6: La verdad en un libro

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chapter 6: el de libros y palabras

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        Dumbledore llevaba esperando el momento de hablar con la portadora de la luz y la oscuridad desde que notó como las velas brillaban con más fuerza cuando dio un paso en el Gran Comedor, por eso le dijo a Slughorn que el permitiese el acceso a la sección prohibida a la alumna, por eso colocó el libro en el estante donde casi seguro la chica miraría.

Por eso no habló con Sirius a pesar de que el chico estaba devastado, a pesar de que Minerva se lo había pedido. Porque a pesar de que era espantoso admitirlo, la ruptura de uno de los lazos más importantes para Berenice sería útil para él.
Aunque el camuflaba su beneficio poniendo la guerra por delante.

Cuando su despacho se abrió dejando ver a Berenice Black, se planteó durante un momento si utilizar a una niña era necesario. La duda se instaló en su mirada al verla tan perdida y sujetando el libro con fuerza.
Porque Berenice Black era madura e inteligente, pero lo que había leído en el libro le había aterrorizado.
Lo que ella podría ser le había aterrorizado. Y ella, que llevaba toda su vida evitando ser un monstruo haría lo posible para no serlo.
Incluso buscar ayuda en alguien en quien no confiaba.

— ¿Director? Necesito su ayuda.

Dumbledore sonrió complacido, algo que Berenice no pasó por alto—. ¿Qué necesita, señorita Black?

— He leído un libro, y quiero saber si esto es cierto. Aquí dice que la oscuridad y la luz como forma de poder no pueden convivir en un mismo individuo. Pero no conozco a nadie con las mismas habilidades que yo...

— Lo del libro es cierto, fue redactado por un viejo amigo mío o por lo menos lo fue. Usted es un caso especial, la oscuridad y la luz que habita en usted se ha manifestado en poder. Si pierde el control en alguna, será un arma poderosa que en estos tiempos es necesaria y creo que ambos sabemos la persona que está interesada en contar con usted.

Berenice sonrió de lado, comprendiendo todo—. Oh, sí profesor. Claro que lo sé.

Usted.

Le daré tutorías para controlar sus poderes, y así será beneficiosa para la sociedad. Estará lejos de ser lo que siempre ha temido...¿está de acuerdo?

— Por supuesto, profesor— en ese momento Dumbledore creyó poder manipular a una niña de once años aparentemente asustada, pero no sabía que Berenice había visto tras su fachada y si el profesor quería jugar...ella le ganaría en su juego.

Le tendió la mano al profesor para sellar su trato dejando que la furia por ser usada como una arma controlase sus emociones. Una sombra recorrió su brazo por debajo de la túnica sin que Dumbledore pudiese verla.
El anciano le dio la mano, soltando una mínima queja cuando el dolor se transmitió.

Berenice sonrió inocente—. Perdón, profesor. Es que aún no lo controlo.

— ¿Has herido al director?— Kerry-Ann y Seychelle Colt (la amiga de Kerry que había resultado ser una estupenda confidente para Bernie) la miraron con sorpresa.

La Slytherin sonrió ampliamente—. Wow, toda una pequeña perra con once años.

Bernie la miró mal y el trío comenzó a andar por el pasillo. Ella y Ann irían a la biblioteca mientras que Seychelle iría a su clase junto con los de Gryffindor—. No lo hice a posta— sus amigas le miraron obvias—. Bueno, tal vez. Pero ya os he dicho el porqué. Voldemort no me controlará, pero él tampoco. Adiós, Seychelle.

Se despidieron llegando hacia la biblioteca, Bernie sonrió al ver a su hermano leer mientras hacía la redacción que ella y Kerry-Ann también debían de redactar—. Mmm, creo que iré al dormitorio a hacerla más tranquila y donde Regulus no me distraiga.

— ¿Qué?— Berenice sonrió al ver como Kerry miraba fijamente a Regulus y se quedaba parada cuando el chico las saludó, a la pelirroja le iba a dar un infarto al verlo andar hacia ellas.

— Nada, nada. Qué me voy a apuntarme a arte muggle.

— Las inscripciones se cerraron hace una semana— canturreó Berenice.

— Bueno, pues... me voy a dormir.

Kerry-Ann se marchó con tanta prisa que no notó que se le había caído un libro, Regulus llegó hacia su hermana y cogió el libro—. Se le ha caído a tu amiga...¿se lo das?

Berenice sonrió ampliamente, con una sonrisa que Regulus sabía que solo le traía problemas—. Oh... creo que es mejor que se lo des tú, ya sabes lo torpe que soy.

— ¿Qué? ¿Yo? ¡No la conozco!

— Pues ya tienes un motivo para conocerla— Regulus rodó los ojos y le pasó el brazo por los hombros atrayéndola hacia él y frotándole la cabeza con los nudillos—. ¡Para! Eres tan molesto.

— Sí, seguro— la dejó libre y le dio un beso en la mejilla—. ¿Tienes hecha la redacción de Transformaciones?

— Sí.

— ¿Me la dejas?

— No.

Reg sonrió y levantó su varita—. Es una pena que ya sepa cómo usar la varita.

— ¿Enserio acabas de aprender a usarla? ¡Pobrecito! ¡Yo pensaba que Sirius te había enseñado! ¿Sabes los movimientos de mano?— Berenice comenzó a reír mientras que la confusión se pintaba en el rostro de Regulus, que luego se pintó de rojo al caer en el sentido de sus palabras y al ver como la biblioteca los observaba—. Oh, Reg. Ya era hora...mejor tarde que nunca.

Su hermano gruñó a la vez que ella soltaba otra carcajada—. ¡Cállate, Bernie! ¡Sabes que no me refería a eso!

— Lo que no sabía es que no sabías utilizar tu varita.

¡Berenice!— Regulus gritó rojo del enfado, o de la vergüenza. Madame Prince le echó de la biblioteca y él vio como su hermana lo esperaba en el pasillo, se había ido antes que él para que no le cayese la bronca—. Huye.

Berenice salió corriendo sin poder contener la risa, y así fue como los mellizos Black empezaron una persecución en la que Bernie iba soltando más comentarios vergonzosos para Regulus.
Al final ella acabó en el suelo y su hermano sobre ella mientras le hacía cosquillas—. ¡Ya verás cuando sepa más hechizos!

— ¿No era que sabías usarla?— y más risas abandonaron la garganta de la Ravenclaw, Regulus sonrió divertido y contento de verla tan feliz después de lo de Sirius.

— Cállate, Bernie— la ayudó a levantarse y comenzó a irse por el pasillo, sabiendo que su hermana le seguiría.

— Amargado...— el rostro de Berenice se iluminó—. ¡Oh! Conozco a una amiga que estaría encantada de enseñarte hechizos...pero si no sabes usar la varita.

¡Berenice!— y ambos empezaron una guerra de empujones y de burlas, dejándoles ser lo que eran realmente. Un par de mellizos que se odiaban tanto como se querían, unos niños que no tenían que preocuparse por el futuro.

Unos niños que no sabían que Sirius veía la escena desde la clase de Encantamientos con nostalgia.

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