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— "Repentino"—
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Para Tom todo pasaba tan rápido.
Demasiado.

Los días, las semanas, los meses. De repente la misma rutina matutina lo llegaba a fastidiar. Aveces, eso le ocasionaba una reflexión irritante, haciéndose preguntas existenciales sin sentido como  "¿Por qué el sol aclara el pelo, y sin embargo oscurece la piel?" O "¿Por qué las mujeres no se pueden pintar las pestañas con la boca cerrada?"

Uno esperaría que con esa actitud, el tiempo se volviera tu enemiga, por lo que sería más lento el pasar de día a noche.
Aunque casualmente, al reloj se le hizo bien, que todo sucediera en un abrir y cerrar de ojos.
Dedicado solo para Tom.
Donde su vida, se vería curiosamente afectada con una sola orden.

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Ese martes de la sexta semana del mes, en los pasillos de la escuela dominaba un silencio algo leve. De vez en cuando se oía el crujir de los útiles o los pasos de los maestros al caminar.
Rayos claros del sol, traspasaban las largas y anchas ventanas iluminando hermosamente el entorno. Dando una sensación cálida y pacífica.
En esos mismos pasillos, caminaba Tom a su destino en una de las tantas puertas de esa área.

¿La razón? Habia sido citado por el director.
Bien recuerda no haber hecho ningún daño a nada y a nadie. Tal vez sea por la llamada de atención en el laboratorio de química al ocasionar accidentalmente una explosión de sustancias que hasta la fecha se les hacían desconocidas. O, tomando en cuenta los rumores y la reputación del señor, podría haberlo citado para, algo más...

No obvio no.

"Déjate de tus cochinadas Tom. Solo son bromas estupidas de estupidos alumnos"

Estaba parado frente a la puerta donde en el vitral en letras mayúsculas y plateadas, se podía leer "DIRECCIÓN"
Pero había algo raro ese día.
Por alguna razón, a pesar de las veces de a ver entrado en la oficina, esta vez era...

Sofocante.

— ¿llegó el joven Ridgewell?
— no señor.

No tenía miedo, si no inquietud.
Podía sentir una extraña sensación en sus piernas. No podía moverlas. Algo le decía que si entraba las cosas serían distintas. Y no sería un dolor terrible en el trasero. Si no esos tipos de sensaciones donde algo y alguien se verán involucrados en tu vida. Es más algo que ocasionará un cambio en tu rutina y sentirás nuevas emociones que jamás pensabas que podían desvelarte.

Pudo a ver tomado sus cosas e irse.
Pero prefirió agarrar la perrilla de la puerta y girarla, dándose paso al interior de la habitación.

— señor director, ¿me buscaba?

Haber llegado así sin la intención de pedir permiso para entrar. Sorprende al directo. Ocasionando que el señor de apariencia de sesenta años que tenía en mano un par de portafolios,
los deje caer en el escritorio de su secretaria accidentalmente — ¡disculpe señorita Jenny!

— no se preocupe, estas cosas pasan — dice.
Avergonzado el mayor, no hace más que toser nerviosamente.

— Joven...
se acerca a Tom. El cual pide perdón sin importarle realmente lo que acababa de pasar.

— no importa... — ya cerca del de cuencas, posa su mano sobre Tom para dar un leve empujón hacia adelante indicando que se mueva — solo, para la próxima, sea más, disciplinado.

— si
Un silencio se hace entre ellos. Uno breve pero incomodo.
— Nos están esperando. Por favor, venga conmigo.

"¿Esperando?"
Cuando el director avanzó hacia otra puerta donde se supone debe ser su estadía, Tom los sigue divisando uno que otro objeto.
No es como si el sito fuera gigantesco. Era anticuado, muy simple. Solo tenía un par de sillas, dos plantas y una gigantesca ventana.
— pase...
Aun con la duda, no se movía. Inconscientemente se quedó parado en la entrada de la otra habitación. Dejando que el mayor lo observara con detenimiento y curiosidad.
No lo negaba, ese sentimiento era más intenso a medida que avanzaba, podía sentir sus piernas temblar. Y eso provocaba que se enfureciera. Él al menos no era si, ¿por qué tan de repente se comportaba como un niño asustadizo?

lα ѕudαdєrα rσjα| tσmtσrdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora