Mermar - Nomin

17. Garden song

—Tú y él...

Mis labios se abrieron, intentaba decir algo más, pero cuando di un paso hacia ella lo único que hizo fue salir corriendo.

Era egoísta, lo sabía. Porque, mientras sentía su desesperación, solo podía pensar en que nadie podía enterarse de esto, en que si alguien lo sabía entonces podía comenzar a despedirme de Jaemin. Y no quería eso, en absoluto.

Sujeté su mano antes de que alcáncese el picaporte de la puerta principal, ella mantuvo su cabeza fija en el frente. Era una chica alta, olía agradable y a todos les parecía bonita, entonces... ¿por qué no podía sentir nada por ella?, ¿por qué no se aceleraba mi corazón al sostenerle la mano?

—Xiyeon espera, lo que viste ahí arriba solo fue-

—Tú me gustas –exclamó, interrumpiendo mi pobre intento de arreglar las cosas.

Ah, cuando volteó me fijé en sus ojos llorosos y en su barbilla fruncida. Mentiría si dijese que no me dio pena y culpa en partes iguales. Quizá había estado tan centrado en mis propios sentimientos que no vi los de ella. Tal vez ese era mi nuevo talento: herir a las personas.

Pero, ¿qué culpa tenía yo de no corresponderle?

Ni siquiera sabía que le gustaba en primer lugar, bien, sí noté que tenía intenciones conmigo, pero jamás creí que iba en serio. Entonces se puso a llorar en medio de mi casa y se me estrujó el corazón. Que idiota soy.

—Xiyeon... lo siento, solo... por favor... no se lo digas a nadie.

Estaba a punto de caer de rodillas y mendigar por ello, pero ella hizo un sonidito que me heló los huesos. Fue desalentador ver el enojo amargo en su mirada.

—Wow, ni siquiera te importa lo que yo siento, ¿cierto? —dijo, abriendo la puerta y mirándome por sobre su hombro–. Debería decírselo a tu madre, no creo que le guste que tengas las mismas preferencias que tu padre.

Mis ojos ardieron, me temblaron las piernas cuanto menos. Entonces Xiyeon se marchó y todo quedó en silencio, hasta que dos manos se deslizaron desde atrás hacia mi cintura y un cuerpo firme y cálido se pegó a mi espalda.

Genial. Estaba llorando y siendo patético por las palabras de una tonta chica rencorosa, pero ella había golpeado jodidamente bajo para usar ropa con bordado de flores y oler a pastelitos de vainilla. Debería haber sido más cauteloso, o al menos ser valiente e ir tras ella para rogarle que se quedase callada.

En cambio, decidí quedarme justo en este sitio, en la entrada de mi casa con el chico del que no quería escapar reteniendo mis pedazos rotos. Cubrí sus manos con las mías y sentí la caricia de su nariz en mi nuca.

—Lo siento, haré que Zen vaya tras ella.

Sonaba tan amenazador como podría hacerlo un chico de su edad con un suéter esponjoso. Y entre toda la desesperación me sacó una risita. Me moví para verle a la cara, a sus ojos grandes y enfadados que se calmaron cuando vieron los míos. Debo haber sido lamentable para que Jaemin fuese el primero en empezar un abrazo.

Pero lo hizo, pasó sus brazos por mis hombros y me apretujó más cerca, hasta que encontré lugar en el hueco de su cuello. Y como que comenzaba a gustarme demasiado ser consolado por Na Jaemin. Él era fuerte y blando, cálido y frío. Ay, qué haría con la avalancha de sentimientos que me provocaba.

Pensé que estaba enamorándome.

Lo que era gracioso porque yo nunca lo había estado, pero lo sabía ahora. Sabía lo que se sentía querer estar con alguien todos los malditos segundos del día, lo que se sentía poder ser vulnerable por una vez en mi vida. Lloré abrazado a su cintura y le humedecí la piel, pero a él no le importó, apoyó la mejilla en mi cabeza y dejó que le embarrase con mis lágrimas.