la vida. Abandonó Little Italy, a su familia y a sus mejores amigos y se convirtió en lo que ellos más odiaban: un policía. Diez años más tarde, Jack vuelve al barrio para r...