Parte LXVI: El peor error

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-No estés mal ya, Adam

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-No estés mal ya, Adam.

Miro a John, ha dicho la cosa más estúpida. ¿Cómo es que no puedo estar mal?

Me limito a extender mi mano.

-Dame las llaves. -le ordeno.

Comienza a buscarlas, y finalmente las pone sobre la palma de mi mano.

Las introduzco en la cerradura y giro la llave. Al cabo de un rato, giro la perilla para entrar.

Doy un leve silbido al entrar. ¿Cuánto tiempo tenía sin venir a mi departamento? Había olvidado lo grande y lujoso que era. Me había acostumbrado tanto a vivir en la maravillosa casa de James.

Al fondo hay unos sillones de cuero color blanco, una mesa de madera en forma circular y una pantalla plana. Recuerdo tantas cosas al llegar aquí. Cuando invitaba a mis compañeros (entre ellos John) para ver el fútbol americano. Comíamos pizza hasta quedar completamente llenos. Qué días.

-Adam -dice John, con voz neutra.

Dejo de admirar mi departamento y giro la cabeza para mirarlo.

-¿Ajá?

Parece que piensa un momento antes de decirme. Toma aire.

-¿Qué harás ahora que Harrison se escapó? ¿Intentarás atraparlo?

Enarco una ceja.

-Por supuesto que sí.

Él sonríe y se acerca para darme una palmada en la espalda.

-¿Sabes, hermano? Te extrañaba. Todos te extrañaban.

Quisiera poder decirle que yo también, pero la verdad es que ni siquiera pensaba en ninguno de ellos. Todo mi tiempo era para ella.

-Ya regresé -finjo una sonrisa.

John asiente.

-Supongo que quieres estar sólo.

Vaya. Me conoce muy bien.

-En realidad sí. Quiero revisar si todo está en orden aquí.

-Bien.

Vuelve a darme otra palmada.

-Vamos, Adam. Ya no pienses en ella.

-No lo hago -respondo fugazmente.

-Ya lo creo.

Se acerca hasta la puerta y antes de salir, agita su mano derecha para despedirse. Y finalmente se va.

Bajo la mirada y suspiro. ¿Ahora qué haré? Estoy solo. Únicamente yo, viviendo en éste enorme departamento. No tengo nadie con quien compartir lo que tengo. Ni con quien compartir mi amor.

Camino hasta el lugar donde se encuentra una enorme ventana con vista de casi todo Massachusetts. Bueno, no literalmente, pero la vista es grande. Puedo ver grandes edificios llenos de luces. Pantallas con anuncios. Todo esto hace que la ciudad esté iluminada. Pareciera que estoy en Nueva York.

Nueva York. Quizás sea un buen lugar a donde pueda mudarme ahora. De esa forma podría olvidarme de todo lo que pasó aquí. Me olvidaría de ella.

Pero, joder, ¿a quién quiero engañar? Ella jamás podrá salir de mi cabeza. Ninguna chica podrá sustituirla. Maldita sea, ¿qué es lo que me hizo para estar tan jodidamente enamorado de ella?

Me recargo contra el cristal y le doy un leve golpe. Mis ojos comienzan a arderme, son las lágrimas que ruegan por derramarse. Llorar yo por una chica. La única mujer por que he llorado es por mi madre.

Ahora ella cambió toda mi vida. La odio por hacerme sentir esto... ¿Odiarla? No, mejor dicho, me odio a mí por sentir esto. A ella no podría odiarla jamás.

Recuerdo una de las frases que me decía mi padre: 'Cuando un hombre llora no es símbolo de debilidad, sino una señal de sensibilidad ante la pérdida de la persona que realmente amó'

Vaya que tenía razón.

Me vuelvo a incorporar y camino hasta mi habitación. Ésta también es inmensa. La cama es enorme, podría compartirla con alguien más. Lo cierto es que la he compartido con muchas chicas. Sí, aquí es el lugar donde tenía sexo con cualquier mujer que lograra seducirme.

Ahora la única persona que quiero a mi lado es a ella. Maldita sea, ¿por qué carajos no logro sacarla de mi cabeza? Necesito escuchar su voz una última vez más.

Busco en los bolsillos de mi pantalón, hasta finalmente encontrar lo que buscaba: mi celular. Uno nuevo que adquirí, ya que el otro lo hice pedazos. Quizás todavía pueda explicarle todo. Es mi última oportunidad.

Su número lo sé de memoria. Mis dedos aprietan todos los botones que recuerdan. Lo pongo en mi oído en espera a que ella me responda.

Un timbrazo... dos... tres y cuatro. Si al sexto no responde no le marcaré de nuevo.

Mi corazón comienza a latir completamente alterado al escuchar su voz. ¡Me respondió!

-¿Adam...?-su voz se escucha como si hubiera llorado. No lo dudo.

Intento hacer que mi voz suene lo más calmada posible, pero mi desesperación por llamarla me gana.

-Sí, ¿cómo supiste? Grace...joder...Grace, ma chérie.

-¿Por qué me llamas? -su voz es un sollozo.

Mi respiración se agita.

-Porque... porque necesito decirte muchas cosas... yo...

-No quiero escuchar nada. Sé lo suficiente.

Trago saliva.

-No, las cosas no son así. Tú no entiendes por qué lo hice. Tengo que explicarte.

-Yo...-su voz se corta- no quiero escuchar nada de ti, Adam. Bueno, sólo una cosa... ¿Ése es tu nombre? ¿Te llamas Adam?

-Sí. Me llamo Adam.

Puedo escuchar mi corazón, pareciera un tambor de una banda de guerra.

-Está bien, Adam. Te contesté porque sólo quiero que sepas algo... No quiero que vuelvas a buscarme, ni llamarme, ni nada. Eres lo peor que me ha sucedido. El peor error, sin duda. Te... te odio tanto como te amé. -Eso es lo que hace que una lágrima caiga por mi mejilla- Por favor, no me busques más, ¿quieres? Vuelve a tu vida de antes siendo... un policía, acostándote con la mujer que te plazca, ¿qué se yo? Pero no vuelvas a buscarme.

-Pero...joder, ¿cómo me pides eso? Ni siquiera puedo sacarte de mi cabeza un segundo. Te amo y siempre te amaré.

Intento hacer que no note que lloro, pero accidentalmente dejo escapar un sollozo.

-Tendrás que hacerlo. Así como yo. Te olvidaré. Olvidaré que algún día te conocí.

-Yo no puedo hacerlo, Grace. Perdóname, jamás quise mentirte... perdóname.

-Lo siento, Adam...no puedo... no puedo perdonarte. Esto... esto se acabó.

-¡No! -Exclamo- ¡No, Grace! -pero es inútil seguir insistiendo, ella ya ha colgado.

¿Tenía que terminar todo de esta forma? ¿De esta forma tan... dolorosa? Ahora entiendo porque dicen que el amor duele tanto. Jamás pensé que lo sentiría. Pero me doy cuenta como el amor te hace pequeño lentamente, te destruye, hasta que te mata completamente.

Negocios Miserables {Adam Driver}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora