DIECISIETE

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Un rato después de que Raum se marchara, ella se sentó en los escalones de piedra de la entrada de la casa. Al principio, su instinto le gritaba que fuese tras él, que lo siguiese. Que lo matase igual que él había matado a sus padres. U ordenado matarlos, como a él le gustaba afirmar.

Pero la habían entrenado demasiado bien. Pronto se impuso la razón. Para cuando ella se hubiese recuperado del susto y salido de la casa, Raum ya se habría ido hacía rato. Además, no tenía ningún arma.

Pensaba en su aparición con una mezcla de rabia y curiosidad. ¿Cómo se atrevía a regresar aquí, a la escena de uno de sus horribles crímenes?

Por otra parte ¿porqué la había dejado otra vez con vida?

Cuando por fin se dio por vencida, el sol ya se estaba poniendo. Recorrió el sendero, y cerró con un chirrido la puerta de hierro tras ella. Las farolas de la calle ya estaban encendidas, salía humo de sus llamas. Por encima de su cabeza oscuras nubes grises se movían veloces. Ocultaron por completo el sol, y _______ no pudo sino preguntarse si sería una señal del fin. Si la atmósfera misma sabría que el orbe -y el mundo que representaba- estaba agonizando. Cruzó los brazos para combatir el frío, y se los frotó preguntándose lo que Edward y Harry dirían acerca de su larga ausencia.

Pensar en Harry llevó un calor bienvenido a su cuerpo helado. No era tan temerario o seguro de sí mismo como Edward, pero él le inspiraba una confianza que la tranquilizaba. A pesar de la natural fuerza de Edward, era Harry quien la hacía sentirse a salvo.

Lo cual no era poca cosa, en esos momentos.

Se había detenido en una esquina de la calle, esperando a que pasaran de largo una fila de carruajes, cuando vio el periódico.

El repartidor estaba parado en la esquina, voceando a los transeúntes para que adquiriesen un ejemplar. Y aunque no se trataba más que de un periódico como cualquier otro, de un día como cualquier otro, algo captó su atención al pasar por delante.

Volvió sobre sus pasos, hurgando en su bolso en busca de una moneda que darle al chico a cambio de un periódico.

-Gracias, señorita -le dijo él, tendiéndole un ejemplar.

Ella asintió, habiendo reanudado ya la marcha, la vista fija en el artículo que ocupaba la primera página.

¡El Sindicato, propietario ya del 92% de la empresa y la industria!, rezaba el titular.

Aunque no fue aquello lo que captó su atención, sino la borrosa fotografía que acompañaba el artículo. Se acercó el periódico para verlo mejor con la escasa luz que quedaba. Una fuerte sacudida en su hombro izquierdo la hizo levantar la vista.

-¡A ver si mira por dónde va! -Un viejo jornalero se giró, y la miró enfurecido mientras seguía su camino.

Ella se echó a un lado, extrañamente alterada. Un momento más tarde, apoyándose en la pared de ladrillos de una sombrerería, no muy lejos de la casa de los Styles, lo intentó de nuevo. Ahora, sin la distracción de los empujones de los transeúntes, consiguió ver la imagen de un caballero que salía de un extraño carruaje sin caballos. Los detalles del rostro del hombre se perdían en la foto borrosa, aunque había algo al lado del carruaje. Algo familiar.

Inclinó el periódico hacia la luz de la siguiente farola. Cuando por fin enfocó la imagen, fue la voz de Raum lo que escuchó.

... la respuesta está a la vista de todos.

Y aunque no se acordaba de la última vez que había echado a correr, se metió el periódico debajo del brazo y se abrió paso por las calles de Londres lo más rápido que sus pies le permitían.

Tentación de Ángeles (Harry y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora