Lunes, 30 de marzo.
Steven.
Termino de desayunar mi cereal con leche, mi madre esta revisando las cuentas y su cara de tribulación no me dice nada bueno pero tampoco nada nuevo. Mi hermana revisa su celular mientras también come.
Todo esta en absoluto silencio.
Todo porque hoy es 30 de marzo, fecha maldita.
Todos en casa estamos en absoluto silencios y nuestros movimientos se ven en cámara lenta, sin ánimos. Nuestras caras no expresan muchas cosas, todos estamos idos aunque estemos haciendo actividades cotidianas. Los colores fúnebres de nuestras ropas inundan los focos de nuestros ojos, inundando nuestros pensamientos y corazones de profunda tristeza. Nadie admite, pero no es necesario.
Las palabras sobran cuando abundan los hechos.
Trato de esconder la diminuta lagrima que cae por mis ojos, me levanto del desayunador, dejo el plato sucio sobre el mesón. Tomo mis cosas y me dirijo hacia la puerta. Pero no salgo por esta, pues unos sollozos silenciosos me hacen volverme hacia donde provienen.
Mi madre.
Me acerco a ella y la abrazo por el cuello, me parte el alma en pedazos diminutos verla así, ella hace que me ponga igual y no quiero llorar antes de ir a trabajar.
—Te prometo que cuando venga de trabajar iremos todos al cementerio, mamá .
—Es que lo extraño tanto—Rompe a llorar, provocando que mi hermana también lo haga en silencio—Ha pasado todo este tiempo y aun no lo supero y ya no se que hacer.
—Yo también lo extraño, mamá. Aun recuerdo ver a mi padre ensangrentado en las noticias sin saber lo que pasa, ver las caras felices de verlo muerto, es realmente doloroso.—Tomo su rostro en mis manos y trato de hacer que me mire hacia los ojos, aunque mis ojos estén cristalizados tambien.
—Mierda—Murmura mi hermana caminando hacia nosotros, aprovecho y nos unimos en un abrazo lleno de penas tristezas y recuerdos dolorosos de los que solo manifestamos días como estos.
A veces me dan ganas de ir en busca de los responsables de su muerte, pero se me pasan cuando me imagino como un simple muchacho paralizado sin poder hacer nada. Nos separamos aun con nuestros ojos cristalizados.
—Somos, fuimos y seremos fuertes, no hay que ser débiles ahora.—Les fortalezco y dandole entender de que me tengo que ir.
ESTÁS LEYENDO
GARRAS Y ESPINAS.
Acción•Terminada• Somos las rosas de este gran jardín al igual que somos las cazadoras en este inmenso valle. Podemos llegar a ser la ternura misma como la violencia encarnada. Somos bellas y quizás perfectas pero tenemos un poder, un veneno que puede con...