Las visitas a casa de Al ya eran casi normales, pero me encantaba ir allí. Carolina y yo cada vez teníamos más confianza y fui encariñándome tanto con Samanta que ya la consideraba mi hermana pequeña. Y, la verdad, entendía porqué Al la quería tanto.
Veíamos películas, escuchábamos música, jugabamos a juegos de mesa entre todos ... pero mi parte preferida era jugar con la play. Al sieempre perdía.
-Pero ¡Que no! Que no puede ser, pero si te iba ganando toda la carrera ¿Has hecho trampa? Es que es imposible ¿A que le has dado?- Yo solo me limitaba a partirme de risa y escuchar como se molestaba cada vez que perdía.
-Es que todavía te falta práctica, no es tu culpa, es la mía. Si jugases con alguien a quien se le diese peor, seguro que ganarías. De verdad, no eres tan malo- Acto seguido volvía a morirme de risa. En realidad me daba pena pero es que me encantaba que se molestara tanto- De verdad, te sienta bien picarte- le dije.
-Pues es que estoy seguro de que haces trampa. Es que me juego lo que sea-
-¿De verdad quieres jugar a otra cosa conmigo? ¿Quieres perder otra vez?- Le respondía, pero es que no podía aguantarme la risa.
-No está haciendo trampas. Es que eres un poco malo- Dijo Samanta, que estaba sentada a mi lado en el sofá.
Yo arqueé la ceja y le dije:-¿Ahora me crees?-
-Mmm, mi propia hermana me traiciona- Dijo Al mirando a Samanta.
Yo me levanté y le dí un abrazo para subirle el ánimo. Aunque obviamente, no le dejé ganar tampoco la siguiente carrera. Pero con el tiempo fue superando tener una rival fuerte y buscó otros juegos que se le daban mejor, y consiguió ganar algunas veces.
Yo no cambiaba esas tardes por nada, lo mejor era que él lo sabía, y yo no tenía nada que ocultar. Incluso estando enfadado era una de las mejores personas que había encontrado en mi vida.
Había conocido a todo tipo de gente, aunque se que aún me quedaba mucho más por ver, pero es que con él a mi lado no veía necesario seguir conociendo nada más. Sentía que tenía todo cuanto quería frente a mí.
Nunca la felicidad me había sonreído tanto, ni el amor me había abrazado tan fuerte. Nunca había pensado que la vida era esto y que lo único que hay que hacer es vivir.
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Lágrimas blancas
Fiksi RemajaAna Fuster tiene 17 años y, como cualquier otra persona de su edad, su objetivo es encontrarse, aunque para ello deba perderse más de una vez. Una historia llena de emoción, traición y como no, amor.