Prefacio

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Todos hemos tenido la costumbre de pedir deseos en algún momento de nuestras vidas, no hay persona en el mundo que no lo haya hecho, ya sea en la infancia, adolescencia o edad adulta. Eso es algo innato en nosotros como seres humanos. Siempre he creído que los deseos no se cumplen por sí mismos, sino que somos nosotros quienes debemos esforzarnos para alcanzar aquello que anhelamos. O, al menos, eso era lo que pensaba hasta esta misma mañana.

Regresaba de la escuela,  después de un día de clases lleno de actividades habituales, desde amigos, tareas, juegos y todo lo de siempre. Al ingresar a mi hogar, me encontré con el silencio y la soledad reinando en el ambiente. No había nadie. Mi hermana aún no salía de la escuela y mi madre estaba trabajando.

Suspiré cansada y solté mi mochila, dejándola caer sobre uno de los sofás. Me dirigí a la cocina, donde usualmente mi madre dejaba sándwiches en el microondas, y efectivamente, allí estaban. 

Estaba a punto de dar el primer bocado cuando algo inusual llamó mi atención, un escalofrío recorrió mi cuerpo, y por alguna extraña razón, miré al sofá encontrando a un chico desconocido sentado allí, con total tranquilidad y las piernas cruzadas. Lo observé por unos segundos y luego continué con lo que estaba haciendo.

Pero, espera...

¡Un extraño estaba sentado en mi sofá  y CON LAS PIERNAS CRUZADAS!

Alcé la mirada asustada y el chico sonrió. Había un intruso en mi casa. No pude evitar soltar un grito.

 Con rapidez, tomé una escoba como arma improvisada y di unos pasos al frente acercándome.

— ¿Quién eres? —pregunté, apretando la escoba. Podría ser un secuestrador o algo peor; tener una escoba para defenderme no sonaba tan mal— ¿Qué haces en mi casa? —me acerqué cautelosamente al intruso intentando no entrar en pánico.

Respire profundo en mi intento de mantener la calma, no podía evitar que mi cuerpo temblara, mis manos sudaron y mi corazón latía con fuerza. El contrario parecía sereno que incluso sonrió ante mi intento de defenderme con una escoba.

— Vamos, los dos sabemos que no serás capaz de pegarme con... —dijo en un tono burlón mientras señalaba la escoba— eso... —sus ojos me escudriñaron, ampliando su sonrisa—. Bueno —se levantó del sofá y caminó hacia mí— Respondiendo tu primera pregunta soy Lucas. Un gusto, Alisson —Sonrió más— . Y en cuanto a la segunda, ya te había dicho que nos veríamos hoy —el castaño se acercó a mí y tomó la escoba.

El me miró directo a los ojos y sentí una vulnerabilidad abrumadora ante su presencia. La intensidad de su mirada hizo que me perdiera en sus orbes marrones, quedando completamente hipnotizada. Cuando se dio cuenta de mi reacción, me quitó la escoba que había tomado como arma, lo que me hizo reaccionar abruptamente. ¿Qué acaba de pasar? Me sentí confundida y asustada. ¿Quién es él?

— ¿Qué? 

A pesar de mi temor, traté de mantener una apariencia segura y sin miedo, estaba dispuesta a defenderme con mis puños o cualquier cosa que tuviera a la mano.

Lucas, se percato de mi reacción y dejó la escoba a un lado, tratando de tranquilizarme.

—Lo siento, no pretendía asustarte — dijo, ahora mostrando una actitud más amigable—. Es solo que me pareció divertido ver cómo te enfrentabas a mí con esta escoba.

Mientras la confusión se apoderaba de mí, di un paso atrás, alejándome cautelosamente del chico. Mi corazón latía acelerado, y mi mente estaba en un torbellino de pensamientos.

"¿Por qué no siento el miedo que debería sentir? ¿Por qué me siento extrañamente cómoda en su presencia?", me dije en silencio.

Mis emociones oscilaban entre el miedo y la tranquilidad, creando una contradicción desconcertante en mi interior. Era como si dos fuerzas opuestas lucharan dentro de mí.

DESEÓ: Tu Tienes El Control. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora