Unos años antes
El pequeño se encontraba tumbado en el suelo de la habitación, sin apenas fuerzas para levantarse de las frías baldosas. Sus ojos, que apenas podía mantener abiertos, se dirigían a la rendija de luz que pasaba por debajo de la puerta, escuchando ruido de la televisión y la voz de su padre hablando por teléfono normalmente.
Como si no hubiese pasado nada.
Intentó levantarse apoyando ambas manos en el suelo. Sintió sus brazos doloridos y se tambaleó un poco, pero reunió valor y se levantó con lágrimas en los ojos al ver en qué estado se encontraba. Incluso en sus piernas, cubiertas solamente con un pantalón corto, pudo ver que le comenzaban a salir moratones y alguna que otra herida abierta. Ya no podría usar pantalones cortos en una larga temporada.
Se dirigió a la puerta de su habitación y tiró del picaporte, abriendo esta lentamente para quien estuviese en el piso de abajo, no le escuchase. Mantuvo la respiración mientras se movía por el pasillo en dirección al cuarto de baño, pero el dolor en sus piernas hacía aquello imposible. Se le escapaba algún que otro quejido de dolor que amortiguaba con su mano, rezando para que no le escuchase.
Cuando llegó al cuarto de baño, se encerró en él echando el cerrojo y, por primera vez, respiró tranquilo. Se limpió las lágrimas que aún caían por sus mejillas con el dorso de la mano y se colocó frente al espejo.
Sabía que nunca le pegaría en la cara o en algún sitio visible para los demás sino, se metería en problemas. Lo sabía muy bien. Ya tenía experiencia con aquello.
Tenía los ojos hinchados de llorar y unas ojeras profundas que se habían estado acumulando durante todos estos meses. Aquello, aunque le dieses muchas veces con agua, no iba a desaparecer como si fuese magia. Pero igualmente lo intentó. Abrió el grifo y se lavó la cara con agua caliente, esperando a que aquello le revitalizara, que le limpiara de la suciedad que le había estado manchando la persona que se hacía pasar por un buen padre.
Odiaba eso. Lo odiaba. Odiaba lo que le hacía. Odiaba tener que estar bajo su poder. Odiaba ser el muñeco con el que se desahogaba cada noche o, incluso, cada mañana antes de ir al colegio. Pero tenía miedo. Miedo de que fuese a más. Miedo de que acabase todo esto y él no lo hubiese decidido. De que acabase, de que terminase. De que esa persona que se hace llamar padre, se cansase de él y decidiese cortar por lo sano.
De nuevo sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo pararlas. Comenzaron a caer sin control alguno hacia sus mejillas, camuflándose entre el agua con el que se había lavado hace unos segundos. Quería acabar pronto con aquello, pero temblaba. Su cuerpo entero temblaba con la sola idea de cómo sería su final.
Pero su pregunta siempre era... ¿Habrá algún final para él o aquella pesadilla le perseguiría por siempre?
Abrió el mueble del espejo para encontrarse con productos de limpieza, cepillos de dientes, peines y un pequeño botiquín que había colocado él mismo detrás de unos botes de laca para que su padre no lo viese en casos como estos. Apartó los grandes botes y alargó la mano para alcanzarlo. Cuando lo sacó del pequeño armario, arrastró también una pequeña caja de cartón decorada con flores que cayó, mojándose un poco con el agua y abriéndose al impactar contra el lavabo.
Eran las pastillas de su madre.
Después de encontrar aquello, unos pasos fuertes comenzaron a subir por las escaleras, alertando al pequeño y, sintiendo como si fuese en su propio cuerpo, los golpes que daba el hombre en las paredes, que entraba, seguramente en su habitación y viendo esta completamente vacía.
-¡¿Dónde cojones estás?!
Recogió la tira metálica con aquellos botones de colores y las observó, sintiendo cómo su padre se acercaba a la puerta del baño y agarraba el pomo con brusquedad, gritando su nombre. Acarició las pequeñas pastillas amarillas que su madre tomaba todos los días sin fallar ninguno. Pero ese estaba a medio terminar. Nunca había podido seguir tomándolas, pero, para qué. Ya no le hacían falta. Aunque las cogió, las metió de nuevo en la cajita de flores y la colocó en su sitio. A continuación, volvió a prestar atención a su pequeño botiquín y se empezó a curar las heridas que tenía en brazos y piernas.
Siempre le tocaba hacer aquello solo aunque, a continuación, las heridas siempre acababan por abrirse de nuevo.
*******
Changbin llegó a su casa, quitándose los zapatos en la entrada con cuidado y dejándolos en su sitio de siempre, junto a la alfombra que tenía frente a la puerta. Cogió una toallita húmeda de una mesita auxiliar que tenía cerca y comenzó a limpiarse las manos con ella mientras caminaba hacia su habitación. Justo cuando terminó con sus manos, tiró la toallita a un cubo de basura bajo su escritorio y cogió otra de un paquete nuevo que tenía sobre el tablón de madera, esta vez para pasársela por el rostro y cuello.
Aquello era una rutina cuando llegaba a su hogar. Pasar a casa, quitarse los zapatos, limpiar sus manos, rostro y cuello, ducharse y controlar que todo estaba en su sitio. Y sí, todo estaba en su sitio, tal y como lo había dejado él antes de salir de casa ya que ahí solamente estaba él.
Mientras se dirigía al cuarto de baño, se fue quitando la ropa para ir al siguiente paso, la ducha, pero cuando se vio reflejado en el espejo encima del lavabo, con el torso desnudo, se paró completamente, devolviendo una mirada oscura al que estaba al otro lado del espejo.
Se vio las cicatrices que adornaban su cuerpo, sobre todo unas que se encontraban en su pecho y las cuales tuvieron intención de subir hacia su cuello. Pero aquello no ocurrió. No tuvieron oportunidad de llegar tan lejos. Pero aquellas le "gustaban" más que las demás.
Aquellas marcaban un final.
Sonrió con amargura y tristeza, llevando su mano a la piel cicatrizante que más o menos se había vuelto de su color. Incluso aún sentía los sentimientos y las sensaciones que lo abrumaron y descolocaron en ese fatídico pero esperanzador día.
Esperanzador...
Después de pensar aquello, una imagen borrosa se formó en su cabeza. No la podía ver con claridad pero escuchaba algo que aquella imagen le decía. Algo relacionado con amigos. Algo de no se qué segunda oportunidad. Que tenía mucho que demostrar.
Su imagen se fue volviendo cada vez más nítida y no lo pudo creer. Era Felix. Con esa sonrisa que no se le borraba de la cara. Con esa pesadez con que quería ser amigo suyo. Conocerle más. Y la última imagen que había visto de él se le presentó en su cabeza como si la estuviese volviendo a vivir. Como si Felix hubiese vuelto ante él y le diese de nuevo las gracias
Como si fuese una pequeña esperanza para él en toda esta negra tormenta.
Salió del cuarto de baño sin devolver la vista al espejo y rebuscó en sus pantalones que había dejado en la cama, su teléfono móvil. Lo sacó y buscó su número de teléfono.
-¿Estás ahí?
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Don Limpio¹ // Changlix - Stray Kids [TERMINADA]
Fanfiction-------Uno obsesionado con la limpieza, con el orden, con tener todo planeado, siguiendo unas pautas. El otro, un alma libre, un despreocupado, que aparece en la vida del otro para desordenársela y para cambiársela por completo.--------- •Changlix A...