Capítulo 6. Sin opción

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—¿Quién eres? —preguntó Ryuichi sin dejar su mirada de miedo ante ese desconocido.

—Tu nuevo dueño —contestó el kaizoku con su sedosa voz.

Tatsuha se tomó unos momentos para observar a ese humano que, por petición —casi orden—, de su hermano tendría que convertirse en su sirviente.

—¿A qué te refieres? —Ryuichi comenzaba a desesperarse ante la mirada sin escrúpulos de ese hombre sobre su cuerpo.

—A que a partir de ahora eres de mi propiedad y estarás a mi servicio.

¿Qué? ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde demonios estaba? ¿Qué era lo que estaba sucediendo? No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Ahora tenía dueño?

—¿De qué estás hablando? —Por favor, eso debía de ser una broma, y una broma muy pesada.

—Gracias a tu amigo Shuichi Shindo, de ahora en adelante deberás llamarme amo.

—¡Shuichi! —El de ojos azules recordó la redada, el disparo que había recibido Shuichi y como se los habían llevado a ambos por separado a diferentes lugares—. ¿Dónde está? ¿Qué le sucedió? —insistió, tratando de levantarse del catre, pero las cadenas se lo impidieron, cayendo al suelo.

—Tranquilo, no te lastimes —dijo Tatsuha con una risa sardónica—, dañado no me sirves.

—¿Dónde está Shuichi?

—No tengo por qué darte explicaciones, pero supongo que de todas maneras lo sabrás. Ustedes dos estaban destinados a encarcelamiento indefinido, pero por alguna razón, mi hermano Eiri está interesado en tu acompañante.

—Shuichi...

No... Todo era culpa suya. Acceder a traficar ese cargamento de drogas había sido idea suya. Y ahora Shuichi...

—A cambio de que tú no terminaras en el mercado negro de esclavos, te convertirás en mi esclavo por tiempo indefinido.

—Que... ¿qué pasó con Shuichi?

—Tranquilo —respondió con una sonrisa que lo último que lograba era ser tranquilizadora—. Podrás verlo en las exposiciones de esclavos y una que otra ocasión... siempre y cuando, me sirvas bien...

En esta ocasión, fue una sonrisa lasciva la que recibió Ryuichi. Su suerte estaba echada. Siempre y cuando estuviera a lado de ese kaizoku, podría ver a Shuichi. De momento no le quedaba otra opción. Con el tiempo, quizás podría trazar un plan para escapar de aquel destino.

—Y bien... ¿cooperarás? —preguntó con un gesto de impaciencia. Cada minuto en ese lugar era tiempo perdido—, o tendré que someterte a la fuerza.

—¿Cuándo podré ver a Shuichi?

Tatsuha cada vez perdía más la paciencia. ¿Qué acaso este humano no entendía que ahora él era el amo? ¿Qué ahora él hacía las preguntas y daba las órdenes?

—Este fin de semana será la exposición de nuevos esclavos, posiblemente Eiri lleve a su esclavo.

Ryuichi solo bajó el rostro y asintió en entendimiento. Tatsuha metió su mano derecha en su saco y de ahí sacó una cajita negra aterciopelada. Ryuichi se le quedó viendo, temiendo lo peor. Había escuchado rumores acerca de lo que significaba ser un esclavo... tenía algunos conocidos en común con Shuichi y había oído acerca de los kaizokus que se metían con humanos, y no le quedaba alguna duda de que Tatsuha perteneciera a ese grupo. Entre los delgados dedos del kaizoku apareció un anillo.

Tatsuha se acercó a una de las paredes y oprimió su pulgar en una pantalla que estaba a un lado de la puerta. La pequeña pantalla analizó su huella digital e hizo un sonido agudo, y después las esposas que ataban las manos y pies de Ryuichi cayeron abiertas.

Siglo XXX (Gravitation)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora