Había notado pequeñas cosas diferentes en casa, pero al parecer no quería darme cuenta de lo que estaba sucediendo.Primero, Mamá siempre estaba pasada de copas. Segundo, la casa estaba más desordenada de lo común. Y, en tercer lugar, la forma en que mi padre me miraba, como si me pidiera perdón antes de lastimarme.
Muchas veces lo descubría con una vieja foto en la mano, mi mamá la había sacado en mi primer día de clases, papá estaba agachado y entre sus piernas yo no podía dejar de llorar.
A mí no me gustaba meterme en las peleas de mis padres, por eso no preguntaba nada al respecto, pero eso tuvo que acabar cuando, en una tarde lluviosa, mamá apareció en la casa de los Na llamando mi nombre como si sacarme de allí fuese su única misión en la vida. Vestía tan prolijamente como siempre, con su falda hasta las rodillas y el blazer blanco sin arrugas. Me costó entender que, después de todo, yo formaba parte –mejor dicho, estaba en el medio– de los problemas. No mostraba ninguna emoción en su rostro, pero sabía que estaba enojada por la forma en que sin dirigirse a nadie más me arrastro fuera de la casa. Lo último que vi ese día fue el rostro preocupado de Jaemin.
Pasé una semana en casa de la abuela. La madre de mi padre para ser específicos, porque los padres de mamá ni siquiera les gustaba que los visitáramos. Papá me contó hace algunos años que eran personas de costumbres tradicionales y se habían enojado cuando mamá quedo embarazada antes de terminar la universidad.
Al contrario, la abuela Lee era despreocupada, amaba los programas de supervivencia y siempre estaba contándome anécdotas sobre su juventud. Eso incluía el día en que fue arrestada por mostrar el busto en una protesta política, o cuando fumó marihuana durante su graduación de secundaria.
El día que volví a casa las cosas de papá se habían ido.
Sentado en un sofá blanco, frente a mi madre que se había tornado más fría que nunca, fue la primera vez que la vi llorar. Y lloré junto a ella. No nos abrazamos, ni hubo palabras de consuelo, solo estábamos ahí el uno frente el otro mientras me contaba que los trámites de divorcio llevarían tiempo, pero que yo tenía la potestad de elegir con quien pasar mis días.
Era primavera cuando los dichosos trámites terminaron, mamá se hizo cargo de mi tenencia, pero pasaba los fines de semana con papá, este nunca me hablaba sobre Hyukjae ni yo se lo preguntaba. Manteníamos algo así como un pacto implícito.
Un miércoles mientras iba a buscar un cuaderno olvidado en el departamento donde se estaba quedando, fue que dicho pacto se quebró; estaban besándose como aquella vez en el hospital, papá sonreía y Hyukjae pasaba el pulgar por su mejilla como muestra de cariño. La mochila resbaló por mis brazos y aterrizó con un golpe sordo en el piso, el beso se rompió al igual que lo hizo mi corazón.
Pude ver en el rostro de papá la culpa haciendo acto de presencia. El odio no era un sentimiento agradable, pero era lo único capaz de sentir en ese momento; no por que estuviera intercambiando saliva con un hombre, o por el simple hecho de querer a uno, sino que parecía estar feliz mientras mamá se deshacía en lágrimas por la separación.
Corrí lo más rápido que pude y entré en la casa de los Na sin siquiera golpear, Doyoung me dijo alguna broma que no escuché, solo subí torpemente los escalones y abrí la segunda puerta en el corredor. Jaemin me miró sorprendido, pero en cuanto las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro el tiró el comic y se sacó los auriculares para abrir sus brazos, entonces lo abracé y él me lo devolvió, acariciando suavemente mi cabello.
Sabía que no iba a obtener palabras de aliento, pero así era mejor. Jaemin tenía su propia forma de consolarme, muchas veces cuando en casa las cosas iban mal o algo no funcionaba en el instituto, sin siquiera decirlo, Jaemin se acercaba a mí y apoyaba su cabeza en mi hombro o enterraba sus dedos en mis hebras como lo hacía con Zen.
El gato estaba mirándonos desde el cobertor. Se había apegado demasiado a su dueño y no le gustaba que nadie le prestase atención. Siempre que yo estaba cerca el pequeño gato negro saltaba hasta las piernas de Jaemin y rasguñaba mi mano cuando intentaba acerarme a mi amigo.
Qué tan deplorable me tenía que estar viendo para que ni él minino celoso interrumpiera nuestro abrazo.
Lloré silenciosamente, hasta que las lágrimas se secaron en mis mejillas y Jihyo gritó dese abajo que la cena estaba lista.
Fue agradable comer con varias personas en la mesa, ninguno preguntó que me sucedía, pero el señor Na me palmeó la espalda cuando se fue a dormir y Yuri me dio su porción de tarta con una de sus encantadoras sonrisas.
–Tendrás que casarte con ella cuando sean grandes– Dijo su madre en cuanto la pequeña desapareció con las mejillas sonrojadas.
–Harían una hermosa pareja– Doyoung bromeó al respecto.
Rasqué mi nuca, sin saber muy bien qué decir. Hasta que sentí una presión haciendo daño a la piel de mi mano escondida bajo el mantel. Al bajar la mirada descubrí los dedos de Jaemin arrugar mis nudillos. Sus uñas se detuvieron en el momento en que le miré.
Jaemin tenía los ojos fijos en el plato a medio terminar.
–¿Está todo bien?– susurré, solo para él pudiese oírme.
Algo lo hizo salir del trance, su mano se quitó de la mía y sus ojos abandonaron el plato para dirigirse a las pequeñas marcas que sus uñas habían dejado en mi piel.
Sonreí para tranquilizarlo y jalé su oreja como castigo; me detuve cuando golpeó mi rodilla con la suya.
En cuanto volví la vista a los demás presentes tanto Doyoung como su madre nos miraban asombrados.
–Cariño, ¿puedes ayudarme con los platos? – la pregunta iba dirigida al mayor en la mesa.
A Doyoung le costó quitar los ojos de su hermano menor, pero cuando nos dejó solos toda la extraña sensación desapareció. Y mi inconsciente volvió a atormentarme, quería quedarme allí un rato más, porque pensar en volver a casa me provocaba malestar, pero no podía quedarme, no hoy. Sabía que en el fondo mamá odiaba estar sola y mi conciencia me decía a estaba siendo egoísta sonriendo junto a los Na mientras mi madre sufría en soledad.
Me sorprendió encontrar a Jaemin observándome tan de cerca, él nunca se acercaba a voluntad. Ni siquiera parpadeaba, y como siempre, mi corazón sufrió una apuñalada.
–Debo irme.
Me costó decir esas palabras, el nudo en mi garganta convirtiéndose en algo duro y difícil de evitar. Jaemin no dijo nada más, yo me levanté para despedirme de los únicos integrantes de la familia despiertos.
Las voces estaban susurrando, y muchas palabras quedaban silenciadas por el ruido de los platos siendo enjuagados. Estuve a punto de interrumpirlos cuando mi nombre fue pronunciado.
"Confía en Jeno"
"Deberíamos decirle"
"No creo que sea lo mejor"
"Lo va a preguntar"
"Lo sé. Pero si se aleja-"
"No lo hará"
"No podemos estar segu..."
Y los susurros se detuvieron cuando el celular de Doyoung comenzó a sonar. Retrocedí hasta el recibidor y corrí hasta mi habitación.
🦋
Bueno, yo la verdad es que no entiendo como les gusta este fic, es un desastre 🥲 Pero gracias por bancarlo mi gente latino

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Mermar - Nomin
Fiksi PenggemarTenía 14 cuando su familia se mudó a la casa de al lado. Tenía 15 cuando vi a mi padre besarse con otro hombre. Tenía 16 cuando comencé a sentir odio. Tenía 17 cuando lo bese. PORTADA creada por la hermosa y talentosa @Kunhangucci a quien amo y admi...