Capítulo 3. Nos volvemos a ver

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Después de la ducha, Shuichi fue a recostarse a su cama. Le dolía todo el cuerpo, en especial... aquella parte tan íntima de su anatomía que nadie había conocido... hasta hace apenas unas horas.

Extendió su mano hacia el buró que se encontraba a la derecha de su cama para abrir el primer cajón y sacar una caja de pastillas. Abrió el empaque nuevo y se dedicó a observar su contenido. Agradecía que su vigencia fuera de diez años. Dios bendiga las nuevas tecnologías.

«¿Qué diría mi padre si viera que al fin estoy usando estas pastillas?». Tomó una y la tragó rápidamente. Ni siquiera necesitó agua de lo pequeña que era. «En realidad... esperaba no tener que usarlas nunca...».

Se acostó y estuvo dando vueltas en la cama hasta que el cansancio lo venció.

***

A partir de ese momento, Eiri experimentó una obsesión. Empezó a comprar esclavos para practicar. Quería ver que diferentes sensaciones podía obtener... pero no pasaba nada. Si, sentía placer, pero nada comparado con lo que había sentido al llegar al orgasmo dentro de aquel muchacho y no entendía por qué.

«Quizás fue porque era la primera vez que lo hacía...».

Decenas de cuerpos pasaron bajo su cuerpo. Los hacía gozar, gritar de excitación y placer hasta la locura y alcanzar más orgasmos de los que alguna vez habían conseguido, pero él seguía sin sentir nada especial.

Algo de lo que se dio cuenta, fue que sus parejas de noche alcanzaban varios orgasmos, mientras que él, a duras penas conseguía uno de moderada magnitud. No entendía por qué. Inclusive fue a hablar con su hermano Tatsuha, que ya le había contado que había caído en la misma tentación. Aún con esa duda, seguía noche tras noche probando cuerpos, tanto vírgenes como experimentados, obteniendo el mismo resultado.

Hiroshi empezó a notar este comportamiento cuando recibió órdenes de su amo de encargarse de los esclavos. No le gustaba repetir. Cada mañana llegaba a hacer la limpieza a la habitación de su amo, para encontrarse con una maraña de sábanas arreboladas sobre un cuerpo durmiente. Su amo salía muy temprano y lo dejaba a cargo de sus aposentos. Su deber era regresar al esclavo al almacén para que le modificaran la memoria. No podían permitir que se fugara información con respecto a las actividades personales que realizaba.

Cuando un kaizoku ya no quería a su esclavo, estos eran enviados al almacén de esclavos para que su memoria fuera borrada y ponerlo de nuevo en venta aunque a un precio más bajo que lo que originalmente había costado. Después de todo, ya se trataba de mercancía usada.

Esto estuvo sucediendo diariamente durante varias semanas. Hasta que un día llegó solo con una amplia sonrisa de satisfacción y prepotencia en los labios.

—Amo, ¿desea algo en especial? —preguntó curioso ante una sonrisa que pocas veces había visto en su amo.

—No. Voy al estudio. Puedes retirarte.

—Gracias amo. Con su permiso.

Hiroshi se fue a su habitación habiendo cumplido con sus obligaciones de mayordomo. Mientras, el kaizoku se dirigía al estudio, había tenido una junta con Tohma, de la que estaba seguro iba a ser tan aburridas como solían ser... pero no fue así.

Todo sucedió de manera inesperada.

***

—Bien, empecemos.

Eiri estaba sentado en la mesa junto con sus hermanos. El caso de los hermanos Uesugi era peculiar pues normalmente los kaizokus solían tener solamente un heredero mediante reproducción asistida. Nadie sabía a razón por la que sus padres habían decidido tener tres hijos. Sólo Tohma.

Siglo XXX (Gravitation)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora