Capítulo 31. Las pruebas

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Eiri observó al kaizoku que los esperaba en la entrada de NG. Un kaizoku de baja categoría, parte de aquellos que tenía las características fisiológicas, aunque no los coeficientes intelectuales menos sobresalientes entre la población kaizoku y que Tohma les asignaba los empleos más banales.

—Buenos días, Uesugi-san —dijo con voz pausada—. Los acompañaré a los laboratorios.

—¿Ya llego Tohma? —preguntó Eiri deteniéndose frente a él.

—Sí Uesugi-san. Se encuentra en su despacho.

—Vamos, Shuichi.

Eiri pasó al lado del kaizoku, siendo seguido por su esclavo. Shuichi observó las instalaciones con asombro. Varias personas recorrían enérgicamente los pasillos, principalmente kaizokus pavoneando esclavos.

Llegaron al fondo del vestíbulo donde una puerta metálica indicaba los ascensores. Eiri presionó su palma sobre un panel liso y la puerta desapareció. Shuichi abrió los ojos, sorprendido. Nunca había visto puertas así.

—Entra —le indicó a Shuichi—. Despacho principal —musitó cuando ambos estuvieron dentro.

Al instante, el cubículo cerró la puerta y comenzó a moverse, subiendo los numerosos pisos del edificio. La parte trasera del cubículo estaba hecha de cristal, permitiéndoles ver la ciudad mientras subían. Shuichi observó maravillado la hermosa vista de la gran urbe conforme amanecía y el cielo se despejaba, eso era, hasta que llegaba a los lindes de los suburbios, donde contrastaba en altura y luminosidad.

Cuando el cubículo se detuvo, la puerta desapareció nuevamente y ante ellos se mostró una amplia estancia casi vacía y al fondo una mujer estaba sentada frente a un escritorio. Una esclava, dedujo por su collar.

Cuando su amo comenzó a caminar, Shuichi salió de su ensimismamiento y caminó detrás de él.

—Uesugi-san. —La chica se dio cuenta de su presencia—, si me permite yo—

Antes de que pudiera decir algo, Eiri ya estaba presionando su mano en un panel y la puerta del despacho del gran kaizoku se había abierto. La esclava suspiró. Nada se le negaba a Eiri Uesugi.

La oficina central del gran kaizoku era el epítome de la modernidad con su terminal conectada al núcleo central de todo el edificio. Tohma ya lo esperaba, y con una sonrisa se levantó la mirada al verlo.

—Eiri... tan puntual como siempre.

—Quiero que se cumpla lo que pactamos, Tohma —masculló Eiri, acercándose a su escritorio.

—Pruebas parciales es lo que he ordenado para tu esclavo —afirmó.

—¿Tatsuha ya llegó?

La mirada de Shuichi se iluminó. Probablemente podría ver a Ryuichi en ese lugar.

—Sí, se encuentra en el área de fisiología. Sus pruebas comenzaron hace unos minutos.

—Amo... —Una dulce y tímida voz llamó la atención de los kaizokus—. Amo... podría... —Shuichi trataba de usar su voz más suplicante—, ¿podría ver a Ryuichi?

Eiri observó atentamente aquellas impresionantes pupilas que parecían no ser capaces de ocultar sus sentimientos. Súplica, timidez, vergüenza, añoranza. ¿Cómo se podían expresar tantas cosas con una sola mirada? ¿Sería que todos los humanos podrían hacerlo y nunca se había dado cuenta?

—Por favor...

Tohma observó el intercambio de miradas y frunció ligeramente el ceño. ¿Qué demonios estaba pasando ahí? ¿Desde cuándo Eiri dejaba que un esclavo se tomara tantas libertades como para hacerle esa petición? Algo había ahí que no le estaba gustando nada. Investigaría la situación, y de ser necesario, tomaría cartas en el asunto, pero mientras debería zanjarlo.

Siglo XXX (Gravitation)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora