Del odio al amor

Capítulo 27

Elsa no lo podía creer. Había dejado atrás a su hermana, su reino y la única vida que conocía porque no era aceptada, ni siquiera por su familia - exceptuando a Anna -, nunca había encajado y, aunque todo el mundo suponía que esto se debía a que tenía magia, no era del todo así, ella guardaba un secreto que nadie, absolutamente nadie sabía.

Prefería a las mujeres, siempre se había sentido de esa forma y nunca lo dijo porque sabía que esa sería la gota que colmara el vaso. Por eso, cuando se enteró que no era hija de quienes ella creía, aprovechó para devolverle todo a Anna, la verdadera heredera y ver si podía empezar de cero en otro lado. Ser ella misma. Anhelaba no tener que fingir que era otra persona, dejar de ocultarse y reprimir sus sentimientos para que nadie se enterara.

Y ahora descubría que sus madres, sus verdaderas madres, eran igual que ella no sólo por la magia, sino que también preferían a las mujeres. Elsa quería llorar de alegría. ¡Iba a poder ser ella misma sin temor al ostracismo!

"Soy madre." Susurró Emma levantándose de la silla. "Soy madre otra vez." Corrigió sin inflexión en la voz. Pestañeó un par de veces. "Nadie va a venir a arrebatarme mi familia." Levantó la vista del piso hacia Regina. "¡¿Tenemos una hija?!"

Regina sonrió con toda la cara, se levantó y le hizo una seña a Elsa para que se acerque. La chica lo hizo con lentitud y quedó a centímetros de ambas mujeres. Las miraba con una mezcla de miedo e ilusión, ya no le importaba que la rubia fuera una idiota. Era su madre.

"Bienvenida a la familia, hija." Dijo Regina con voz llena de emoción y, como si se hubieran puesto de acuerdo, Emma y Regina abrazaron a su hija al mismo tiempo. A los pocos segundos, sintieron como otros tres cuerpos se unieron al abrazo.

Y el chillido amortiguado de Snow: "¡Soy tan feliz!" Seguido de: "¡Hoy es el mejor día en años! Tenemos una nieta nueva y mi bebé se va a..."

"¡SNOW!" Rugieron Emma y Regina al mismo tiempo. Snow se apartó de un salto llevándose ambas manos a la boca con los ojos abiertos como platos.

"¿Qué pasa?" Preguntó Henry mirando a sus madres y a su abuela con sospecha.

Regina no dejaba de fulminar a su suegra con la mirada, así que fue Emma la que tomó el mando de la situación, le pasó un brazo por los hombros a la reina y mirando a sus hijos por tuno, declaró: "Henry, Elsa, papá... Regina y yo nos comprometimos. ¡Nos vamos a casar!" Nunca nadie vio sonreír a la Salvadora tan amplia y felizmente, sin un mínimo de tristeza o preocupación.

Elsa sonrió, no estaba segura de cómo reaccionar, ¿acaso no estaban casadas ya? Henry las miró boquiabierto por unos segundos antes de soltar un aullido y lanzarse de cabeza a abrazarlas nuevamente. Se separaron lentamente, con lágrimas de felicidad rodando por las mejillas y labios sonrientes a más no poder.

Una aspiración fuerte hizo que los tres se giren hacia David, quien miraba a Emma llorando a más no poder. "¿Mi bebé se casa?" Preguntó retóricamente. Tragó saliva y puso las manos con las palmas hacia arriba para examinarlas. "Todavía te veo envuelta en tu manta, mirándome con esos ojitos celestes. Todavía huelo el olor a bebé." Dijo en voz baja. Levantó la vista y capturó los ojos de Emma. "Los mismos ojos. Y vuelven a brillar sin rastro de pesar." En una zancada Charming alcanzó a su hija, la envolvió en un abrazo de oso y le susurró al oído: "Te amo, Emma. Y me alegro de que por fin seas completamente feliz."

Regina intentó disimular su emoción sonriendo a Elsa, abrió la boca para hablarle, pero de repente, se vio con la nariz apretada contra en el fuerte pecho de Charming y rodeada por sus brazos. El príncipe la soltó lentamente y le cubrió la cara con las palmas de sus manos, mirándola a los ojos. "Nunca voy a poder agradecerte lo suficiente el que hagas a mi hija tan feliz." Inclinó la cabeza y la besó con dulzura en la frente.