Capítulo 10: Preferencias

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Estaba ahí tirada en el suelo nuevamente, la mascara de amargura con la que se había vestido Elizabeth no le había sido suficiente para lograr defenderse de su dolor. La voz que la llamaba como sospechosa le había generado un impacto tan fuerte que colapso con la poca estabilidad que intentaba producir el débil cuerpo de la señora Marquina.

Enseguida saltaron todos a su auxilio, en primer lugar su esposo Sabino que pedía ayuda a las autoridades, le seguía su hermana Sandra que apesar de los tratos que había recibido estaba ahí siempre para su hermana, Julio no tardó en ir a dar su apoyo también. Los demás intentarón ayudar no estorbando y dejando espacio para la inconsiente señora. Para el alivio de los preocupados familiares el Teniente Sabillon era un especialista y contaba con sus respectivos cursos de primeros auxilios y medicina de respuesta. 

No pasa nada, solo ha sido muy fuerte la impresión para ella —dijo el teniente— entre los que se encontraban ahí ayudaron a llevar a Elizabeth a su recamara donde quedo con Don Sabino cuidandole.

John Walton: Se encuentra bien la señora Marquina —preguntó a Julio que se encontraba ahí con cara de preocupación nuevamente—

Julio Marquina: Sí, ha sido un impacto para ella que la hayan llamado en el orden de sospechas supongo... —dijo para luego quedarse en silencio—

John Walton: Entiendo, no la culpo —respondió— bien, haré que pasen al siguiente sospechoso y dejaremos a la señora Elizabeth para después —se acomodo su corbata y comenzo a caminar hacia el despacho—

El detective se introdujo en el despachó y sin tardar mucho el siguiente sospechoso fue llamado a testificar. ¡Claudio Borges! —llamaba la psicologa desde el despacho— mientras que todo mundo volvía a cuestionarse porqué era el núcleo familiar el que estaba siendo colocado como primer lugar en las sospechas del detective. El joven camino temblando y sin poder ocultar como el sudor se desprendia de su cuerpo. Aquel era el camino más largo que había recorrido y después de pasar por esa alfombra eterna tomo asiento en el lugar señalado por la psicologa.

Adela Fajardo: Buen día joven Claudio. ¿Como se encuentra el día de hoy? —dijo sin voltearle a ver, mientras tomaba el expediente del joven—

Claudio Borges: B-bu-enos días —titubeo el joven con voz temblorosa y en un tono bajo—

Adela Fajardo: ¿Pasa algo? —cuestiono la psicologa—

Claudio negó con la cabeza y la psicologa siguió con la evaluación.

Adela Fajardo: Cuentame Claudio, como era tú hermana. Según tú no es necesario, te pido que seas muy honesto —dijo mirandole a los ojos—

Claudio miró hacia atras observando la puerta de la habitación volvió la mirada hacia la psicologa y luego la llevo al suelo.

Claudio Borges: Era una chica normal —respondió seco y cortante lo que llamo completamente la atención de la psicologa—

Adela Fajardo: ¿Te encuentras bien Claudio? —decía preocupada al ver las reacciones del joven—

Claudio Borges: Alexandra era la preferida de mamá... —comenzo a liberar lo que sentía de golpe— La chica perfecta, la que siempre tenía lo que quería. Mamá siempre nos miro de menos junto a ella. Hasta dijo que hubiese preferido que muriera Sofía o yo antes que Alexandra —dijo luego para romper en llanto y golpear sus piernas—

La psicologa se levantó rápidamente de la silla y acudió a consolar al joven dandole un abrazo e intentando tranquilizarlo.

Adela Fajardo: ¿Como puedes pensar eso Claudio? Los padres a veces cometemos el error de ser especiales con algún hijo pero dudo mucho que Elizabeth pueda preferir que muera alguno antes que otro —intentaba razonar con el muchacho—

Claudio Borges: ¡Usted no sabe nada! —decía entre un llanto incontrolable— yo la escuche decirlo, todos la escucharón. Ese día esa señora dejo de ser nuestra madre —dijo para luego quedarse sollozando—

Adela Fajardo: Todo esta bien Claudio —seguía intentando calmarlo poniendo su mano en la espalda del joven—

El joven poco a poco recupero su tranquilidad y la psicologa volvió a tomar asiento frente al escritorio donde empezo a anotar la conducta que había conseguido con su pregunta además de las fuertes declaraciones del joven Claudio.

Adela Fajardo: ¿Crees que podemos seguir? —preguntó—

Claudio Borges: Sí, está bien —respondió sin mucha convicción—

Adela Fajardo: —tomo aire y formulo la siguiente pregunta— ¿como era tú relación con Alexandra? 

Claudio Borges: Distante —respondió— no eramos muy apegados, ella tenía su vida y yo la mía. Cada quien en lo suyo, no me llevaba mal con ella eso sí, discutiamos como cualquier relación de hermanos y nos molestaba mucho pero supongo que es normal.

Adela Fajardo: Me alegra que no se llevarán mal ¿donde estabas tú cuando Alexandra murió? —dijo mirando al muchacho a los ojos—

Claudio Borges: Estabamos charlando con mis primos, no se en que momento sucedió pero yo después de la cena me junte con Ramiro, Karina y Sergio y charlabamos sobre chismes juveniles y el estudio —respondió—

Adela Fajardo anotaba todo lo que decía el joven y se preparaba para formular la pregunta final cosa que haría entrar a Claudio en una compleja encrucijada. 

Adela Fajardo: ¿Para ti quien es el culpable Claudio? —dijo y se quedo en silencio esperando la respuesta—

Claudio se quedo mudo, el dolor que habían causado las palabras de su madre lo habían tenido alejado del tema principal que era la muerte de su hermana. ¿Quien podría matar a Alexandra? —pensó— habían muchas razones que daba ella para que alguien le quisiera hacer daño pero hasta ese extremo... La cabeza de Claudio daba vueltas sin rumbo hasta que recordo un evento del pasado que despertó sus sospechas.

Claudio Borges: Creo que fue el esposo de mi tia Sandra... —dijo sin dar muchos detalles— 

La psicologa reviso los papeles y dio con el nombre del esposo de Sandra Marquina, el señor Enrique Solís. Puso el documento sobre la mesa y preguntó:

Adela Fajardo: ¿Tendría alguna razón el señor Enrique para matar a Alexandra? —cuestiono la psicologa—

Claudio Borges: Sí... vera señorita, Alexandra hace unos años divulgo un falso rumor sobre supuestas infidelidades de mi tio político que hizo que mi tia se divorciará de él y lo había arruinado por completo. Hasta que se supo la verdad y volvieron a estar juntos. Desde ahí mi tia y su esposo empezarón a odiar a Alexandra. 

Adela Fajardo: Ya veo, bueno Claudio. Muchas gracias por tú testimonio, puedes retirarte deja la puerta abierta al salir. 

El joven asintió con la cabeza y se despidió de la psicologa pero cuando se dispuso a abrir la puerta...






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