Obviamente no quería que se vaya, pero que egoísta me estaba volviendo. Iba a estar fuera solo una semana pero sentía que tenía que cuidar de él y si se iba tan lejos no podría.
Después de una semana larguísima sin verlo, vino a mi casa, tocó el timbre y se presentó a mi madre como un gran amigo de su hija, diciendo que necesitaba hablar conmigo de algo urgente y que por favor me dejase ir con él, que me traería a la hora que ella pidiera. Yo estaba arriba y me pareció escuchar su voz, que sonaba desesperada. Cuando bajé, mi madre, estaba mirándolo con cara de pena y sorpresa hasta que se volteó para lanzarme una de sus miradas, como queriendo que le explicase lo que estaba pasando.
Por si Al ya no tenía problemas, vino a buscarme para toparse con más.
-¿Hablamos un momento en la cocina?- Dijo mi madre.
-Claro- Le respondí. Miré a Al de reojo y no sé decir si se estaba riendo o si tenía un ataque de nerviosismo. Le lancé una mirada de confianza y una sonrisa sincera. Entré a la cocina.
-¿Quién es?- Dijo mi madre.
- Un gran amigo, mamá- le respondí.
-¿Por qué nunca me has hablado de él?-
-Porque nunca había surgido el tema. Es solo un amigo de verdad, y necesita que lo apoye muchisimo ahora mismo porque está pasando por unos momentos muy complicados- Le dije.
-Mmm ya, pues va a tener que buscarse otra consejera o amiga o lo que sea que esté buscando- Dijo mientras cogía el mango de la puerta de la cocina.
-No. No va a buscar otra amiga porque para eso ya estoy yo y llevo tiempo sin verlo y me apetece saber como está. Si no quieres dejarme ir, no me dejes pero eso no quitará que lo vea otro día- La miré a los ojos confiada y se quedó como confundida
Supongo que no se esperaba esa respuesta, pero necesitaba saber como estaba Al, y me arriesgaría todo lo necesario.
-Está bien- Dijo alejándose de la puerta -No puedo evitar que lo veas, pero como me entere de que haces algo raro...-
-Tranquila mamá. Estaré bien y tendré cuidado-
Abrió la puerta y dirigiéndose a Al, le dijo:- La quiero aquí a las diez en punto-
- No le fallaré señora- Respondió Al.
Cerré la puerta y sí tenía muchisimas ganas de reventarlo a besos y abrazarlo, pero no precisamente en la entrada de mi casa.
-Corre- Le dije. Le extendí mi mano y lo llevé en dirección al parque. No dije ni mu porque no hacía falta. Lo único que quería era llevarlo a ningún sitio y tenerlo conmigo.
-Escuchame. Tengo que decirte algo- Dijo Al justo cuando entramos en la siguiente calle.
- Ya, yo también tengo muchas cosas que decirte, pero ¡Venga, vamos!- Y seguí tirando de él.
-Espera, espera...- Dijo frenandome y acercandose a mi con claro gesto de dolor.
-¿Qué pasa?- Le dije tranquilizandolo.
-¿Te acuerdas de que te dije que quizás saldría de viaje con mi hermana?- Asentí y él siguió: - Pues.....
Estaba aturdida, me iba a decir que se iba, ¿verdad? No quiero... pero tiene que hacerlo. Al estaba hablando y solo pensaba en su desgaste y la belleza que ello conllevaba. Tenía ojeras de las que no quita el corrector, los ojos no eran los de antes, estaban como más grandes, más hinchados de tanto llorar, supongo. Y así, me parecía más real y más atractivo.
-¿Vale?- Me preguntó. Terminó de hablar y no me había enterado de nada, solo de palabras sueltas como: avión, Londres, Samanta, mañana...
¿Mañana?
-¿Mañana?!- Le dije sorprendida y confusa.
-Sí... Mañana a las 9 saldrá el avión y venía a despedirme, porque cuando me he concienciado de que me iba de verdad, eres la primera persona en la que he pensado, y si te digo la verdad, en la única-
Ensimismada. Me quedé mirándolo como una estúpida ¿Qué iba a hacer yo sin esos ojos?
Pero aún más importante, tenía miedo de que se fundiera demasiado en la tristeza, de que se rindiera si no podía más. Porque siempre que no podíamos más, estabamos juntos y sacabamos fuerzas el uno del otro. De verdad, me preocupaba saber que sólo fuese con ella, y más me preocupaba que volviese sin ella.
-Díos mio. Voy a echarte muchísimo de menos ¿Cuánto tiempo te vas?-
-Unas dos semanas, aunque también depende de su salud- Respondió él.
-Llevaba una semana sin verte y me estaba costando respirar. Ahora me dejas dos semanas ¿Quieres matarme o qué? Ahora, fuera de bromas, espero que os vaya muy bien y deseo con todo mi corazón que tu hermana se mejore- Lo solté así, con total sinceridad.
-Lo sé Ana, lo sé- Me dió un beso en la frente y yo solo cerré los ojos para grabarme mejor la sensación de aquel momento.
Cuando llegamos al parque todo fue como siempre y, menos mal, porque temía que nada fuese como antes.
-¿Qué pensáis hacer en Londres?-
-Pues primero alojarnos allí, y visitaremos sitios como el London Eye, que es lo primero que quiere visitar Samanta. Después iremos a Trafalgar Square, al museo británico, y, por supuesto al gran Puente de Londres-
-Vaya, si que lo tienes planeado-
-Llevo bastante tiempo queriendo ir a Londres. Antes de conocerte, de hecho, tenía alguna intención de mudarme allí, porque tengo amigos y tal-
-Y te quedaste... Y yo solo puedo darte las gracias por haberte quedado. Por cierto, prometeme que visitarás el Big Ben y que cuando lo escuches te fijarás en las 5 campanas que tocan en los cuartos de cada hora. Cada una de ellas entona una nota, y yo solo quiero saber si de verdad un reloj es capaz de hacer música-
-Lo comprobaré y te grabaré el sonido justo debajo del edificio-
- Me parece perfecto- dije satisfecha.
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Lágrimas blancas
Teen FictionAna Fuster tiene 17 años y, como cualquier otra persona de su edad, su objetivo es encontrarse, aunque para ello deba perderse más de una vez. Una historia llena de emoción, traición y como no, amor.