18. Meaning of you

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Cuando tenía siete años papá me hizo ver Titanic por primera vez.

Le pregunté qué era lo qué sentían Jack y Rose, me dijo que se sentía como levitar en el aire, como si todo estuviese hecho de suave algodón y lo único solido fuese una persona, en ese momento no lo entendí y recuerdo haberle preguntado si eso tenía un nombre, él dijo que se llamaba amor.

Me hizo prometerle que un día conocería una chica como Rose, que me haría sentir poderoso y fuera de este mundo. Le había fallado, porque quien me hacía levitar y vivir en un cielo de algodón era un chico, uno con los ojos almendrados y el cabello desordenando. Y a pesar de que todo a mi alrededor era ligero cuando estaba con él, todavía existía cierta preocupación.

Se sentía jodidamente bien respirar en su cuello, hacerle cosquillas en la panza y vibrar con su risa. Desde que conocí a Jaemin él dejó en claro que no le gustaba el contacto físico, lo ponía incómodo y nervioso, pero bajaba sus barreras cuando era conmigo, lo que ponía mi corazón a correr una carrera a la par de la luz. Hasta que de repente la risa cesó y sus manos alejaron las mías.

–¿Que sucede? – pregunté contra su boca y él se puso rojo hasta el cuello.

–Se siente extraño –confesó pegándose a la pared, pero su pierna seguía estando entre las mías, el calor que nos ponía a sudar no importaba cuando estábamos juntos–. Hagamos algo más.

Se levantó de la cama y tomó alguna historieta olvidada en la repisa ordenada. Erguí la espalda, admirando el temblor de sus manos y la punta brillante de sus orejas. Sabía lo que le sucedía, porque a mí me estaba sucediendo lo mismo desde hacía un tiempo. La diferencia era que mi excitación era la de un estúpido adolescente, la de Jaemin estaba fuera de discusión, como si fuese una especie de figura religiosa inmaculada.

Me senté detrás suyo y él apoyó los codos en mis rodillas. Batman tenía una pelea con el pingüino que continuó en la página siguiente. Besé su mejilla, él torció el cuello y la historieta se le cayó de las manos. No sabía muy bien lo que hacía, solo quería tocarle un poco más, porque no podría hacerlo una vez atravesásemos la puerta de su habitación. Le cepillé la garganta con los labios y Jaemin hizo un ruidito de advertencia cuando mis dedos encontraron la piel de su cadera, pero se aferró a mi rodilla con más fuerza y se removió inquieto hasta pegarse a mi pecho.

El móvil vibró en mi bolsillo, lo saqué de mala gana. Había un mensaje de papá con un emoji patético al final, el sujeto no maduraba más, temí que ese fuese mi destino como su hijo, y, por lo tanto, heredero de su ADN.

La nariz de Jaemin rozó mi barbilla, la duda en sus ojos me desconcertó.

–No es nada –le dije, dejando el móvil a un lado nuestro–, debo ir a un lugar.

Olía agradable, entre la vainilla de su acondicionar y el detergente para ropa que Jihyo ponía en cantidades estrafalarias. Y a él mismo. Jaemin tenía la piel dorada por tantas horas leyendo bajo el sol de invierno. Olía a invierno para mí, lo que estaba bien porque esa era mi estación favorita. A él no le gustaba usar accesorios, pero siempre llevaba la pulsera enchapada que ponía el número de sus padres. El frío de la pulsera me tocó el tobillo. Su mano alrededor de mi piel parecía un ancla a esta habitación.

Me hubiese gustado estar encadenado a él. Sentí el sonrojo hacerse cargo de mi cara, porque pensamientos como ese no deberían estar permitidos.

–¿A dónde?

–A lo de mi padre.

Sus grandes ojos adquirieron un brillito feliz.

–¿Hyukjae también?

Mermar - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora