Capítulo 8. Excítame

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—Vendré por la mañana Shu —dijo Hiro despidiéndose.

—Gracias Hiro —respondió Shuichi en un susurro.

Hiro le mandó una mirada comprensiva y se dirigió a la puerta de la habitación donde Eiri, su amo, se encontraba.

—Con permiso amo. Todo está tal y como lo pidió —explicó, haciendo una reverencia.

—Bien. Ve a mi despacho y tráeme la caja negra que dejé ahí. Cuando regreses, toca la puerta y deja la caja sobre el suelo. Después de eso, retírate.

—A sus órdenes amo.

Hiro salió de la habitación a realizar su encomienda. Hasta ese entonces vio a su esclavo cubierto con una bata de seda negra, dejando ver solamente las botas y parte de sus piernas.

—Veo que te has puesto la ropa que te mandé —Shuichi apretó su mano en el lugar donde se cerraba su bata, como tratando de impedir que se abriera mostrando su cuerpo, pero sabía que pronto eso sería inútil—. Permíteme contarte la naturaleza de ese traje. Lo que estás usando fue confeccionado bajo mi más estricto escrutinio. La tela es de las más finas que se pueden encontrar. Ésta y la talla las escogí buscando las mejores proporciones. Alzó su brazo, y con su mano, tomó la bata de Shuichi y la retiró lentamente, deslizando la tela lentamente sobre su cuerpo hasta caer al piso.

Una franja rosada apareció sobre el rostro de Shuichi. Odiaba sentir como esos ojos gatunos lo recorrían impregnados de deseo y lujuria. Esa mirada recorrió su cuerpo desnudándolo de la poca ropa que tenía. Acariciando cada curva, cada parte de su cuerpo con esa simple mirada.

Sus ojos se conectaron por unos momentos. Todo lo que los rodeaba dejó de existir. Dorado y amatista. Inconscientemente sus rostros se fueron acercando lentamente. La distancia entre sus rostros se acortaba.

El sonido de toques sobre la puerta regresó la consciencia al kaizoku del abismo al que se había precipitado. Dándose cuenta de lo que iba a hacer, se separó y se dirigió a la entrada.

—Acuéstate sobre la cama —le dijo mientras se dirigía a la puerta.

En el piso, fuera de la habitación, encontró una caja negra. Sonrió. Se había pasado toda la tarde escogiendo los mejores "implementos" para domesticar a su nueva mascota.

Se había quedado intrigado la noche anterior. Desde que había empezado con esa costumbre de cambiar de esclavo cada noche, nunca había logrado tener más de una erección. Tenía la curiosidad de saber si había sido pura casualidad o si era por causa de su nuevo esclavo. Si sólo Shindou podría lograrlo.

Cuando regresó, Shuichi ya se encontraba sentado sobre la cama.

—Esto es lo que usaremos esta noche. —Shuichi se le quedó viendo la caja que el kaizoku dejó sobre la cama cerca de él. Eiri tomó asiento en un cómodo mueble que se encontraba directamente enfrente de la cama— Abre la caja.

Dirigió sus manos hacia la tapa y la abrió. Eiri sonrió ante la cara de estupefacción y el intenso rubor que invadió a Shuichi. Dentro de la caja había un lubricante, unos cuantos consoladores, un rosario de cuentas blancas, y un aparato que Shuichi no conocía, que era una varita de metal conectada por un cable a un interruptor. Esta iba a ser una noche muy larga...

—Quiero que sigas todas y cada una de mis instrucciones si es que quieres ver a Ryuichi este fin de semana.

Shuichi abrió los ojos. Si se portaba bien y obedecía podría ver a Ryuichi en dos días. Sin siquiera pensarlo, simplemente asintió. Podría soportarlo, claro que podría.

Eiri ya había puesto en marcha su plan. Primero trataría de tener un orgasmo, sólo viendo al joven, y si después volvía a tener una erección, lo tomaría.

Siglo XXX (Gravitation)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora