Capítulo 12

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Pucherear: hacer pucheros. Sacar el labio inferior hacia fuera, gesto generalmente utilizado para dar lástima, si es hecho adrede o que se hace sin intención al comenzar a llorar (puchero también se le llama a una comida).

Pororó: pochoclos, palomitas de maíz, popcorn, rosetas, cabritas de maíz, etc.

Marsellesa: himno nacional de Francia

"¿Estás Emma? Cambio." Henry sintió un calorcito agradable recorrer su cuerpo ya que el hecho de hablar con su madre a través de un walkie-talkie nuevamente le trajo recuerdos de los inicios de su relación, pero el calor se apagó de golpe cuando recordó con amargura que por esa época fue cuando peor trató a su otra madre.

"Acá estoy, Henry. ¿Alguna novedad?"

"Todo igual... más o menos. Cambio." Dudó el chico.

"Henry..." Advirtió Emma.

"¡No es tan fácil, Emma! Mamá trata de no mostrar nada cuando estoy en casa así que tengo que andar espiándola para enterarme si mejora o no." El adolescente arrugó la nariz. "Sigue estando mareada aunque trata de disimularlo y moverse con lentitud, pero la novedad es que estos últimos dos días no come casi nada y no estoy seguro, pero puede que haya vomitado hoy a la mañana."

"Hasta acá llegó, chico. Mañana cuando nos veamos en Granny le informo que o va por sus propios medios al médico o la llevo yo." Declaró la Sheriff mientras caminaba de un lado a otro en su dormitorio.

Hacía seis días que Regina se había desmayado en el bosque aunque ella declarara que sólo había sido un mareo, cuando llegaron a la casa de la alcaldesa Emma se negó a irse como ésta le exigió, es más obligó a la Reina a sentarse en el sofá de la sala de estar; ya que Regina se negó rotundamente a ir a su dormitorio, y le preparó un té de hierbas. Cuando la alcaldesa intentó agarrar unos papeles para ponerse a trabajar su carcelera se los alejó y le dijo autoritariamente que se recostara y descansara o la llevaba arrastrando al hospital. No hace falta decir que si las miradas mataran, Emma ya estaría muerta y enterrada.

Cuando Henry llegó de la escuela ese día se encontró con una escena increíble, que no superaba ni de casualidad la de ver a sus madres abrazadas y desnudas en la cama, pero bastante asombrosa también por lo hogareña. Regina dormía pacíficamente en el sofá con la cabeza reposada en la falda de Emma quien leía "El amor en los tiempos del cólera". Cuando la rubia lo vio levantó con suavidad la cabeza de la mujer, cambió sus piernas por un almohadón y le hizo a su hijo una seña para que la siguiera.

Una vez en la habitación de Henry le explicó lo que había pasado en el bosque y le dijo en términos muy claros que quería que vigilara a su madre y si ocurría algo le avisara en seguida, además el chico debía comunicarse todas las noches por mensajes de texto, llamadas o walkie-talkie para darle un informe detallado de la salud de Regina. Ésta no debía enterarse bajo ningún concepto que estaba siendo espiada porque si no redoblaría sus esfuerzos para esconder los posibles síntomas de la enfermedad.

"Oookay, suerte con eso y espero que mamá no te rostice." Henry sonrió, sabía que a esta altura del partido las peleas entre sus madres ya eran más un juego que otra cosa.

"Tiene que hacerse ver, Henry."

"Ya sé, ma. Pero eso no significa que mamá te lo vaya a hacer fácil, odia mostrarse vulnerable ante los demás."

"Yo no soy 'los demás'." Bufó la rubia.

"No tengo ninguna duda, Emma. Después de todo lograste que se acostara con vos..."

Del odio al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora