Capítulo 19

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Emma estaba mirando televisión en el living del loft mientras de reojo observaba a sus padres moverse por la cocina, bah, lo cierto era que lo que menos hacía era mirar televisión. La mujer no podía dejar de pensar en que iba a ser madre nuevamente... ¡y por partida doble! ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo se las iba a arreglar? Emma Swan podía confesarse a sí misma sin vergüenza, que estaba muerta de miedo.

Sí, ella ya tenía un hijo, pero cuando este apareció en su puerta ya caminaba y comía por su cuenta, así que Emma lo único que había tenido que hacer era respirar, romper una maldición y matar un dragón para que el chico besara el suelo por el que pisaba, y si nos poníamos estrictos, con sólo respirar había alcanzado. Claro, después de todo el chico estaba empecinado en que su madre era la Reina Malvada, que lo era, pero él no creía que lo amara. ¿Cómo podía ser tan ciega una criatura? ¿Y tan desagradecida? Porque si había algo que no se podía negar, era lo mucho que Regina amaba a su hijo.

Emma suspiró. Bueno ella también había dudado de los sentimientos de la mujer hacia su hijo, pero puede que estuviera un poquito influenciada por lo perra que había sido Regina con ella y por las ganas locas que ella tenía de hacer borrón y cuenta nueva y vivir con su hijo como si nada hubiera pasado.

Pero con los mellizos la cosa iba a ser más complicada, ella iba a participar en la crianza, ¡ella iba a ser responsable de la crianza! ¿Y si la cagaba tanto que los chicos salían como Zelena? Sintió como un frío le subía por la espalda. ¿Y si los chicos salían a ella y terminaban en la cárcel? ¿Cómo se les enseña a unas criaturas a ser buena gente? ¿Cómo hacerles entender lo que está bien y lo que está mal? ¿Cómo evitar que abusen de drogas o alcohol? ¿Cómo criarlos para que fueran buena gente? La mujer sintió como comenzaba a temblarle el labio inferior, pero se vio distraía por Henry, quien se había unido a sus abuelos en la cocina y peleaba en broma con David.

Un pensamiento se abrió paso en la mente de la rubia: esta vez no iba a estar sola, Regina iba a estar con ella a cada paso y entre las dos, no iba a haber nada que se interpusiera en su camino. La alcaldesa había criado sola a Henry y sacando lo malcriado que podía llegar a ser el chico, nadie podía decir que la mujer no había hecho un trabajo excelente, Reina Malvada o no.

Una sonrisa suave se dibujó en los labios de la Sheriff. Esta vez iba a poder pasar noches en vela asegurándose que su bebé respiraba o porque alguno de los chicos tenía un dolor de panza o simplemente porque no quería dormir. Emma Swan iba a poder sostener a su bebé recién nacido sin temor a encariñarse, iba a poder amarlos con toda su alma porque sabía que nadie se los iba a llevar. Ella iba a cambiar pañales y a quejarse por lo que encontrara dentro, iba a poder bañar a sus hijos cuantas veces quisiera...iba a poder hacerlos dormir y a arroparlos al acostarlos. La rubia tuvo que pasarse una mano por los ojos para secar las lágrimas que inadvertidamente habían rodado por sus mejillas, lágrimas de alegría.

Aprovechando que Henry subió a la habitación de Emma para hacer la tarea antes de que llegara Regina a buscarlo, Emma decidió hablar con sus padres sobre su futura maternidad, porque no veía la hora de mudarse a la mansión de Regina, su futuro hogar. Una sensación de calor le recorrió el cuerpo al pensar en eso. ¿Quién hubiera creído que iba a ser Regina la que le iba a dar un hogar a Emma Swan?

La rubia se acercó a la barra y se sentó en uno de los taburetes mientras sus padres estaban de espalda a ella guardando algunas compras. La joven los observó unos segundos antes de carraspear para llamarles la atención, cuando Snow y David la miraron sonriendo les preguntó si podía hablar unos minutos ya que tenía algo para contarles. La solemnidad en la cara de su hija hizo que ambos padres asintiera con prontitud y que la sonrisa se desvaneciera a causa de la incertidumbre.

Del odio al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora