7. Heaven

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La luz del sol estaba apuntando directamente en mi cara, tenía la vejiga llena y el brazo completamente dormido. Hubiese seguido durmiendo si no fuese porque el aroma a café llamaba mi estómago como un hechizo. Pero no podía moverme.

Pateé la sábana y la frazada hacia abajo, entonces, un ruido molesto me puso los pelos de punta. Cierto, no es mi cama.

Abrí los ojos en grande, fijándome con pavor que tenía una pierna encima de la cadera de Jaemin, y que su cabeza estaba puesta en el doblez de mi codo como un peso muerto. Tragué pesado, mirando hacia un lado, mejor dicho, hacia el rostro adormilado de Jaemin. El corazón corrió a mil por hora dentro de mi pecho, diablos, no sabía si quería entender por qué sucedía eso. Él hizo un nuevo sonidito molesto, más profundo que el anterior, jaló de la sábana para cubrirse con ella y tuve que rodar sobre mi costado para salir de esa trampa mortal.

No fue mi mejor performance.

Caí al suelo de manera deplorable, mirando con horror la tienda de campaña en mis pantalones. Jodido Dios. Y, si no fuese suficientemente malo, la puerta se abrió y el Señor Na apareció con el diario debajo del brazo y la taza de café en la mano.

Cubrí mis partes con el almohadón que había caído junto conmigo. Era algo normal, ni siquiera recordaba con lo que había estado soñando, pero seguía siendo vergonzoso. Él parpadeó confundido, mirando a su hijo dormido y simultáneamente a mí.

–Oh, Jeno, creí que tenías práctica por las mañanas.

Las tengo.

Miré el reloj en mi muñeca, gritando por dentro al constatar que eran las ocho de la mañana. El entrenador patería mi trasero huesudo si no estaba en la cancha en quince minutos, porque solo había dos cosas que no le gustaban al Sr. Park; una era que llegásemos tarde y la otra que estuviésemos más dormidos que despiertos, lo que significaba muchas horas corriendo y ejercicios de precalentamiento.

–Se canceló –mentí, sonriéndole como si no estuviese desesperado por saltar desde la ventana de su hijo.

Por suerte el Señor Na simplemente se encogió de hombros y dijo que podía quedarme a desayunar. Una vez la puerta se cerró y el silencio regresó a la habitación, me puse de pie al instante y caminé hacia la ventana.

La voz de Jaemin me detuvo justo antes de poner el pie en el borde.

–Jeno –pronunció. Tuve la mala idea de mirarle, a él, con la marca de mi brazalete en su mejilla y parte de su cabello aplastado. Al menos no hubo tiempo de sentirme enternecido, porque él levantó un dedo acusador y me observó como si fuese su peor enemigo–, haces demasiado ruido.

¡Agh!

Ahora podía incluir a la pequeña lista de cosas que sabía sobre Jaemin el hecho de que era malhumorado al despertar.

–Lo siento, lo siento.

Repetí, acercándome a la cama y pasando los dedos por su cabello para luego presionar mis labios en su frente.

No sabía por qué carajos había hecho eso. Me congelé, pero tuve que ponerme en movimiento antes de poder darle la oportunidad de asesinarme.

Salté a mi habitación con la gracia de un pingüino cojo. Al menos la erección había desaparecido y todo lo que me quedaba era un gran sonrojo en mi cara. Realmente tenía el corazón en la garganta.

Tiré la ropa al suelo y me puse el uniforme del equipo, fui directo al baño y mojé mi cabeza con el agua del grifo. Mamá tenía una especie de manía con la limpieza, por lo tanto, había que estar bañado antes de salir o se pondría como loca, claramente no tenía tiempo para una ducha y esperaba que no se diese cuenta del engaño.

Mermar - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora