3. El alfa se hace cargo del celo del omega

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—Buenos días, señor Lightwood —canturreó Magnus cuando entró a la oficina de la dirección por la mañana.

Alexander, que estaba sentado detrás de su escritorio, sonrió con amplitud al mismo tiempo que extendía una mano en su dirección. En cuanto Magnus la tomó, fue tironeado en el regazo de su prometido.

—Buenos días, futuro señor Lightwood —respondió Alexander besando sus labios.

—Estamos en el trabajo, esto no es muy profesional —mencionó con una media sonrisa sin hacer ningún esfuerzo por levantarse.

—Por si no te has dado cuenta, no hay nadie en este piso más que tú, Lydia y yo, además de tu equipo. Aunque todavía es muy temprano como para que lleguen.

—De hecho, es algo que todavía no comprendo —respondió mirando el pasillo de afuera— ¿por qué desde que estableciste el laboratorio en este piso no está tu personal directivo?

Los brazos alrededor de su cintura se apretaron y la cola de Alexander azotó en el piso.

—No voy a dejar que ningún alfa se acerque a ti —refunfuñó su prometido quien tenía una posesiva e intensa mirada puesta en él.

Magnus rio con suavidad.

—Esto —señaló la marca en su cuello—, es una muestra de que no me encuentro disponible para nadie más.

El semblante serio de Alexander se tornó suave y preocupado.

— ¿Te sientes bien? —Susurró acariciando con suavidad su rostro.

—No quieras cambiarme el tema —respondió con una sonrisa traviesa.

—Estoy hablando en serio Magnus, estás sonrojado y tu frente está sudorosa —exclamó Alexander acercándose más

—Paranoico —respondió entornando los ojos. A decir verdad, tenía mucho calor, lo había relacionado con que el día estaba muy soleado—, entonces, ¿algún día regresará tu personal directivo a sus oficinas?

—Tal vez—respondió su destinado mirando con seriedad su frente.

Magnus sabía que su prometido no estaba poniendo atención a su conversación así que decidió cambiarla a un tema que estaba ansioso por tratar.

— ¿Saliste ayer con Izzy? —No pudo evitar sonreír sintiéndose divertido.

La mirada de Alexander cambió de nuevo, tornándose seria y sufrida.

—No tienes ni idea de lo que sufrí ayer —protestó su prometido—. Visitamos quince tiendas y todo porque Izzy no encontraba la corbata perfecta para el traje.

Magnus se carcajeó.

— ¡Qué bueno que te hizo sufrir! ¡Te lo merecías! —Logró pronunciar entre sus risas.

— ¿Por qué me lo merecía? —Mencionó Alexander indignado.

— ¡Porque me dejaste solo con tu hermana con los planes de la boda! ¡Y ni siquiera me advertiste de lo desgastante que es tratar con ella!

Alexander dejó caer sus brazos a los costados de su silla viéndose derrotado.

—Tienes razón, fue mi culpa. Me lo merezco —sus ojos brillaban con diversión mientras su tono era de un falso arrepentimiento. Lo que lo hizo sonreír, amaba verlo así, feliz e insinuante.

—Además —, continuó y se removió en el regazo de su prometido hasta que su cara quedó frente a una de sus orejas para susurrarle un secreto—, fue mi idea que visitaran tantas tiendas.

La vida con mi felino destinado (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora