Capítulo 2

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Comisaría del distrito número 5 de Nueva York


Little Italy


1940


Había dado por hecho que volvería antes. Cinco años en la academia y cinco trabajando en las distintas comisarías de la ciudad, en todas excepto en esta. El capitán Anderson ha cumplido con la promesa y con la amenaza que me hizo diez años atrás en uno de los calabozos de esa misma comisaría; convertir mi vida en un infierno.


«Pero te garantizo que es la única manera que tienes de averiguar la verdad».


El capitán Anderson, ahora superintendente y máximo responsable de la policía de Nueva York, me prometió la verdad y fue eso lo que al final me convenció. Él no lo sabía, al menos eso fui capaz de ocultárselo. No quería darle más munición a ese hijo de puta. Anderson está convencido de que acepté su chantaje para evitar que Fabrizio volviera a la cárcel y para proteger a mi amigos del barrio.


Sería bonito que lo hubiera hecho por eso.


Meto la mano en el bolsillo del pantalón y aprieto la moneda entre el pulgar y el índice. Cada mes ha cambiado de manos aunque no he vuelto a ver ni a Nick ni a Sandy en estos diez años. La última vez que vi a alguno de los dos fue la noche que fui a decirles que iba a convertirme en policía. Nick me dio la moneda que compartíamos los tres desde pequeños y me dijo que era mi turno para tenerla, que me haría falta. Unas semanas más tarde, cuando me dolían tantos huesos del cuerpo por culpa del entrenamiento, puse la moneda en un sobre con la dirección de Sandy. Estaba convencido de que no volvería a verla nunca más. Si hubiese sido capaz de llorar esa noche, sin duda lo habría hecho, pero dos meses más tarde llegó una carta a la academia con mi nombre y la moneda dentro.


Nada más.


Nunca llegaba ninguna carta, la moneda viajaba sola de Little Italy a New Jersey, donde se encontraba la escuela de policías. Yo no me atreví a escribir, no quería hacer nada que pudiese romper aquel único y débil lazo que me quedaba con Nick y con Sandy, y la única excepción fue cuando me gradué y mandé la moneda a Nick con una nota en la que figuraba mi nueva dirección, la de un diminuto apartamento en el Bronx alquilado por Anderson en nombre del caso al que al parecer le estaba dedicando su vida, y la mía.


Dentro de dos semanas tengo que mandarle la moneda de nuevo a Nick. No tengo ni idea de qué ha sido de él y debo confesar que cada vez que piso una nueva comisaría tengo miedo de descubrir un expediente con el nombre de Nick, pero nunca ha aparecido. La moneda la sigo mandando a casa de su abuela en Little Italy, siempre ha sido el único lugar en el que Nick ha bajado la guardia, y dado que la moneda no se ha perdido deduzco que o bien Nick vive ahora allí o sigue visitando a Nana siempre que puede. A Sandy le mando la moneda a su casa. Cuando me fui, los gemelos tenían cuatro años y me imagino que Sandy se ocupa ahora de dos adolescentes.


Nunca he intentado buscarles ni ir a su encuentro y ellos tampoco lo han hecho conmigo. Mi padre cumplió con su palabra y tras decretar que yo había muerto para ellos efectivamente me borró de su vida y de la de mi madre. Ella nunca me ha escrito ni ha venido a verme de escondidas. Deseo con todas mis fuerzas que esté bien.


-Buenos días, detective Tabone, el superintendente le está esperando en el despacho del capitán -me informa el agente que está en la entrada de la comisaría. Él lleva el uniforme reglamentario y está tan tenso como lo estaba yo cuando empecé.


-Gracias, agente -lo saludo sin quitarme el sombrero y camino hacia la puerta que me ha señalado.


Fui ascendido hace unos meses. Había participado en una operación encubierta en el muelle y conseguimos evitar que un cargamento de droga se colase por debajo de nuestras narices. Recibí un disparo, fue solo un rasguño, y mientras estaba en el hospital peleándome con una enfermera para que me soltase apareció Anderson y decretó que me ascendían y que había llegado el momento de ponernos a trabajar, como si los últimos diez años de mi vida hubiesen sido un paseo.

Vanderbilt AvenueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora