Grace Collins es una chica de 19 años que vive con su madre, una mujer alcohólica y drogadicta que la trata a su antojo. Pero todo cambia cuando decide venderla con un hombre llamado James Hiddleston. Él es un delincuente muy adinerado.
Después de...
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-No creo que sea una buena idea, Adam.
Lo observo detenidamente mientras él se concentra en el camino.
-Lo es -sonríe sin mirarme-. Ya habías ido antes, ¿qué temes? Sólo quiero que conozcan a la persona que amo.
Doy un largo suspiro y muerdo mi labio.
-Es... Ella... La ramera rubia. A eso temo exactamente.
Adam se tensa un momento. Le incomoda recordarla tanto como a mí. Supongo que no la ha visto en un tiempo porque, como me contó, John le ha dado unas pequeñas vacaciones unos meses después de que terminó con su trabajo de infiltrado.
-Creo que no te lo he contado -dice.
Giro mi cabeza rápidamente hacia él y arqueo una ceja.
-¿Qué cosa?
-Ella... Ella ya no está aquí. Para ser más directo, la han ascendido a otro puesto, pero en Canadá. ¿Puedes creerlo? Ella está en Canadá, no molestará más.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro de forma involuntaria. Me pregunto por qué habría decidido aceptar el puesto, ¿no estaba tan obsesionada con Adam?
-Tranquila. Sólo te conocerán algunas personas.
La primera vez que vine a este lugar fue por una entrada diferente. Recuerdo la pequeña pelea que tuvimos Adam y yo aquí y cómo todos los oficiales y secretarias del lugar nos miraban y cuchicheaban entre ellos. Me pregunto si esta vez será de la misma forma.
Adam me toma de la mano y pasamos frente a todas las personas que se encuentran trabajando. Muchas dejan de hacer sus deberes y nos miran con interés.
-No dudo -me susurra Adam para que sólo yo lo escuche- que después de la forma que te besé ese día, hayan dudado que eres mía, pero sólo quiero dejarlo claro.
-Buenas tardes, oficial Driver-dice una mujer detrás de una computadora.
Adam la mira, le sonríe y le agita una mano a modo de saludo.
-Buenos tardes, Rosie.
Tiene los ojos color verde con un poco de sombras en los parpados, sus mejillas están rozadas artificialmente y su rubio cabello está sujetado en una coleta. A pesar de ese maquillaje, podría jurar que la mujer es hermosa, aunque supongo que no pasa de los cuarenta.
Me mira con una sonrisa, dejando ver una hilera de dientes blancos como perlas.
-¿Quién es esta chica tan linda? -pregunta.
Adam me mira lleno de orgullo y luego le sonríe a Rosie.
-Mi novia.
Yo sonrío y siento que mis mejillas se han puesto rojas. Me inclino un poco y estrechamos nuestras manos.