Nadie me prestó atención cuando me acerqué a mi padre y le susurré lo que estaba sucediendo. Él me miró y en sus ojos pude ver alivio, como si escapar de la cena hubiese sido un gran premio para recibir.Esperé pacientemente, ocupando el lugar que le pertenecía a papá en la mesa, estuve a punto de rendirme ante el delicioso pastel frente a mí, pero la voz apresurada de mi padre provocó que el hambre saliese por la ventana.
En ese entonces no habría imaginado el motivo por el que mi padre decidió que yo debía acompañarlo cuando seguramente no contribuiría en nada a resolver el problema. Al menos a la señora Na no le incomodaba mi presencia, es más, mientras se sentaba en el asiento de atrás con uno de sus hijos en brazos, me agradeció por sostener a Yuri quien sollozaba asustada por el repentino mal estar de su hermano.
Solo sabíamos que la señora Na estaba sola en año nuevo con dos de sus hijos; su esposo y el hijo mayor se encontraban en Japón y los boletos de avión se habían cancelado por una tormenta demasiado fuerte y repentina. Cuando estaban por servir la cena, Jaemin se había desmayado en el piso y ella no sabía qué más hacer, estaban en una ciudad diferente y no conocían a nadie que los pudiese ayudar.
El chico era de mi misma edad, eso oí decir a su madre, y era por lo menos tan alto como yo. No podía medirlo estando este inconsciente en el asiento trasero. Lo que sí supe con certeza fue que era el mismo chico a quien observaba en las tardes. Lo delataba su cabello desordenado, castaño y ondulado, el hecho de que aun llevaba los auriculares alrededor del cuello y que tenía un post-it pegado en la ropa.
Pero había algo distinto, su piel estaba pálida y sus uñas moradas, la imagen de un fantasma me vino a la mente. Estaba a punto de entrar en pánico al ver que se asemejaba más a un cadáver en los brazos de su madre que al chico distraído que caminaba de un lado a otro leyendo una vieja historieta.
Llegar al hospital fue como si mis pulmones por fin se abrieran y dejaran al aire pasar cómodamente.
El lugar estaba casi vacío y había poco personal médico trabajando esa noche. Es en este punto en que me resulta difícil decidir si la llegada de Hyukjae había sido buena o mala. Por un lado, era un gran médico y no tuvo problema en ayudar al instante al chico que seguía desvaneciéndose en los brazos de la señora Na. Esa era la parte buena.
La mala era la forma en que agarraba la nuca de mi padre y presionaba sus labios contra los de él en el pequeño espacio para fumadores.
Estuve esperando demasiado tiempo a que recibiera un puñetazo, pero este nunca llegó y mi padre respondió al beso obedientemente.
En cuanto la escena terminó yo solo caminé hasta donde la señora Na se encontraba acurrucando a Yuri. No lloré, no hice un escándalo ni salí corriendo, solo me senté junto a ella y sostuve su mano. No sabría decir quién estaba consolando a quien.
El primer día del próximo año llegó con un cambio radical. Ahora mi cabeza era un lío, a papá le gustaba un hombre, ese hombre era su mejor amigo.
La señora Na me invitó a pasar las vacaciones con ellos en la cabaña de la playa, lo que sirvió para huir de casa, donde mamá lo congelaba todo con su fría presencia.
Tardé casi dos semanas en convencerla para dejarme ir con los vecinos. Ella iba furiosa por la vida, silenciosa. Habló por una hora con la señora Na. Regresó a casa y dijo que me pusiese a empacar.
Supe que las cosas iban en picada al ver la ley del hielo aplicada a papá.
Ella lo sabía.
Solía sentarme en la cama y observar a mamá armar mi valija, repitiéndome una y otra vez lo que debía y no debía hacer. No le conté lo de mi padre y el señor Hyukjae, lo supuse innecesario luego de escuchar las peleas en lo que ellos creían era voz baja. Los ruidos retumbaban en la gran casa que habitábamos y se filtraban por las paredes hasta el punto que ni la música en mis oídos era capaz de opacar sus voces.
Ahora era yo quien doblaba mi ropa con el mayor cuidado e intentaba no olvidarme de mi cepillo de dientes o del bloqueador solar.
Fue un viernes cuando me encontré cruzando la cerca de mi casa para dar con el patio de los vecinos, el auto estaba estacionado en la calle y el señor Na y su hijo mayor guardaban las maletas en la cajuela. En cuanto me vieron sonrieron alegremente y el chico que era demasiado alto y flaco levantó sin esfuerzo mi maleta colocándola sobre las demás como si estuviera jugando al Tetris.
–¿Jeno, cierto?
–Sí. Yo... gracias por invitarme.
No me gustaba hablar con desconocidos y aunque el señor Na me acarició la cabeza como si fuera otro de sus hijos, también me hizo sentir raro, no incómodo, solo raro.
La voz de una mujer sonó tras mi espalda y en cuanto volteé a verla ella me abrazó y, como si fuera lo más casual del mundo, pidió que la llamara por su nombre, JiHyo. Su apellido de soltera era Song, algunas veces lo usaba para escribir su columna semanal en una revista de bienes raíces radicada en Japón.
En cuanto a Yuri, solo puedo decir que parecía demasiado contenta con que me uniera al viaje familiar. Eso me dio un poco de confianza, se lo agradecí internamente.
Los adultos subieron a delante y el mayor de los hermanos que ahora conocía como Doyoung se sentó tranquilamente tomando como suya la ventanilla izquierda. Cuando estuve a punto de entrar, un pequeño empujón me alejó de la puerta y en cuánto entré al auto me fijé en el chico sentando en el medio, con los auriculares puestos y la mirada perdida en el frente.
Su cabello seguía siendo un desorden colosal.
Fue agradable de ver.
Relajado, normal, cálido. Diferente a como se sentía mi hogar.
El viaje transcurrió amenamente, Jihyo cargaba a la pequeña en su falda y esta volteaba cada tanto para regalarme una de sus sonrisas sin dientes frontales, Doyoung habló conmigo como si no hubiera una brecha de edades, a ambos nos gustaban los deportes, sobre todo el futbol.
En cuanto al chico sentado en medio que tanto había observado, ni siquiera parecía estar presente y aunque su madre tocó su pierna una vez en forma de caricia él no la miró, a ninguno de nosotros.
Parecía estar en otro lado, lejos del resto. Me pregunté qué era lo que estaba escuchando con tanta devoción.
Y rato después, por mi culpa exclusivamente, nuestras rodillas se tocaron. Él apartó la suya de inmediato. El corazón me dio un vuelco al mirar su perfil. Nunca creí que llamaría a un chico bonito, él lo era y eso me ponía de los nervios.
Me sonrojé, desviando la vista hacia el exterior.
Debía haberme vuelto loco.
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Mermar - Nomin
FanfictionTenía 14 cuando su familia se mudó a la casa de al lado. Tenía 15 cuando vi a mi padre besarse con otro hombre. Tenía 16 cuando comencé a sentir odio. Tenía 17 cuando lo bese. PORTADA creada por la hermosa y talentosa @Kunhangucci a quien amo y admi...