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                          — "Tu eres..." —

Su mirada se apaciguaba ante el bello y claro horizonte. Esas montañas imponentes, el magnifico verde resplandeciente, los edificios, las casas, esa arquitectura civil, lograba que el brillo y la inquieta luz rebotara por todos lados.
Incluso en su ventana.
El aire removía los mechones de su cabello. Parpadeó ligeramente tintineante, jugaba con un pequeño collar bañado en oro, puesto alrededor de su cuello. Era un dije con adornos sutiles de enredaderas y, una perla genuina incrustada en el medio.
No era gran cosa, pero su abuela...

Su linda y encantadora abuelita, se lo había dado antes de morir. Ella decía que esta pequeña perla, era el corazón de la belleza y la pureza de su amor y cariño hacía su nieto.

Siempre fue una mujer decente y elegante, orgullosa y sincera de lo que ella era como persona. Tan fiel así misma, así como a su abuelo. Su único amor.

Un amor tan leal.

Verlos a ellos bailar a pasos lentos, era de su más dulce medicina. Admirar a su abuelo, consentir a su esposa con pasteles horneados por él, hacía que su corazón palpitara con fuerza. Sobre todo, oír los constates "te amo" acompañando con un suave beso, hacían que él también quisiera experimentar el amor de esa manera.
Pero la cosa es que, era muy quisquilloso para darse la oportunidad de amar.

Más bien, joven.

Suspiró con desgane, solo quería un poco de fidelidad en una relación, sabía que no estaba preparado aún para ello, pero le hacía ilusión pese que se negaba aceptarlo.
Tal vez y solo estaba siendo exigente.

— Edd, amor, vamos que se nos hace tarde.— La voz de su empalagosa madre lo saca de trance, sintiéndose aturdido y confundido, o simplemente sereno ante la idea. No tenía por qué darle el punto de oro al tema.
Las cosas sucederían con el tiempo. Y no tendría que presionarlo.
Y solo así, algún día, estará preparado para ello.

                              ───☆───

—¡Wujú! En tu cara viejo verde. — exclamó Tom alardeando de haber logrado hacer, comer, metafóricamente hablado, a Paul, cuatro cartas consecutivas de "+2" en el uno.

— No tientes al diablo ojos de canica.
Gruñó.
— ¿Qué pasa gordinflón, te preocupa ser humillado?. — ambos estaban en una situación extremadamente densa, pero raramente amigable. Tal vez, ¿agridulce?.

Se miraban fijamente si parpadear. Uno sonreía descaradamente, y el otro pareciese que trataba de reventarle la cabeza al otro con, alguna especie de telequinesia, del cual carecía.
— Estaría de acuerdo contigo pero, luego estaríamos los dos equivocados.
Paul bajó su mirada para ver su juego después de oír a su contrincante susurrar algo, tenía tres cartas, dos de ellas color Rojas, ambos números insignificantes. Pero el último era un toma cuatro, el gane, su gane.

"Perfecto"

La pila de cartas entre ellos, mostraba un tres azul, y él tenía uno, pero en rojo. Entonces, si Tom lanzó cuatro de esos "+2" y le quedaba uno, había probabilidad de que sea uno simple. Pero, si era de cambiar el color, estaría en problema. Entonces, debería arriesgarse a tirar el toma cuatro, ya que era cuestión de jugársela.

— viejo, tus cejas están tan pobladas, que no te dejan ver, que estás apunto de perder ante mi.
Carcajeó con emoción.
Paul frunció el entrecejo amargado y con encantadoras ganas de reventarle la boca a quien se burlaba frente a él.

lα ѕudαdєrα rσjα| tσmtσrdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora