20. Falling in love

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Nunca esperé que tenerle entre mis brazos se sintiese tan bien, no había suavidad entre nosotros, éramos dos chicos grandes, pero me tenía un poco atontando la manera en que se ajustaba a mi alrededor, con sus manos rozándome la columna vertebral y la barbilla en mi pecho.

Me costó una eternidad apartar la mirada de él. Lo deseaba, deseaba a Jaemin con todo mi corazón. 

Lastimosamente era una condena el no poder estrecharlo más cerca y besar su rostro, sus manos y la punta de sus dedos, hasta que el frío desapareciera de su cuerpo. Pero sería como cavar nuestra propia tumba si hacía algo así frente a las dos mujeres que nos observaban atentamente. La señora Na me sonrió con cariño y tranquilidad, mamá, en cambio, hizo una mueca que destiló veneno. 

Y el de mi madre era un veneno muy frío. Congelaría a Jaemin, nos congelaría a los dos.

–Él ha insistido. Y Jaemin nunca insiste en nada– dijo Jihyo, aceptando darle la mochila a mi madre cuando esta se ofreció a sostenerla. –Creo que estará mejor aquí que con su tía, te agradezco que lo dejes quedarse con Jeno.

Se me retorcieron los sentimientos. Jaemin arrugó sus ojos y despegó los labios, agh, tuve que hacer mi mayor esfuerzo para evitar mirarle fijamente.

–No es ningún problema –Apenas podía escuchar la voz de mamá, todo lo que estaba en mis oídos eran mis propios latidos.

Entonces sentí las manos de Nana pellizcar mi espalda baja.

–Zen.

Fue un susurro casi inaudible, como un fantasma que solo los dos podíamos ver. Suspiré, resignando ante sus encantos que estaban amenazando con acabar conmigo antes de siquiera ser mayor de edad. Y es que si él me pidiese que le trajese un león yo caminaría en este momento hacia el zoológico, o incluso me tomaría un avión a la Sabana. Así de patético.

Miré de reojo a mamá.

Si tan solo no fuésemos alérgicos a los gatos.

Mamá– dije, interrumpiendo su charla y esperé que siguiese aparentando ser la perfecta mujer que le gustaba personificar. –Jaemin, eh, él tiene un gatito –Genial Jeno, tienes el don de la palabra. –Zen, el gato se llama Zen. Tal vez, ¿podría quedarse con nosotros hoy?

No me hizo falta verle más que el perfil para saber que su ojo derecho estaba titilando, siempre lo hacía cuando quería correr tras mi cabeza. Conté hasta cinco en mi mente, entonces ella se recompuso y se giró hacia Jihyo.

–¡Claro que el gato es bienvenido! – La sonrisa debía ser demasiado falsa porque ni siquiera la señora Na cayó por ella. Pero no dijo nada al respecto.

Una vez Jaemin volvió con el gato negro entre sus brazos y sin su madre para protegerlo, mi propia madre se acercó a mí y me susurró en el oído.

–Si ese animal rompe algo dentro de la casa te haré pupilo en Alemania, ¿entendido?

Asentí, como un soldado frente a su sargento. Al menos Jaemin estaba feliz, intentaba hacer que Zen saliese de debajo de las estanterías, pero el minino era una bolita peluda y crispada. Provocó que mi cuerpo se relajase y una sonrisa boba se me formó en los labios. Bien, todo estaría bien.

–Puedes encerrar al gato en el baño mientras comemos –le dijo mamá. –Ve a lavarte las manos, querido. Jeno, ayúdame con esto. 

Me dispuse a poner los platos en la mesa y a acomodar los cubiertos. Hacía pasado mucho tiempo desde que éramos más que nosotros dos para la cena, ah, y por supuesto la botella de vino estaba incluida. Últimamente se había vuelto más imprescindible que yo en la casa. Mamá dejó la carne asada en el medio y me entregó las servilletas, podía ver por la manera en la que se movía que no estaba para nada contenta.

Mermar - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora