Capítulo 18: Por los pelos.

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Los gemidos, el calor y nuestros cuerpos chocándo entre sí es lo único que puedo procesar.
Noto los besos de Tristan, cómo me muerde el cuello, cómo llama a la puerta...

Espera... ¿cómo llama a la puerta?

-¡Dejad de monopolizar el baño para follar!

Nos separamos al instante, colocando nuestra ropa rápidamente mientras intentamos modular la excitación que todavía tenemos.

-¡¿Sabéis qué?! ¡¡Voy a llamar al segurata, ya veréis que gracia!!

-Vaya... más cosas para mi expediente -dice Tristan.

-No si puedo evitarlo... ¡Mira! -le señalo una ventana pequeña en lo alto del baño.

Tristan pone sus manos para que pueda subir y abrir la ventana. Entonces, me empuja hasta que llego fuera, rodando mi cuerpo ligeramente por la acera.

Entonces veo como él sube y, prácticamente de un salto, llega a la parte de arriba y sale justo cuando el segurata entra de una patada en el baño.

-¡Os pillaré, salidos de mierda!

Nosotros le vemos ponerse rojo por la ira, pero no podemos evitar reírnos justo antes de salir corriendo. Casi nos pillan... por los pelos...

Corremos por los callejones de Los Ángeles dados de la mano, hasta que Tristan frena de repente, me da la vuelta y me besa.

Parece que quiere continuar con lo que estábamos haciendo, pero me separo suavemente.

-Eso tendrá que esperar... -digo. Después le muerdo el labio inferior y le sonrío.

-No sé que es lo que pasa, pero me gusta.

Llegamos al hotel Cortéz, nos montamos en el ascensor y subimos, sin mirar mucho a los botones. Él me toma en brazos, me apoya contra la pared, yo le rodeo con las piernas y dejo que me bese en el cuello. 

-Veo que la pasión os ha consumido. Pero... ¿qué os trae a mi habitación? ¿Quizás queréis algo más?

La voz de la Condesa nos paraliza.

Tristan me baja lentamente, poniéndose delante de mí, con una actitud protectora.

La Condesa se levanta de su sofá, colocando su bata de seda blanca mientras se acerca a nosotros contoneándose, como siempre.

-Acercáos, no seáis tímidos. No debéis avergonzaros porque os haya encontrado en está situación.

Obedecemos su ''sugerencia''. Vemos como el ascensor se cierra detrás de nuestras espaldas, haciendo que nos sintamos como si nos hubiéramos metido en la boca del lobo.

Y en cierta manera, así era.

Sin embargo, no veía ningún comportamiento hostil en ella. Incluso podría decirse que le divertía.

-Sentáos, por favor. Que descortés sería por mi parte dejaros ahí.

Ella se sienta en el borde de su cama, y nosotros en el sofá, todavía sin comprender cuáles son sus intenciones.

¿Cómo nos va a matar? ¿Apuñalados? ¿Desangrados? La incertidumbre me corroe.

-Me alegra haberos encontrado a estas horas. Ya estaba preocupada... Lleváis unos días en los que no se os ve por el hotel prácticamente.

La Condesa nos mira fijamente, como si nos estuviera estudiando, como si fueramos sus pequeños ratoncitos encerrados en una jaula de la que no pueden escapar.

-¿Pensábais que no me iba a dar cuenta?

Se me para el corazón, y sé que el de Tristan lo haría si latiera todavía.

-Era algo de esperar... dos jóvenes, impetuosos y llenos de vitalidad... A veces me dáis envidia. Ojalá pudiera sentir esa pasión de juventud al unirte a alguien a quién apenas conoces.

Un momento. ¿La Condesa se piensa que sólo es físico?

-Sabíamos que te agradaría... -dice Tristan, mirándome a los ojos para darme a entender que era una estrategia.

-¿Y por qué no me lo dijistéis antes, queridos?

-No queríamos que lo malinterpretara -le digo- La gente tiende a confundir los sentimientos con las pasiones.

Es verdad que llevaba toda la noche sin reconocerme, nunca había sido tan... descarada. Sin embargo, me gustaba ver como podía usar esta nueva faceta a mi favor.

-Tienes toda la razón, querida. La gente de ahora confunde el deseo con el amor verdadero... -responde mientras se levanta.

Entonces se sienta de nuevo en el sofá, esta vez a mi lado. Tristan se altera un poco, pero le toco suavemente con el codo para decirle que todo está bien.

-¿Sabes? Me pareces una criatura muy curiosa. Despiertas una serie de sentimientos extraños a todo aquel que se acerca a ti. Está claro que eres especial -me dice, colocando un mechón de mi pelo detrás de mi oreja.

-No creo que sea cierto, señora Condesa...

-Oh, por favor, llámame Elisabeth. ''Condesa'' es demasiado formal ahora.

Veo como empieza a pasar una de sus manos por mi pierna derecha, acariciándola. No aparta su mirada de mí.

Me pongo nerviosa, tiemblo como un flan. ¿Qué diablos está pasando?

-Llevaba un tiempo pensando si hacerlo o no... pero Evelyn, vas a ser mi nueva creación -dice justo antes de subir su mano hacia mi ropa interior.

Yo no sé cómo reaccionar, y creo que Tristan tampoco, aunque no aparta su vista de mí... y eso me gusta por alguna razón.

Ella se acerca a mi rostro mientras aparta mi ropa interior de su posición original para poder tocarme. Suelto un gemido sin querer y eso hace que la Condesa comience a devorar mis labios.

Tristan ya no se contiene y empieza a besarme en el cuello, todo es muy intenso, no sé quién me toca dónde, no sé que está pasando y, sobre todo, no se por qué estoy accediendo a ello tan fácilmente.

Llega un momento en el que la Condesa se levanta del sofá, se arrodilla ante mí y me quita la ropa interior. Entonces, sube mi vestido y juega con mi cuerpo a la vez que Tristan me toca los pechos y me besa.

No puedo resistir ésto.

A continuación se acerca a la cama, instándonos para ir con ella. Se quita la bata de seda para dejar a plena vista su cuerpo vestido únicamente con un collar de plata.

Se tumba en uno de los lados de la cama mientras Tristan me ayuda a levantarme dado que estoy demasiado cegada por el éxtasis.

-¿Estás bien? -me susurra, besando mi cuello.

Yo le respondo poniéndo sus manos en la cremallera del vestido. Él capta la indirecta y lo desabrocha, dejando caer mi vestido en el suelo. Ahora estoy completamente desnuda, pero no me siento vulnerable.

Nos acercamos a la cama y Elisabeth toma mi mano para guiarme. Me tumba a su lado y se pone encima.
Me muerde y me acaricia por todas partes, no soy capaz de procesar ni dónde ni cuándo.

Tristan se quita la ropa, se sube a la cama y, mientras la Condesa se aparta para dejarle espacio, él se tumba encima de mí y se introduce dentro de mí.

Comienza a moverse, primero lentamente, mirándome a los ojos. Luego, aumenta la velocidad a la vez que la Condesa procede a besarme de nuevo. Acerca su cuello y esta vez soy yo quien la muerde...

Después de un par de horas, todo vuelve a quedarse en silencio.

Estamos tumbados en la cama de la Condesa, y mi razón ha vuelto por completo.

Ella sabe que estamos juntos, pero quizás pensando que es físico, al igual que lo que acaba de pasar, puede que podamos escapar sin que nos pille.

Estoy confusa... ¿Así que ésa era la diferencia entre el deseo y el amor?

Gracias, Elisabeth, por aclararme aún más que lo que siento por Tristan no es sólo un encaprichamiento como lo de ahora, por mucho que me hubiera gustado.

Lo que nos unía era algo tan fuerte que incluso la distancia entre nuestras pieles era agonizante. 

Eternidad (Tristan Duffy y tú) AHS HotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora