1. If I could turn back time

37.4K 3.1K 1.6K
                                    



Había pasado una semana desde mi cumpleaños número catorce, muchas cosas cambiaron cerca de esa fecha, una de ellas fue mi inminente pubertad, los granos y el pelo graso eran un problema de todos los días, también fue el año en que papá conoció al Señor Hyukjae; tal vez esta fue la catástrofe que no pude prever. Y claro, ese fue el año en que la casa de al lado fue pintada y los matorrales en el frente se fueron. Pasó de ser una mansión abandonan a la pintoresca residencia de una familia suburbana.

A mitad de año, los Na se mudaron.

Recuerdo claramente el alboroto que eso causó.

A papá le encantaban los nuevos vecinos, decía que eran gente divertida, que parecían esas familias grandes que uno podía ver por la televisión y que nunca se aburrían.

En cambio, mi madre que siempre había sido una mujer refinada y seria, opinaba algo completamente distinto; según su postura —y lo digo tan formalmente porque sus palabras siempre sonaban de esa manera— eran personas sin clase, que habían ganado la lotería, o algún juego para personas de poco intelecto y habían emigrado a un buen vecindario para aparentar algo que no eran.

Yo decidí no opinar al respecto y terminar mi desayuno, era lo que siempre hacía en momentos como ese, ya que se debería de considerar suicidio hablar en contra de las palabras de Lee Naeun, El único valiente había sido mi padre: Lee Donghae y había terminado casándose con ella.

Era graciosa la forma en que cuando peleaban él se acercaba a mí y susurraba "Ves, esto es lo que pasa cuando contradices a una mujer, te casas con ella".

Nunca había tenido un cruce directo con los nuevos vecinos, siempre saludaba con la mano cuando veía al señor Na escuchando la radio por la mañana a la misma hora en que me iba al instituto, o le daba una pequeña venia a la señora Na cuando me la cruzaba por el mercado, pero ese era el único contacto directo con los vecinos de al lado.

Digo directo porque mi habitación daba a la de unos de sus hijos, el chico era un enigma tan grande como su familia. Siempre estaba con los auriculares puestos, caminando por su cuarto mientras leía un viejo comic de Batman.

Al principio, apenas podía notar el revolotear de su cabello al pasar. Después, comenzó a parecerme entretenida la manera poco común que tenía de matar el tiempo.

Tal vez, al oír esto suene como un verdadero acosador, pero quién podría culparme cuando las tardes se me hacían eternas y solitarias, en cambio, era entretenido observar a Na Jaemin haciendo cosas de un adolescente atípicamente normal.

Sabía su nombre porque tenía un pequeño papel pegado con cinta adhesiva en el vidrio de su ventana. Las letras me hacían sonreír, eran grandes y disparejas, coloreadas de un tono verde. Parecía ser una clase de costumbre suya; muchas veces encontraba diferentes notas pegadas a su ventana, las cuales eran difíciles de comprender desde la distancia, pero eran una especie de recordatorio para sí mismo como "Pág 125" o "separar la ropa por colores" , la más peculiar de todas hasta ahora tenía que ver con cubiertos: "aléjate de los cubiertos, son demasiado confusos".

Observarlo no era algo de todos los días. Muchas veces su cuarto quedaba en penumbras por una semana o hasta más tiempo.

Al principio creí que se había dado cuenta de mi presencia y por eso no deambulaba por su cuarto, aunque si este era el caso ¿por qué diablos no compraba unas cortinas y asunto arreglado?

Bueno, eso era precisamente porque el hijo de mis vecinos era un signo de pregunta tan grande que hasta mamá no tenía opinión sobre él.

Los Na tenían tres hijos, de los cual solo conocía a Yuri. La menor del clan me estaba esperando cada día sentada en frente a casa con sus dos coletas y un caramelo de menta que extendía hacia mí. Ella siempre me sonreía mostrando el espacio frontal donde debían de ir sus paletas.

Al parecer yo le agradaba mucho, porque a pesar de que no era muy hablador, ella gastaba una hora y media del mediodía en contarme todo sobre su vida, desde lo que había hecho en la escuela hasta como su hermano se enojaba cuando ella agarraba su balón de fútbol.

Lo raro era que dicho hermano no era el que yo esperaba, sino el mayor de 18 años en ese entonces. La escuchaba atentamente para descubrir cualquier dato sobre el acertijo viviente a quien solía espiar, pero de este nunca soltaba palabra. Era como un fantasma.  Hubo un tiempo en el que era muy idiota para pensar que esa teoría podría ser cierta.

Un día de diciembre, cerca de navidad, se lo pregunté a mi padre.

–¿Papá, crees en los fantasmas?

Él y su nuevo amigo Hyukjae estaban tomando una cerveza en el pórtco, y ni siquiera me miraron cuando lo dije. Ambos tenían la vista perdida en el frente, un peso que no había podido distinguir se asentaba sobre ellos como una nube gris. Fui un idiota al no darme cuenta de que algo andaba mal.

La noche de año nuevo era seguramente la que más recordaba de ese año: La señora Na había tocado timbre, sus ojos preocupados encontraron los míos cuando abrí la puerta. Lucía angustiada, como si un meteorito estuviese a punto de colisionar con la tierra. Preguntó por un adulto y yo me debatí en a quien pedirle que le atendiera. Mi padre estaba sentado en la mesa decorada, mirando fijamente la cena, los abuelos conversaban con el tío y este abrazaba a su esposa quien esperaban a su primer hijo para finales de mayo. Miré a mamá, pero ella estaba somnolienta por el alcohol, aun manteniéndose erguida para lanzarle dagas a mi padre desde el otro extremo de la mesa.

El whisky era su mejor amigo durante esos días.

–Llamaré a mi padre– fue mi respuesta y solo tomar esa decisión bastó para cambiarlo todo.

Porque, esa misma noche, cuando llevábamos a un inconsciente chico en el asiento trasero del auto junto con su madre al hospital, fue cuando el hombre a quien admiraba cometió su más grave error.

🦋

Mermar - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora