Capítulo 6, parte 2: El lugar que ocupas.

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VENECIA:

Miré sobre mi escondite, es decir la barra de la cafetería, hacia las mesas esparcidas por la estancia. Mason había venido, supongo yo que apropósito, en mi horario laboral. No pude evitar correr a esconderme tras la barra cual cobarde, pero es que la situación me superaba, lo último que quiero es hacer el ridículo otra vez, y conociéndome, lo haría. 

-Hija, llevas veinte minutos aquí atrás. Sal a enfrentarlo.-mamá intentaba contener la risa cada vez que pasaba a mi lado a atender las mesas, lo que en realidad es mi responsabilidad, pero hoy estaba más concentrada en evitar que aquel chico vea mi lado estúpido. La miré con enfado, asustada de que él viese que me estaba hablando.

-Fuiste tú quien provocó esto, no te quejes.-como si le hubiera quitado las palabras de la boca, mamá se encogió de hombros y llevó el pedido de medialunas y cafés al grupo de chicas que hablaba animadamente. Por mi parte, volví a subir mi cabeza para ver si Mason seguía allí a pesar de haber terminado su batido hace un rato. Desgraciadamente, mi mirada y la suya se cruzaron, y una sonrisa apareció en su cara.-mierda...

Con los cachetes ardiendo, salí de mi escondite y, torpemente, al hacerlo tiré un par de menús que había sobre la barra. Nadie me había prestado atención; nadie, exceptuando a Mason, quien ya se estaba acercando desde el otro lado del local con una sonora carcajada. Como bien dije, hacer el ridículo es algo natural en mí. Cuando llegó a la barra, se sentó en un banquillo y, con la cara apoyada en su mano, me escaneó detenidamente, poniéndome incluso más incómoda.

-Hola, Cia.-volver a escuchar su voz provocó que me pusiera incluso más nerviosa; era varonil y gruesa, muy bonita en realidad, a lo mejor, y es cantante.

-Hola, Mason.-tímidamente, dejé escapar una sonrisa, al tiempo que acomodaba como podía mi maraña de bucles pelirrojos y evitaba su mirada.-¿Se te ofrece algo?

-Sí, hablar contigo.

-Estamos hablando.-obvie, mientras simulaba hacer algo productivo limpiando con un trapo la mesada. A él pareció divertirle mi respuesta, porque una mirada de suficiencia apareció en su cara.

-No, tú me estás evadiendo y yo estoy intentando ligar contigo. ¿Cuánto tiempo estuviste allí escondida?-abrí los ojos como platos, volviéndome incapaz de refutarle aquello. No tenía excusa, y a estas alturas, era estúpido negarle aquello.

-Desde que llegaste...-pronuncié en voz baja, con la esperanza de que no lo hubiese escuchado. Por supuesto, lo hizo, sin tomarse la molestia de evitar lanzar una carcajada. Le miré enfadada, si hay algo que detesto, repito, es que se burlen de mí.-¡Es tu culpa! No dejas de intentar ligar conmigo, eso me incomoda.

-Inflas los cachetes y arrugas la nariz como una niña pequeña. ¿Tienes una idea de lo tierna que te ves?.-no pude descifrar si aquello iba enserio o si era otro intento de ligar conmigo, le miré confundida, incrédula de que hubiese ignorado completamente lo que acababa de decirle.

Tras un bufido, decidí alejarme y volver al trabajo; ya había holgazaneado lo suficiente hoy, así que comencé a tomar las órdenes de los pocos clientes que habían, más precisamente, de la señora Gilbert, una anciana que recurre constantemente el bar y es extremadamente amable, y de un hombre con traje y laptop, que supongo estaba trabajando.

La señora Gilbert, tan entrometida como solía ser, me dedicó una mirada curiosa al ver cómo Mason seguía mirándome. Esta mujer, por más vieja que estuviese, no se perdía de nada. 

-Hola, cariño.-me saludó, mientras fingía ver el menú para alargar mi estadía en la mesa. Sé que pedirá lo de siempre, no importa cuantas veces viese la carta.-¿Es tu novio aquel chico?

Un Amor UnilateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora