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Butters

Diciembre (sábado)

Miraba su ojo izquierdo en el espejo, la cicatriz se notaba bastante, su madre se había molestado cuando tuvo ese accidente en donde uno de sus compañeros incrustó una estrella metálica en uno de sus ojos.

Para la buena suerte de sus amigos, el objeto no había dañado el globo ocultar. Además, los padres de Butters, habían olvidado por completo el asunto de castigarle por jugar con niños irresponsables, gracias a que Eric Cartman se había paseado desnudo en el escenario de la subasta.

Sin embargo, no duró demasiado, pues su padre, en un momento recordó el hecho y le dejó encerrado en la habitación para corregir su comportamiento.

- D-Debo ser más cuidadoso cuando juegue, no quiero perder mi ojo - se dijo mientras acariciaba el párpado.

- ¡Butters!¡Hey, Butters, ven a jugar, necesitamos un lanzador más! - le gritó un chico desde la calle hacia su ventana, al asomarse, notó al cuarteto de amigos afuera - ¡vamos, date prisa!

- L-Lo siento, es que e-estoy castigado - dijo antes de esconderse debajo del marco de la ventana y, sentado en el suelo, abrazó sus rodillas.

- Les dije que no vendría, vámonos, encontraremos a alguien más útil que este marica - pudo escuchar el comentario de Cartman siendo apoyado por sus amigos antes de marcharse de su jardín.

- ¡Butters! - abrió la puerta su padre con el ceño fruncido - ¿qué te he dicho de asomarte a la ventana cuando estas castigado?

- Q-Que no puedo hacerlo - murmuró bajando la mirada a sus pies y apretando sus rodillas aún más contra su cuerpo.

- ¿Entonces qué haces ahí? - se acercó a cerrar la ventana y las cortinas antes de tomarlo por el brazo y alejarlo - ¡ponte a estudiar y deja perder el tiempo!

- Si señor - Susurró suavemente, obedeciendo al acto.

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Junio (lunes)

Salió como cada mañana a regar el jardín, estaba somnoliento pues acababa de amanecer y el hacer sus deberes nocturnos no le dejaba descansar las 8 a 10 horas que debiese dormir un chico de su edad.

Miró la calle de un lado a otro en silencio, estaba vacía, pero no era nada nuevo para él, todos sus amigos debían aun estar en cama durmiendo, después de todo eran vacaciones, sin embargo, él estaba castigado y debía realizar tareas caseras diariamente, entre ellas salir al jardín temprano por la mañana y regar todas las plantas de su madre, cortar el césped si hacía falta y después quitar la maleza, más tarde, al acabar con las labores de jardinería, limpiaba su cuarto, ayudaba con las compras y debía organizar la alacena, esta última actividad era la que más nervioso le ponía.

Era usual que su madre no estuviese en casa en la tarde/noche, y generalmente se quedaban su padre y él a solas. Este solía ser bastante estricto con la organización de las comidas, aumentando su exigencia cuando se encontraban solos, como en ese momento, porque su enfado podía llegar a tal extremo que más de una vez se había ganado un par de golpes. A causa de estos castigos, cada vez que estaba en la cocina ordenando, sus manos temblaban, apretaba sus labios con fuerza, deseaba acabar pronto y de forma correcta para ir a su cuarto a estudiar.

Por suerte para el pequeño Stotch, la situación había acabado bien y estudiaba tranquilo, hasta que su padre entró y se acomodó tras él para observarlo en completo silencio, uno que lo hacía desear desaparecer, sintiendo su respiración más pesada a cada inspiración. De pronto, la mano del mayor se posó sobre su hombro y él tan solo cerró los ojos con fuerza imaginando que su padre le propinaría una nueva paliza.

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