#O3.

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Poco a poco fui saliendo de la inconciencia. Me sentía tan pesado y cansado, sin embargo, el punzante dolor en mi estómago no era tan fuerte como cuando recién me hice la herida, al contrario, se sentía diferente, como... Fresco. Un chapoteo fue captado por mis orejas y luego una tela tocó sobre la herida. Me despabilé al instante, abriendo los ojos y poniéndome de pie. Tonta idea, mi cabeza chocó contra la parte superior de una cueva. El dolor retumbó un poco, pero no lo suficiente para noquearme.

"¡Agh! ¡Pedazo de mierda! ¿Puedes sólo quedarme jodidamente quieto? ¡Muerto estabas mejor!"

Bajé la mirada y me encontré al humano de antes. Ampliando el panorama, observé una cubeta con agua caída en el suelo y el trapo que sentí con anterioridad también. El humano me observaba con rabia, maldiciendo e insultándome innumerables veces, sin embargo, ahora no parecía tan amenazante, por alguna extraña razón. Y a su lado, una fogata iluminaba la cueva y era la que se encargaba de darnos calor.

Le gruñí, pero él pateó una de mis patas y la encogí ¿Qué rayos le pasaba?

"¡No me vengas con estupideces, reptil idiota! ¡Ahora eres mío! ¿Qué los dragones no tienen un puto código de honor? ¡Cumple tu maldita palabra!"

Era cierto. Y aunque me doliera como el infierno admitirlo, me ganó. Tuve todas las desventajas posibles y él todas las ventajas imaginables, pero me ganó. Y ahora tendría que ser su sirviente, hasta cuando a él se le diera la gana.

"De acuerdo." Rugí, intentando hacerlo en un tono más bajo. Aunque no importaba, él no entendía lo que yo decía.

"Bien, al menos no eres tan estúpido." Su sonrisa orgullosa y altanera me alteró los nervios, pero no tenía caso discutir con un ser así, realmente nunca había visto un humano en mi vida, pero si todos eran como ese tipo, no entendía de dónde rayos mi madre sacó tantos cuentos.

Solté un profundo suspiro y dirigí mi mirada hacia la entrada de la cueva, había anochecido. Fue entonces cuando mis pensamientos volaron hasta los demás ¿La villa estaría bien? ¿Sero habría hecho bien su trabajo? Me sentía orgulloso y feliz de haberlos salvado, al menos el humano no parecía interesado en la existencia de más dragones como yo, pero de algún modo... Aunque no pudiera admitirlo, tenía un poco de miedo de lo que sucedería conmigo.

Quizás Fatgum tenía razón y debí haber entrenado un poco más con él, aprender mi peculiaridad, saber endurecerme a voluntad, eso definitivamente habría sido útil para evitar que ese tronco se incrustara en mi piel, pero ahora mismo él no estaba para decirme "Te lo dije" y mis probabilidades de volver a verlo eran casi nulas. Los dragones no sabíamos mucho de los humanos, pero si nos trataban como a los animales que ellos cazaban, estaba muerto.

Entonces dirigí la mirada al pequeño hombrecito. Sentado en posición india mientras limpiaba su espada, bastante cerca de la fogata, parecía completamente despreocupado entregándome su espalda con la guardia baja ¿por qué no me temía? No era que yo fuera un dragón despiadado que lo lance contra las llamas y ría mientras lo veía retorcerse en el fuego, pero me molestaba ligeramente que no me considere una amenaza.

Tenía tantas cosas que preguntarle, aunque en ese mismo momento sólo me dediqué a admirarlo. Sus cabellos rubios se veían tan salvajes y desordenados como él, y lo siguiente que podía ver era una capa enorme de color rojo, junto con un collarín hecho de pelos de algún animal, no podía reconocer el olor y diferenciarlo, así que imaginé que llevaba bastante tiempo con esas ropas.

Mi mente intentó inevitablemente compararlo con los humanos de los cuentos de mi madre, pero él no se parecía a esos sujetos, no a como me los imaginaba. Tan diferente, aún así podía fácilmente admirar su determinación, luchar contra un dragón de mi tamaño no debía ser tarea fácil, y aunque yo no lo consideraba una victoria como tal, le daba méritos por, básicamente, estar loco de remate. Eso era varonil... Ligeramente, por supuesto, sólo su determinación, su locura no tenía nada que ver.

El batir de sus alas | Bakugou Katsuki x Kirishima EijiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora