Capítulo 14. Cena de Cortesía Parte I

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—Ya estás listo Shu.

Hiro había terminado de vestir a Shuichi para la primera parte de la cena de cortesía. Llevaba un short corto y un top unido a un collarín. Era un traje sencillo pero elegante.

—El amo ya debe de estar esperando.

Hiro lo acompañó hasta el vestíbulo, donde su amo lo esperaba. Shuichi podía sentir la penetrante mirada sobre su cuerpo, casi como si lo tocara con ella.

—Vámonos.

Eiri subió a su limosina y Hiroshi acompañó a Shuichi a subirse también.

—Buena suerte —susurró cerrando la puerta del vehículo.

—Gracias.

***

—Te deseo... no puedo esperar...

Dos sombras se apreciaban en aquella oscura habitación. La más alta tenía el cuerpo del más pequeño contra la pared y estaba devorando su cuello.

—Ah... espera... nos van a descubrir.

—Pero...

—Espera... —El más pequeño separó su cuerpo del mayor del suyo—. El amo nunca nos dejará estar juntos.

El menor pasó su mano por la mejilla del otro y acercó su rostro para besarlo.

—Debemos regresar. El amo podría llamarnos en cualquier momento.

—Lo sé.

***

Shuichi no pudo detener un ligero temblor en su cuerpo cuando el vehículo se detuvo frente a una elegante edificación. Un sirviente le abrió la puerta y bajó, caminando hasta llegar a espaldas de su amo.

Frente a ellos se erguía una gran mansión casi tan imponente como la de su propio amo. En la entrada lo esperaba ese kaizoku de nombre Claude junto a uno de sus esclavos.

—Eiri.

Con un ademán, Claude le indicó que entrara, seguido de su esclavo, y lo siguiera a uno de los salones. Shuichi observó al esclavo que seguía a Claude de cerca. Un chico mucho más alto que él, alto y de espalda amplia. Cabellos y ojos negros que solamente le dieron un vistazo antes de ignorarlo y caminar detrás de su amo.

Entraron al salón y Shuichi se maravilló con la estancia. Era un lugar muy ostentoso y amplio. En las paredes lucían hermosos cuadros. En algunos de ellos aparecía un joven de espaldas, o recostado sobre una cama con las sábanas arreboladas en blanco y negro, pero no se distinguía bien su rostro, sólo una larga cabellera carmesí.

En el centro el salón había dos muebles acomodados alrededor de una pequeña mesa, una exquisita pieza de ebanistería en tono oscuro. Al lado de los muebles, tapizados en tela con ribetes de oro, había dos almohadones finamente bordados.

Tomaron asiento. Los kaizokus en los cómodos sillines y los esclavos en los cojines.

—Eiri... —dijo Claude, tomando un tono serio—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Hablaremos de eso más tarde.

Con reticencia, Claude entendió que Eiri quería hablar después, en privado, los esclavos. Cambiaron de tema, de los viajes que Claude había hecho en búsqueda de la expansión de territorio kaizoku.

La hora de cena llegó y los esclavos fueron llevados a un comedor. Shuichi y el otro esclavo iban siguiendo a un sirviente en completo silencio.

—Hola... me llamo Shuichi —comentó, tratando de romper el pesado silencio que cernía sobre ellos, sin embargo, el otro esclavo ni siquiera se inmutó—. Eh... ¿tienes mucho tiempo aquí?

Siglo XXX (Gravitation)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora