|She is like the moonlight
caring but cold.
She is showing away,
but she still afraid.
Afraid of the darkness she become|
«Berenice Black no quería ir a la Luna, quería aprender a brillar en la oscuridad como ella»
»...
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«Nunca había caído en lo irritantesque eran las voces de sus amigos, nunca, hasta que James comenzó a hablar sobre Lily Evans. Claro, después de que todos le dieran un sermón sobre que tenía que hablar con sus hermanos pequeños.
Sirius se acomodó en el sofá pasándose la mano por el pelo soltando un suspiro viendo como James volvía a coger aire.
— Debes hablarle, Canuto. Debes....
— ¿Qué debo? ¡Dejad de darme lecciones de como ser un hermano mayor! Los tres sois hijos únicos y no tenéis dos problemas como hermanos. No sabéis lo que me dijo mi madre. ¿Creéis que no quiero llenarle la cara de besos y luego tirarle del pelo? Quiero a mi hermana, quiero a Regulus, pero no quiero que les hagan daño— Sirius se levantó de su sitio ignorando que la voz se le había quebrado en las últimas palabras. Los merodeadores se quedaron sin palabras y lo vieron marcharse, sabiendo que quería estar solo.
— Vas a tener que sacrificar tu botín de chocolate, Remus.
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— Lo que me faltaba— habían pasado casi siete en los que Sirius no le dirigía la palabra, y solamente había pasado una semana desde que ella había dejado de intentarlo. No se rendiría con su hermano, pero parecía que él sí se había rendido con ella.
Tenía multitud de deberes que hacer, tenía que practicar y practicar música muggle para su clase con Flitwick.
— Deberías de estar dormida— mantuvo su mirada fija en el pergamino donde estaba escribiendo su ensayo de Encantamientos. La biblioteca estaba vacía, iluminada por tenues velas y la luz de la luna entraba por las ventanas. Su mano se quedó estática y apretó con fuerza su pluma. Escuchó un suspiro cansado, y se preguntó que le sucedía. Que les sucedía.
Recogió con rapidez sus pergamino y sus materiales dispuesta para irse haciendo caso omiso al dolor de su pecho.
Una mano se aferró a su muñeca, se giró y vio la pena detrás de los ojos de Sirius. Su hermano se veía cansado, tan solo con doce años. Se preguntó si ella se veía igual.— Quédate, por favor.
— ¿Qué?— Sirius se quedó en silencio. Y Berenice pudo ver como le temblaban los párpados y como se mordía el labio. Y a pesar de estar muy enfadada con él no pudo evitar sentirse mal, casi con ganas de llorar ella también—. No llores, a nadie le gusta ver llorar a su hermano mayor.
Sirius sonrió levemente, viendo las mejillas pecosas y rosas de su hermana. En su mirada no había odio, no lo odiaba. —. No voy a llorar, Bee.
— Eso es mentira— dijo señalándole con el dedo—. Sé cuando mientes.
— Eres muy lista.
Ella sonrió orgullosa—. Estoy en Ravenclaw. ¿Necesitas un abrazo?
Sirius moqueó apretando el pequeño cuerpo de Berenice en sus brazos. Sintiendo un poco menos de pena cuando los brazos de su hermana lo abrazaron.
— Me dijiste que era un monstruo— Berenice rompió el silencio, aún manteniendo el abrazo y sintiendo como las ganas de llorarle y gritarle se incrementaban—. Eres mi hermano ¿por qué me dices esas cosas? Me has dejado, me prometiste que ibas a cuidarme. No has visto mi primer sobresaliente ni mi primer suspenso, no me has dejado enseñarte mi primer encantamiento ¿por qué no estabas?
El abrazo se vio roto, y Sirius supo que él era el monstruo al ver como Bernie se limpiaba una lágrima con rapidez. Ella solía hacer eso, la primera se la limpiaba y el resto no solían salir o se secaban en la almohada.
— Has abrazado a un monstruo, Sirius— la Ravenclaw se marchó, frenando antes de salir—. Pero sigues siendo mi hermano. Creo que las sombras no deberían de ser lo que más te asuste ¿Te duele?
El chico supo que debía de pararla, debía de enseñarle la carta. Pero no lo hizo. Y ni él mismo sabía el motivo.
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— Tu hermano es muy guapo, Black.
— Tu deficiencia mental es muy grande, Lewis.
La castaña de Slytherin se ofendió y dejó de hablarle mientras que ella rodaba los ojos, removiendo la poción en el sentido de las agujas del reloj. El curso casi estaba por finalizar, una pelea con Regulus le había empeorado el carácter y ese día solo quería encerrarse y que nadie tuviese contacto con ella. Bueno, y además Tracy Lewis era insoportable.
La clase de pociones acabó y estuvo a punto de decirle a Regulus que le entregase la poción a Slughorn. Pero recordó con amargura que se había sentado con una de su casa, no con ella. Tras darle la poción al profesor salió de la clase, agradeciendo que era la última del día y sin esperar a su mellizo.
Se fue hacia los pasillos vacíos del quinto piso donde la tranquilidad solía reinar, y solo estaba ella para perturbarla.
Pero un gritito de susto escapó de sus labios cuando una figura masculina se puso enfrente suya. Y se dispuso a gritarle a James Potter o a Pettigrew para que la dejasen tranquila.
— ¿Qué quieres?— no era ninguno de ellos, y la verdad que hubiese preferido que lo fueran. Era Deimos Griffo y él no la dejaba tranquila.
— Vaya, una Black sin modales.
— Sorpresa, un Griffo bastardo.
El chico apretó su mandíbula y sus ojos negros brillaron con avidez—. Esa ha sido buena, Black— sacó su varita y le apuntó sonriendo—. Tan buena que va a ser una pena que no puedas volver a hablar.
— Déjame tranquila, Griffo.
— ¿Qué? ¿No están tus amigos para ayudarte? Que bien que te hayan dejado sola, ¿ya se han dado cuenta de lo inútil y estúpida que eres?— Deimos se acercó a ella, y en ese momento la Ravenclaw pudo ver un libro oscuro en el bolsillo de la túnica del Slytherin. Lo cogió con rapidez dejando al chico descolocado.
— ¿Qué es esto?— al principio lo hizo por molestarle, e incluso darle la oportunidad de escaparse de él. Pero no esperaba encontrarse en la portada esa figura humana que se le había hecho tan conocida. Era el libro, era ese libro que había pasado horas leyendo y que sabía que lo había encontrado porque Dumbledore lo había querido.
Deimos la miró, sin ninguna emoción—. Dámelo, Berenice.
La chica se lo tendió, sus ojos grises perdiéndose en una pequeña sombra que le asomaba por la túnica. Deimos la miró empezando un enfrentamiento de miradas, pero ella la retiró intentando normalizarse. Cuando sus manos se rozaron, ella la retiró enseguida—. Aléjate de mí, Griffos.