9: El peso de una mano

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chapter 9: El de un verano triste como el invierno

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«Andromeda Black miraba con los labios entreabiertos por la mirilla de la vieja puerta de madera.
La abrió envolviendo con sus brazos enseguida a la pequeña figura que esperaba temblorosa tras ella, abrazando con fuerza a Berenice Black.

— ¿Berenice?— la Ravenclaw no respondió, si no que se fijó en los ojos oscuros y felices de su prima. Andromeda se había graduado ese mismo año y se había marchado con Ted Tonks.
El curso siguiente Berenice no podría correr a los brazos de su prima acogedores en la biblioteca, porque Andromeda había dejado de ser una Black.
Bernie sospechaba que lo había dejado de ser incluso antes de entrar en Hogwarts.

Se veía contenta, con la melena castaña cayendo por sus hombros y un vestido sencillo veraniego. Sus rasgos seguían reflejando aristocracia pero estaban definidos con seguridad que Andromeda Black había desarrollado perteneciendo con orgullo a la casa de las serpientes.

Berenice volvió a abrazar a su prima siendo correspondida al instante—. ¿Cómo se te ocurre estar aquí? Podrían matarte en cuanto se enteren, Bee.

— ¿No me vas a invitar a pasar?

Andromeda rodó los ojos y retrocedió incitándola a entrar. La menor de las Black contempló el vestíbulo de la modesta (pero bonita) casa y como estaba absolutamente limpio—. Tía Druella aprobaría esto...

Andromeda soltó una leve risita negando con la cabeza—. Madre no aprueba nada, Bee— entraron a la cocina—. Es más, tío Aphard me contó que le mandó un vociferador cuando se enteró que había venido aquí.

— ¿El tío estuvo aquí?— Andromeda asintió mientras preparaba el té de frutos rojos, Bernie bufó—. Últimamente solo se acuerda de Sirius.

Andromeda notó como la expresión infantil de su prima se ensombrecía ligeramente y anotó mentalmente regañar a su primo por una carta—. Sirius es... Sirius— le pareció escuchar «un imbécil» salir en un susurro por lo que la regañó con la mirada.

— Me gusta tu casa— la mayor sirvió el té dándole una taza que Berenice reconoció enseguida mirándola con sorpresa—. ¿Cómo la tienes?

— Cissy me la subió junto con otra llena de azúcar...— apuntó a la que era la favorita de Sirius—... cuando estaba en mi cautiverio. Luego, sospechosamente se dejó la llave de mi habitación en la mesilla. Y entonces me fui.

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