Capítulo 7: Memorias

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La tarde estuvo cubierta por maldiciones y murmullos que soltaba el guardián del octavo templo, el subir y bajar repetitivamente lo tenía mareado. Cada templo estaba a una distancia considerable, no le importaba si solo eran dos casas zodiacales de diferencia, para él era algo cansado y repetitivo.

—Creo que esto es todo— colocó una mano sobre su cadera como apoyo. Camus por el momento no se encontraba compartiendo el mismo espacio, por lo que podía suspirar tranquilo unos momentos antes de que llegara.

Su ropa, sus pertenencias, y alguna que otra cosa ya las había llevado hasta el undécimo templo, aunque claro, con la constante presión de Athena encima suyo. Pues la muchacha, conocía los trucos sucios que podía hacer Milo solo para librarse de aquella decisión que ya había tomado.

No iba a permitir tan fácilmente que se saliera con la suya.

Milo echó un vistazo al templo, muy ordenado y aburrido para su gusto. Y para aumentar su desagrado, hacía un terrible frío que le calaba hasta los huesos.

—¿Qué ésta cosa no tiene calefacción?-
— preguntó molesto. ¿Cómo podría estar ahí con esa temperatura tan baja? ¿En verdad Camus aguantaba tal grado? Bueno, no por nada era el mago de los hielos como solían llamarle sus compañeros.

El ruido proveniente de su estómago le indicó que el hambre estaba apoderándose de él. Al instante quiso cocinarse algo pero la voz de Athena en su cabeza se lo impedía, y por otro lado el remordimiento de desobedecer las órdenes de Saori le entraban, por muy en el fondo que quisiera desobedecerla no podía.

A regañadientes le tocó esperar a Camus.

Para matar el rato se recostó en el sofá de la sala ajena, éste era de un color verduzco opaco, como había mencionado antes, muy aburrido, hasta el color que poseían las pertenencias de Camus eran aburridas.

Camus era aburrido.

Entonces, después de mucho tiempo le entró la curiosidad de cuestionarse, como lo hizo en su niñez, y parte de la adolescencia, lo que Aioria le había comentado, eso hizo que esa singularidad entrara en él. ¿Por qué lo detestaba? ¿Por qué le había caído tan mal desde la primera vez que lo vio? Recordaba que esa vez, fue como si un odio inexplicable entrara en él, aún siendo tan pequeño.

Flashback

El santuario en aquellas épocas era algo solitario y frío, Shion no solía salir mucho de la recámara principal. Los únicos que jugaban con los pocos y únicos niños que habían, era Saga y Aioros, que a pesar de estar entrando en la preadolescencia aún se animaban a convivir y a seguirle el juego de los más pequeños.

Ese día no fue la opción, fue uno de los pocos que tenían un descanso y el día libre. Se hallaron en el coliseo para retomar un juego que habían abandonado la semana pasada, y antes de que Aioros estuviese listo para incorporarse en el; Shion les llamó para avisarles de un nuevo inquilino que se adentraba al santuario.

Escuché que es de Francia— el de cabellos chocolates le dijo a su hermano menor, qué éste ante la noticia, no podía esperar por verlo, con emoción.

¡Genial! ¡Tendremos a un extranjero!— el pequeño aspirante a Leo chilló de alegría— ¿No es grandioso, Milo?

A mí me da mala espina— se cruzó de brazos y frunció el ceño.

Mientras Aioria no dejaba de dar saltitos de alegría, conforme los minutos pasaban Milo no podía evitar sentir un malestar en su pecho, ansiedad podía decirse, pero no precisamente por estar pendiente del nuevo intruso, sino por otra cosa, como si su pecho comenzara a arder, a quemarlo por dentro.

Amor sin Devolución ✿[MiloxCamus] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora