Capítulo 3.

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Miré la hora en mi reloj de muñeca que poseía desde hace tiempo, ya se me hacía tarde. Por mi mente solo se atravesaban los gritos de mi madre, y las burlas de In dándome de zapes.

Me despedí de la amiga de mi madre y salí de la tienda en busca de mi familia. La encontré en la entrada principal del cementerio, mi madre estaba entrando con sus velas y los adornos que le pondríamos a las tumbas de mis abuelos paternos y la de mi padre.

Por otro lado, estaba Aerin, quien compraba un ramo de muchas rosas de distintos colores y flores de varios países que emanaban un olor particular y, sin tocarlas, le daban un cosquilleo a mi nariz.

-Hasta que se te ocurre aparecerte Noah- dijo con seriedad mi hermana -Mamá estaba preocupada por ti.

Sin tomarme mucha importancia, me entregó los ramos que compró y me hizo entrega de la charola con los tacos de diversos alimentos. Caminamos dentro del pasillo estrecho que nos conducía hacia todo el cementerio, hasta como después de diez o doce pasillos caminando, entramos a uno, y a otras seis tumbas hacia dentro, estaba la sagrada lápida de mi padre, y a su costado derecho otras dos, quienes eran de mi abuela y abuelo.

Dejamos todos los adornos en el suelo e hicimos una reverencia frente a la tumba de los tres.

-Extraño bastante a mis abuelos, y ni qué decir de mi padre.

Me puse de cuclillas frente a la tumba de mi progenitor, y acaricié lentamente la parte de arriba de la lápida.

-No estés triste por su pérdida hijo, seguro que ellos desde el otro lado del puente de la vida han de estar rezando por nosotros y nuestro bienestar.

Mi madre se acercó a mi y me envolvió en sus brazos como hace tiempo no lo hacía, de una u otra manera me transmitía confianza.

-Hay... Noah... Eres igualito a tu padre.

Me miró con ojos de ternura y yo sólo le devolví una reconfortante sonrisa.

-Pero mi padre no era un miedoso como Noah- Dijo Aerin mientras comía de los tacos.

Mi progenitora volteo su cabeza para mirar a In.

-En Noah veo una luz radiante y llena de paz. Por lo que mi hijo es más valiente de lo que tú crees Aerin- ella volteo de nuevo hacia la tumba de su marido.

No lo noté a simple vista, pero supongo que mi hermana ya lo tenía planeado.

Me levanté de mi posición de cuclillas y caminé hacia la charola para tomar un taco, notando que Aerin estaba de espaldas y de cuclillas en la dirección opuesta a las lápidas, pero antes de que mis pequeñas manos tomaran un taco, In saltó, tomándome de sorpresa y gritando.

- ¡Huy, Eyeless Jack!

Tenía puesta una máscara azul, con los ojos completamente negros, y de éstos se aparentaba que salía un líquido negro. Por lo que chillé, no literal, pero pegué un grito que llamó la atención de mi madre. Ella, saliendo a mi defensa, se levantó y enojada le gritó a mi hermana.

- ¡In Aerin! - Gritó enojada, llamando la atención de una pareja que estaba a unos metros de distancia - ¡De Jack no se habla en nuestra familia!

Un poco triste por la regañada, Aerin se quitó la máscara y se la guardó en su mochila.

-Sólo estaba jugando ma'.

-Ten hijo.

La de cabello castaño y lacio me hizo entrega de un yoyo, un yoyo que siempre había anhelado desde que cumplí mis diez años. Y por fin lo tengo.

Después de unos minutos, y al término de que nos comimos los tacos, divisamos muchas sillas acomodadas en columnas y filas, como si en el mismo cementerio fueran hacer una misa en conmemoración de algún difundo o persona importante para Seúl.

Los tres nos encaminamos hacia aquel lugar. Agarramos tres sillas en la primera fila y la gente empezó a juntarse, después llegó el sacerdote Yoon, un hombre muy querido y respetado por nuestra comunidad. Como éramos de las pocas familias que frecuentábamos su iglesia, nos hizo que pasáramos junto a su lado. Terminé pasando yo solo, gracias a la idiota de In Aerin, que, por su flojera, se quedó sentado junto con mamá.

Mientras Yoon empezaba a hablar acerca de la importancia que tiene el día del Taeborum en nuestras vidas, y para las ánimas del purgatorio, noté la asistencia de un personaje característico entre las personas y conocidos que estaban sentadas en las sillas de la última columna.

La Leyenda de Eyeless JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora