Capítulo 8: Besos y lágrimas

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Todavía sigo paralizada ante la escena que se alza delante de mí.

Tristan capta la indirecta de la Condesa y baja los brazos desanimado, como si de verdad tuviera ganas de matarle.

Eso me pone los pelos de punta, solo pensar en él asesinando...

Él finalmente se levanta, dejando a Will Drake excitado y confuso. Era el efecto de Tristan y yo misma lo había vivido en mis propias carnes.

La Condesa sale de la habitación seguida de él, quien me incita a realizar la misma acción.

Subimos en el ascensor hasta la habitación de Elisabeth, no sin tener cierto temor a que me asesinen o peor, me violen.

Ella cierra la puerta y se sienta elegantemente sobre el sofá, invitándome a ponerme cómoda.

Tristan no se a molestado ni en preguntar, simplemente se ha servido una copa y se ha apoyado contra el mueble bar, mirándonos.

-A juzgar por tu reacción sospecho que no es la primera muerte que vez, y aún más considerando que me has hablado de tu padre -me dice la Condesa.

No respondo, pero sé perfectamente que ella me ha entendido.

-La muerte es algo hermoso, pero efímero. Al menos si es fuera de estos muros... -añade la Condesa.

-¿Qué quieres decir con eso? -pregunto extrañada.

-Sé que has visto ya a más de un espíritu, entre ellos a mi difunto marido, James Patrick March.

-Entonces es cierto... Sinceramente, tenía la esperanza de que fuera todo una broma, sobre todo la parte del asesinato y eso.

-Entiendo, pero en este mundo cruel no se puede tomar todo a broma.

Miré a Tristan de reojo, y noté que estaba algo incómodo, pero se mantenía alerta todo el tiempo. 

No exageraban cuando decían que Elisabeth era temible.

-Lo he aprendido de la peor forma, me temo -le contesto.

-Mis tímpanos pudieron corroborarlo, querida. 

El silencio reina en la sala mientras Elisabeth hace una seña a Tristan para que nos sirva una copa a las dos.

-También estoy al corriente de que conoces el virus de la inmortalidad, Evelyn.

Mi pulso se acelera al instante. 

Nunca he hablado abiertamente de lo que podría ser ese virus extraño por el que me temían en mi pueblo y por el que castigaron a mis padres.

-Más o menos, no estoy del todo informada.

-Permíteme que aclare esas dudas que flotan en tu cabeza. Los que poseemos el virus estamos dotados de juventud y salud eterna, a cambio de una sed de sangre irremediable. Lo único que tenemos en contra es la tediosidad del día a día. La pasión es lo único que nos mantiene vivos, Evelyn.

Ella se levanta de repente, y se acerca a mí contoneándose con la suavidad de las olas. Se sienta en el mismo sofá y pasa una de sus manos por un mechón de pelo que se me había escapado por el rostro.

Entonces ella posa sus labios sobre los míos.

Abro los ojos como platos, he de decir que no me lo esperaba en absoluto. Ella se mueve como una experta sobre mi boca, y a mi me cuesta responder.

Me aparto bruscamente, pero la Condesa no se siente en absoluto rechazada.

Oigo una respiración fuerte, por lo que dirijo mi mirada a ese punto, descubriendo que se trata de Tristan.

Eternidad (Tristan Duffy y tú) AHS HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora