20. Regresando a la vida habitual

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—Soy un desastre —se quejó Magnus mirándose avergonzado en el espejo.

Simon e Izzy bufaron al mismo tiempo.

—Hace dos meses que nació Max, es obvio que no tienes tiempo para arreglarte —dijo Izzy con desinterés sin despegar los ojos del pequeño que mantenía en brazos. El bebé hizo un ruidito, apresó el dedo de su tía y lo mordió con una gran sonrisa—. Vas a ser una pequeña bestia como tu papá Alec —dijo ella con mucho amor besando el estómago del bebé.

El sonido feliz de Max le provocó una sonrisa a Magnus quien se acercó a ellos y vio completamente enamorado los ojos azules de su pequeño. Era como ver a Alexander envuelto en su pelaje atigrado, era maravilloso y perfecto.

Durante esos dos meses, su esposo, se había negado a separarse de ellos hasta que los trámites en la empresa no pudieron esperar más y esa mañana a regañadientes tuvo que salir. No obstante, se aseguró de que Izzy y Simon lo acompañaran por si necesitaba algo.

Se sentó al otro lado de la sala y se removió un poco intranquilo.

—Oye, Izzy —susurró Magnus sintiéndose un poco dudoso—, ¿notaste algo extraño en Alexander esta mañana?

Ella despegó la mirada afectuosa de Max y posó una mirada insegura en sus ojos.

—Sí —comentó dirigiéndole una rápida mirada Simon—, se veía agitado y un poco distraído.

Magnus agitó la cola y agachó la mirada, por lo visto no había sido idea suya.

— ¿Sucede algo? —Habló Simón levantándose de su sillón y sentándose a su lado.

—Alexander debió entrar en celo desde hace un mes, nunca lo hizo y desde ese momento parece frustrado. Solo se mantiene tranquilo cuando tiene a Max en brazos, aun así, el lazo se siente caliente desde hace varios días y aunque no ha dicho nada sé que él también lo puede sentir.

— ¿Y qué hay de ti? —Preguntó Izzy— ¿cómo te ha ido en tu celo?

—No he tenido ninguno, solo me siento acalorado y muy incómodo.

Simon e Izzy se quedaron callados como si estuvieran procesando lo que había dicho.

— ¿Han intentado tomarse un tiempo libre?... quiero decir, que alguien se lleve a Max y ver qué sucede cuando se queden solos —sugirió Simon encogiéndose de hombros.

—No nos hemos separado de Max.

Se le quedó viendo a su pequeño sin saber si sería capaz de pasar unas horas sin su bebé, aunque también se dio cuenta de que ahora que tenía cierta distancia física de él, se sentía más acalorado e inclusive excitado.

—Ya no hueles a flores —comentó Izzy con tranquilidad—, tu aroma vuelve a ser dulce, así que, ¿por qué no intentamos lo que sugiere Simon? podemos llevarnos a Max a dar una vuelta y ustedes se ocupan de su... de su situación.

La inseguridad de Izzy le provocó una sonrisa, hasta donde sabía ella era todo menos puritana pues con ella podía hablar de estos temas abiertamente. Se sorprendió cuando Simon se levantó y la tomó del brazo, fue donde se dio cuenta del fuerte aroma de sus propias feromonas llenando la estancia.

—Por favor, llévense a Max voy a llamar a Alexander —pidió cuando sintió una corriente ardorosa en su vientre.

Izzy se levantó con el bebé en brazos y Simon tomó la pequeña maleta con las cosas del bebé para salir de la casa a toda prisa.

Con mano temblorosa tomó su celular y marcó el número de su esposo quien contestó al primer timbre como siempre.

— ¿Sucede algo? —La voz de Alexander se escuchaba jadeante como si estuviera sofocado. El tono de voz de su destinado le estremeció la piel y solo pudo emitir sus angustiados maullidos ansioso por tenerlo encima—, voy para allá —respondió antes de que colgara el teléfono.

Aventó el celular a otro sofá y casi se arrastró para llegar a la habitación, se sentía mareado y muy adolorido. Necesitaba de su alfa, quería sus manos recorriendo todo su cuerpo, anhelaba la lengua dentro de su boca y ser mordido hasta que la piel le doliera.

Cuando llegó a su cama ya estaba completamente desnudo y ardía por tocarse. Sin embargo, sabía que no sería lo mismo, necesitaba a Alexander, solo lo quería a él. Así que se limitó a maullar desesperado y estando boca abajo se frotó contra las sábanas mientras esperaba impaciente que su destinado llegara y saciara su deseo.

Pasó mucho tiempo, o al menos esa era su percepción al estar tan sudoroso y mojado listo para ser tomado cuando los pasos de Alexander resonaron en la casa. Podía percibir su respiración agitada a lo lejos mientras corría para llegar a él.

En cuanto lo escuchó jadear en el umbral levantó su trasero ansioso por sentirlo dentro, un segundo después ya tenía a su esposo encima completamente desnudo. Gimió con fuerza cuando sintió su piel caliente frotarse contra la suya.

—Extrañaba tu dulce aroma —gimió Alexander aspirando sobre su cuello.

Quería girarse para ver la mirada de Alexander, pero él no se lo permitió cuando se encajó en él sin ningún cuidado, solo embistió con fuerza y fue la sensación más placentera de la vida. Nunca se habían juntado sus celos y no podía estar más agradecido de que en ese momento fuera así, se sentía desesperado y no tenía que esforzarse por ocultarlo porque Alexander estaba igual.

Su esposo tomó su cola con fuerza y tiró de ella haciéndolo gritar, no tuvo tiempo de reaccionar cuando arremetió contra él imponiendo un ritmo rudo y fuerte. Lo único que podía hacer era retorcerse de felicidad y gemir con fuerza, sintió que pasaron años desde que lo habían hecho de esa manera tan salvaje. Alexander mordió su marca y se mantuvo de esta forma durante tanto tiempo que casi estaba seguro de que estaba por arrancarle la piel, aunque era tan placentero que no quería que parara.

Sintió cuando Alexander lo soltó para erguirse y él quiso hacer lo mismo, deseaba seguir sintiendo los colmillos de su esposo encajándose en su piel, aunque una mano lo tomó de la nuca y lo inmovilizó contra el colchón.

Su destinado aceleró sus movimientos creando sonidos hermosos del choque de sus caderas moviéndose juntas. El cuarto se llenó con el aroma de ambos y los sonidos de sus jadeos y gemidos guturales. El placer que se empezó a construir en su vientre se sentía tan fuerte que creyó que cuando se viniera iba a morir por la intensidad de todo.

La mano sobre su nuca se retiró para recorrer su piel y gimió al sentirla tomar con fuerza su erección.

— ¿Te tocaste antes de que viniera por ti? —Gruñó Alexander sin dejar de arremeter.

—No —jadeó aferrándose a las sábanas de la cama.

—Buen chico —lo halagó mientras lo masajeaba a toda prisa.

No pasó mucho tiempo y Alexander gimió corriéndose con fuerza a lo que Magnus jadeó y se vino también manchando las sábanas rojas que cubrían la cama.

Cuando sintió el perfecto peso de Alexander encima de él suspiró complacido, extrañaba mucho que su esposo se recostará de esa forma sin tener que ser cuidadoso por el miedo a lastimarlo.

—Todavía no tengo suficiente —gruñó Alexander a la vez que lamía su cuello.

—Yo tampoco —gimió restregando su creciente erección contra las sábanas.

Paró las orejas cuando Alexander se tensó.

— ¿Dónde está Max? —Preguntó de repente su esposo, su voz sonaba preocupada.

Luchó contra el peso de Alexander para girarse y poder observarlo, su destinado se colocó sobre los codos para darle un poco de movilidad. Se veía que estaba luchando entre su angustia y el deseo de seguir teniendo sexo.

—Izzy se ofreció a llevar a Max a pasear mientras nosotros recobrábamos el tiempo perdido —siseó desplegando sus garras y acariciando el torso de Alexander con ellas.

Los ojos de su esposo se fueron hacia atrás y arqueó la espalda. Su destinado se alineó y arremetió de nuevo hasta la empuñadura jadeando sobre su oreja.

—Entonces, recuperemos estos nueve meses.

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Me duele, pero hemos llegado al final de esta historia 😥😥, me enamoré mucho de estos gatitos y ya nada más falta el epílogo para terminar ☹️

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La vida con mi felino destinado (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora