Ana_Tendrías que ver el parque. Está precioso nevado. De camino al instituto lo he visto, y he pensado que seguro que te gustaría declararme la guerra con las bolas de nieve así que estoy mentalizandome para cuando vuelvas. Algunos profesores están orgullosos de que hayas tomado la decisión de acompañar a tu hermana. En filosofía has creado, sin saberlo, el debate de la valentía. He defendido a muerte tu valor y a las personas que actúan como quieren sin importar lo que los demás opinen. Hemos ganado, porque sin tí en el otro equipo... están un poco perdidos, te necesitan. Aunque debe quedar claro que ellos te necesitan menos que yo.
Los otros profesores, como el de Economía, dice que lo primero son los estudios. Y voy a dejarlo ahí porque no me he callado y aún sigue poniéndome furiosa el tema. En fin, ese hombre estudió economía y, sin duda le sirvió para economizar en inteligencia.
¿Cómo va todo por allí?_ [12:45 A.M]
Al no me contestaba, pero como estaba inmerso en una gran aventura tampoco quería llamarlo ni nada, solo quería que disfrutase lo máximo posible. Desde que se fue, empezó a nevar como si el cielo se hubiese estado reservando durante todo este tiempo y ahora, se liberaba con rabia desmedida en forma de precipitación mediante pequeños cristales de hielo.
Decidí pasarme a visitar a sus padres por si necesitaban algo, aunque yo sabía bien que poco se puede hacer para aliviar el dolor de la situación que les angustiaba.- Me alegro de verte- Dijo su madre. Sus ojos estaban un poco mejor desde la última vez que hablé con ella. Supongo que le ha venido bien saber que su hija mejora día a día y que lo del viaje ha sido una gran idea. Me contó, con la ilusión de una madre con esperanza, que en Londres hay un tratamiento a largo plazo que aquí no existe, aunque ellos no lo sabían, pero por lo visto Al se lo había comentado hace poco. Me quedé en su casa hasta tarde y, como siempre, la estancia fue agradable, pero desde que su madre me contó sobre aquel tratamiento no pude parar de darle vueltas a la cabeza así que, a partir de ese momento desconecté. Quería salir de allí para pensar y encontrar una respuesta lógica... ¿Por qué Al no me había dicho nada sobre eso? ¿Por qué no querría darme una buena noticia? Samanta podía curarse y no me lo dijo.
Luego lo entendí, de camino a casa me paré un momento y me quedé hipnotizada con la nieve.
El hecho de que Samanta se curase implicaba que debían quedarse allí, osea que ella iba a curarse, pero nosotros ya no volveríamos a vernos, al menos no durante mucho tiempo. Hacían más de 4 grados bajo cero, pero no me preocupaba. La nieve casi no me permitía ver mis zapatillas, pero que más da. Mis manos y mis pies, al igual que mi cara estaban congeladas, pero me era indiferente.
No sentía nada, solo un frío tan abrumador que parecía irreal, pero a estas alturas, ya nada de eso me importaba.
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Lágrimas blancas
Teen FictionAna Fuster tiene 17 años y, como cualquier otra persona de su edad, su objetivo es encontrarse, aunque para ello deba perderse más de una vez. Una historia llena de emoción, traición y como no, amor.