Capítulo 8, parte 1: "En pedazos"

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CAMERON

Es viernes por la tarde, la lluvia cae a cántaros afuera, y casi puedo sentir el viento frío en mi piel. Decir que es un día perfecto para no hacer nada, es dar en el blanco.

-¿Por qué Disney se volvió tan malo?-me cuestiona enojada, como si realmente tuviera una respuesta a aquello. Se recuesta aún más en mi pecho, soltando bufidos por la terrible película que estamos sintonizando.

-Malo es remplazar series buenísimas con otras carentes de cualquier tipo de trama. Esto-le indico señalando el televisor de plasma con el dedo índice.-Es un sacrilegio.

-¿Cómo se llama esta cosa? Prometo nunca volver a verla.

Me río de su enfado con una de las compañías más exitosas de todos los tiempos, y deposito un pequeño beso en su frente.

-Un pésimo remake de Un viernes de locos, bonita.

-Debieron mantener la original.

-Totalmente de acuerdo.

Bianca se estira y apaga con el control remoto la tv. Nos quedamos en silencio, a sabiendas de que tenemos cerca de dos horas antes de que su madre ingrese por esa puerta hecha un lío de nervios por el trabajo y, que literalmente, me eche de allí. Esta improvisada tarde juntos surgió por este terrible clima, ya que el campo de fútbol está empapado, y ella canceló su última reunión con el centro de estudiantes por piedad a aquellos que no pueden llegar sin pasar por pleno diluvio. Así, terminé viniendo a su casa con muchas ganas de pasar el rato con ella.

-¿Quieres... quieres algo de comer?

Oh no, ahí está la Bianca vergonzosa y nerviosa que aparece cada vez que estamos solos en algún lugar donde, fácilmente, podrían ocurrir otras cosas. Sé que es virgen, ya lo hemos hablado y he prometido no presionarla con el tema, es más, nisiquiera vine con esa intención.

Aunque no negaré que casi seis meses de abstinencia me hacen menos paciente, yo sólo quiero que esté segura.

-Amor, tranquila. Sabes que no te presiono con eso.-le digo con calma, y puedo ver como se relaja al instante. Sin embargo, frunce el ceño y se retira a la cocina dando zancadas. Sin comprender su cambio de humor, la sigo.-¿Qué pasó?¿Qué dije ahora?

-Nada.-me espeta, sin voltear a mirarme, con las manos y concentración ocupadas en hacer unos sandwiches.

-No mientas, te enojaste.

-No.

-Ni siquiera me estás mirando, Bianca.-Digo, exasperado. A veces parece una niña con berrinches.-Dime que hice y así podré disculparme.

Pero nada. Sólo el silencio abarca la ostentosa cocina de la señora Drew. Viven en una casa muy grande como para dos personas, y todo es bastante hogareño. Bianca se pasa mucho de su tiempo ocupada, intentando no quedarse en su casa sola, ya sea por miedo o por lo horrible de estar sin nadie en una casa tan grande. Su madre, por su parte, se la pasa trabajando.

Me acerco a ella, y con precaución intento abrazarla desde atrás . Mo me evade, pero tampoco me habla, o tan siquiera me mira.

-Amor...-aspiro el aroma de su cabello y piel, depositando besitos en su hombro desnudo por la remera de mangas caídas. Asciendo por su cuello, y conforme con el leve tensión de su cuerpo, lo cual me indica que está nerviosa, decido hablarle secretamente al oído.-Dime... acordamos hablar de todo.

-Tú...¿Ya no quieres hacerlo conmigo?-soltó por fin, dejándome sin palabras. No puede estar hablando enserio. Tiene que estar bromeando.

-¿Qué dices?-se da la vuelta, apoyando sus brazos en la encimera y dándome una mirada cargada de seguridad. Demonios, lo dice de verdad.-Bianca, tú...

Un Amor UnilateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora