Capítulo 2, parte 2: Volver a verse.

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CAMERON:

-Diviértete, fea.-dije mientras esperaba que saliera del auto. Gwen me mostró el dedo medio, y acto seguido, cerró la puerta del coche. Molestarla es tan sencillo.

-Borra de una vez esa maldita sonrisa.-me dijo, acercándose a la puerta de entrada de la Academia de karate.-¡Ojalá Bianca esté en sus días, imbécil!

Solté una carcajada y arranqué el auto. Mi relación con Gwen es la típica entre dos hermanos que se adoran y, que a su vez, no paran de discutir por absolutamente todo. Eso sin mencionar que soy sobreprotector con ella.

Me dirigí a casa de Deuce, que queda cerca del club al que iremos en la noche. Llevaba mi mochila con la ropa que usaría, y unos nuevos juegos de play para pasar el rato.

La música sonaba en la radio y cantaba a todo pulmón. Harían tres meses desde la última vez que tuve un auto en mi poder, así que estoy feliz.

Me tomé el tiempo de pensar en qué haría esta noche, cómo haría para que mis amigos no se mataran de risa al pedirles que por favor, tratasen bien a Bianca. No entiendo cuál es su problema, ella es un encanto. Femenina, delicada, correcta, inteligente y buena persona. Sin mencionar hermosa, y con una popularidad media alta, ya que después de todo, es la presidenta del Centro de estudiantes y del Comité de Bienvenida. Es perfecta.

Aparco el coche y bajo. Mi amigo vive junto a su padre en un departamento que es, básicamente, un territorio de hombres. Toco el timbre del edificio, y espero a que la voz al otro lado salga por el parlante.

-¿Si?-era Deuce, con voz de recién levantado.

-Hola, Bello durmiente. ¿Sabes qué hora es?-indague, revisando mi reloj para comprobarla.-Las 18:26, hermano. Abreme la puerta, te traje un regalito.

Mi amigo soltó un bostezo y me abrió la puerta. Subí el ascensor, ignorando a la extraña anciana que era la vecina de Deuce, la señora Gilbert. Esa mujer vivía allí con un único objetivo: arruinar nuestras fiestas y quejarse de nuestra existencia.

Llego a la puerta de su departamento y la abro con la llave que siempre esconden en la plantera.

-¿Qué onda, broh?-me dijo Deuce, desde la comodidad de su sofá, mientras nos dábamos la mano como saludo. Teníamos tanta confianza, que no necesito permiso para entrar en el departamento, y él a mi casa.

-Genial, con ganas de embriagarme hasta la médula.-me senté a su lado y cogí la Speed que estaba en la desordenada mesa de café frente al sofá.-Aunque dudo que lo haga.

-¿Y eso?-me cuestionó, dando un sorbo a su bebida y cambiando el canal en la televisión.-Hay partido del Barca.

En otro momento, estaría más que emocionado por ver el partido de fútbol, pero tenía que decirle cuáles serían mis planes esta noche.

-No me voy a embriagar porque Bianca estará allí.

Casi escupe su bebida al escuchar mis palabras. Su mirada se posó en mí, a lo que tan sólo me escogí de hombros.

-¡¿La invitaste?!-preguntó alterado.-No respondas. Por supuesto que lo hiciste-pasó ambas manos por su cara, frustrado.-Se suponía que era noche de hombres.

-Ella cree que ustedes no la toman enserio como mi novia. Me exigió pasar más tiempo con nosotros, para que la conozcan.

-Claro que no la tomamos enserio, amigo.-se rió, frustrado ante mis palabras.-Dile que no se lo tome personal, pero ninguno de nosotros cree que lo suyo dure.

-¿Por qué lo dices?-alcé una ceja, intrigado. Nunca había hablado de esto con ninguno.

-A ver...-comenzó, acomodandose de tal manera de que pudiera verme. Sopesó sus palabras un momento y-Al principio, pensamos que sólo querías tirartela. Luego viniste con eso de que te enamoraste y... hermano, ¿Realmente eres feliz con ella? Porque te conocemos, y siempre que pensamos en ti formalizando, nos imaginamos una chica diferente a ella... a lo mejor no tan barbie perfecta. Más real.

Un Amor UnilateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora