Capítulo 8: Dame una razón

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No pasó mucho tiempo después para que el cielo se tiñera de un azul obscuro, indicando que la noche ya había caído y que muy pronto el sueño tomaría control de ambos santos.

El peliazul estaba pasando canales con una expresión aburrida en su rostro, antes estaba viendo un programa muy interesante, hablaban de lo maravilloso que era el cosmos y el universo. Por supuesto que lo dejó, pero su desdicha volvió a caer cuando se dio cuenta que solo duraba cuarenta minutos, lo que no le molestó al principio, pero después de unos veinte minutos que terminó, no encontró nada para matar el aburrimiento, obligándolo a apagar la televisión y dirigirse a lo que era la habitación del acuario.

Se talló los ojos con un poco de sueño y miró el reloj que estaba colocado en la pared. Las once con treinta y dos minutos, entendió porqué su cuerpo aclamaba por descanso, ya era tarde.

Entró a la habitación de Camus y se detuvo a observarla un poco, ésta era un poco más colorida que la sala principal, había un pequeño escritorio en el rincón con algunos papeles dispersos, un armario de madera, en la pared había un gran estante con más libros, su cama era bastante grande con las mantas perfectamente dobladas. Echó una mirada algo rápida a la habitación, antes de que el galo lo sorprendiese mirándola atento. No quería que pensara que su habitación le daba curiosidad, pues eso era como un punto a favor del peliceleste.

—¿Dónde está el baño?— le preguntó.

El acuariano alzó su mirada del libro por unos breves segundos, después siguió con su lectura y le indicó que estaba a su derecha sin prestarle mucha atención.

A Milo le encantaba tomar una ducha antes de dormir, pues así se sentía fresco y totalmente relajado a la hora de sus sueños.

Después de quince minutos, el griego salió con su pijama, listo para dejarse caer en manos de Morfeo. Sin hacer mucho ruido se acomodó a la par de Camus, este ni se inmutó por la presencia ajena, estaba muy inmerso en la lectura como para hacerlo; y se acostó dándole la espalda a este mismo, tampoco se preocupó por desearle que pasara una buena noche.

Cerró los ojos con anhelo, ¡Cuánto amaba dormir! Y por eso mismo, se levantó con enfado casi al instante de tocar la almohada, no evitando que su voz saliese alzada.

—Es medianoche, quiero dormir sabes- gruñó— Apaga esa maldita lámpara, y vete a dormir.

Aunque le estuviese dando la espalda al aguamarina, la luz de la lámpara que tenía a la par alumbraba gran parte de la habitación incluyendo el lado donde dormía, interrumpiendo su sueño en gran parte.

Camus se quitó sus lentes que guardaba solo para leer y lo enfrentó.

—¿Quién eres tú para darme órdenes?

El griego se reincorporó de la cama.

—Milo de Escorpio, mucho gusto.

—No te creas tanto, que estás pisando mi templo, mi habitación y mi cama, no tengo que porqué obedecer tus órdenes.

Milo calló, sabía que era cierto, no podía quejarse ni pedir gustos cuando estaba en un templo ajeno y mucha más si era del caballero más despreciable para él. Maldijo en voz alta, importándole poco si el francés lo escuchaba, y volvió a su puesto.

Camus nuevamente se sumergió en la lectura, mientras internamente reía. Una de tantas peleas, la había ganado otra vez.

Así pasaron los minutos, unos que Milo se había tomado la molestia de llamarlos el infierno, en verdad deseaba dormir pero la luz de aquella lámpara se lo impedía. Harto de la situación, pensó en irse a dormir al sofá pero... Eso era como haber dejado que la victoria fuese de su contrincante, así que se negó rotundamente.

Amor sin Devolución ✿[MiloxCamus] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora