4.

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Wonho caminaba muy lentamente hacia el callejón donde había dejado escondida su mochila.

Agradecía que fuera de madrugada y que no hubiera tráfico, sino seguramente alguien ya lo hubiera atropellado.

Su cuerpo caminando automáticamente, su mente vagando en recuerdos y sensaciones.

No sabía lo que sentía, pero le gustaba sentirse así, con esa sensación hogareña y calida.

Ver a Hyungwon había destapado la caja de recuerdos que mantenía sellada desde algunos años atrás.

Se acordó de su infancia, del origen de su sobrenombre, de ese pequeño niño que él anhelaba ver feliz, de cómo se molestaba por que alguien lo tratara mal, de Mildred, del orfanato, de su tesoro...

Hyungwon estaba tan diferente, tan irreconocible que si no recordara bien sus facciones no lo habría reconocido.

No estaba soñando ¿verdad? El era Hyungwon, su Hyungwon.

Suspiró, la madrugada fue mejor de lo que esperaba aunque aún se preocupaba por que no sabía si habían puesto a Hyungwon a salvo.

Llegó al callejón, sacó su mochila y guardo la comida, debía irse de allí antes que la gente de los negocios empezara a llegar y armaran pleito.

Empezó a caminar, sin rumbo.

...

Abrió los ojos lentamente ante los rayos de sol que golpeaban su cara, sus ojos pesaban, le dolía mucho la cabeza y apenas tenía fuerza para moverse.

Miró a su alrededor y vio que estaba en su habitación aunque no recordaba haber llegado allí.

Involuntariamente sintió la necesidad de bostezar, pero soltó un quejido cuando sintió un fuerte dolor en la barbilla.

Levantó su mano izquierda como pudo para ver de qué se trataba ese dolor pero en ese momento ingresó la mujer que lo había cuidado desde que era un bebé.

Ella ya era una anciana, pero para Hyungwon, Linda era el único ser en la tierra que merecía todo lo bueno del mundo.

- No te toques allí Hyungwon, te dolerá más si lo haces.

- Linda... ¿Podrías explicarme que paso?

Hyungwon hablaba como podía, Linda rodó los ojos en respuesta.

- Si evitas el alcohol seguro que te ahorraras muchos problemas.

- No me digas que me heri a mi mismo...

- Claro que no, pero saliste a la calle y al parecer te quedaste dormido de pie mientras llevabas botellas en la mano, las botellas se rompieron y caiste al suelo, un vidrio se incrustó en tu barbilla y tuvieron que hacerte una pequeña sutura.

- Vaya... pude haber muerto inconsciente...

- Lo mismo digo yo, pero te aprovechas cuando no estoy, no se ni porque sigo aqui, eres demasiado necio.

- Sigues aquí porque te necesito Linda.

- Claro que no, ya eres mayor, seguro puedes cuidarte solo, debería poner mi renuncia ya.

- ¿Qué? No, no, no... Linda tu no puedes abandonarme... yo... sabes que no podría, además ¿donde quedó la promesa de jamás apartarte de mi?

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