Capítulo 25

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-Todo el sistema nervioso se podría ver perjudicado por un simple golpe en esta zona tan sensible, con consecuencias tales como la esquizofrenia u otras enfermedades de este carácter, e inclusive la propia muerte...- Decía la profesora de psicología. No podía concentrarme para variar. Esta mañana Al traía una cara un poco larga, y estamos a primera hora pero, todas las mañanas desde hace 6 meses me dedicaba una sonrisa lejana, una mueca o un saludo simpático.
No ha habido ni sonrisa, ni mueca, ni saludo y estoy intentando encontrarlo con la mirada pero está cabizbajo y en clase de psicología nunca lo está.
Sí, también nos habían separado en clase de psicología (Se había propagado la idea de que el mundo iría mejor si no estabamos el uno con el otro) A segunda hora teníamos química, que era la única clase en la que no estabamos separados ya que compartíamos grupo, así que esperé a que tocara el timbre para correr a abrazarlo por la espalda.
Estaba raro. Se dió la vuelta para mirarme, con mirada rota, deshaciendo algo dentro de mí. Yo me quedé tan sorprendida que solo lo miré preguntando con mis ojos qué le pasaba. Me acercó a él y me abrazó con fuerza, como si yo estuviese intentando escaparme a algún sitio, pero yo intenté transmitirle la seguridad de que no tenía la más mínima intención de irme.
La clase se quedó vacía y seguíamos ahí. Me gustaba ser así. Me gustaba que Al fuese así. Le daba igual todo, como a mí y sabíamos que la gente siempre hablaba pero nosotros nunca hablabamos de la gente.
Sólo lo que importaba de verdad, era lo importante.
Al se soltó poco a poco y su expresión no me gustaba nada. Podía notar su tristeza como si fuese mía y ni siquiera sabía lo que le pasaba. Algo dentro de mí moría y no me parecía justo porque era momento de salvarlo a él.
-Tenemos que bajar ya-dijo llevándome fuera del aula, con la voz de quien se avergüenza de lo que dice y en el tono más bajo que le había escuchado.
-¿Qué te pasa?- Le dije frenandole y poniéndome delante. No me miraba, parecía un cachorro perdido recién abandonado que no sabía dónde ocultarse. Le levanté la mirada, posando su barbilla sobre mi mano.
Algo me atravesó el corazón. Y hacía mucho tiempo que no me dolía ver a alguien tan mal.
En este mismo instante me dí cuenta de que no era capaz de verlo así. Solo... sentía ganas de darle toda mi felicidad y que él me diese toda su tristeza porque no podía permitirme que una lágrima decayera en su semblante.
Me estaba mirando y cada vez se le cristalizaba más el alma. Cada cristal que él llevaba dentro, me pinchaba y lo peor es que no sabía cómo ayudarlo. No quería verlo llorar... así no, así que volví a abrazarlo y me acerqué a su oído: -Te quiero.
Y puedo jurar que jamás habían sido tan ciertas esas palabras. Cerré los ojos. Estaba intentando averiguar que le pasaba mientras sentía los latidos de su corazón y los acompasaba con los míos. Quería tranquilizarlo, asi que tenía que quererlo. Mi madre siempre decía que la cura para casi todo es querer. Y como no sabía que hacer, lo quise, aunque fue la vez que más fácil se me hizo. Le acariciaba el pelo creando formas serenas, respiraba con él y me destrozaba con él.
Me separé de Al, y me senté en una mesa.
-¿Quieres decirmelo?- le dije.
Y nada, sólo me cogió las manos, y me dijo:
-Yo también- Mirandome directamente a los ojos, como si yo fuese algo que no se consigue en cualquier sitio. Y ví su verdad. Sus ojos ya se habían recompuesto y por apariencia parecía el de siempre, aunque alguien que lo conociera bien sabría que indiscutiblemente le pasaba algo. Era como si su brillo se hubiese fundido. Aún así, se le daba bien disimular. Bajamos al laboratorio porque si nos ponían otra falta más tendríamos problemas con nuestros padres. Más de cuarenta tramos horarios injustificados, y el director nos había dejado claro que si teníamos uno más, hablaría con ellos, por nuestro bien decía. Y es verdad, estabamos en un curso importante, pero ¿Por qué tuvimos que conocernos este año?
Fuera como fuese, no me arrepentiría nunca de tenerlo en mi vida.

Lágrimas blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora