Epílogo

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Cuatro años después...

— ¡Papi! —Gritó Max a la vez que corría por la oficina de Alexander con sus pasitos inestables.

—Hola, mi amor —dijo él levantándose de la silla y tomando en sus brazos a Max antes de que callera al piso.

—Lo siento, cariño —se disculpó Magnus recargado en el umbral—, íbamos pasando por aquí y Max se puso a llorar porque quería pasar a verte.

— ¿Me extrañas mucho, mi vida? —Habló su destinado besando las mejillas enrojecidas de su bebé.

—Sí —respondió el pequeño con un puchero—, quiero que nos acompañes al parque.

—Igual de demandante que el padre —murmuró levantando una ceja.

Alexander volteó a verlo con su brillante mirada y con una sonrisa de lado.

—E igual de hipnótico que su otro padre —respondió cuando atrapó esa pequeña cola atigrada que se ondeaba de una forma muy parecida a la de Magnus.

Por lo visto su pequeño Max aprendía muy rápido lo que veía en su entorno.

— ¿Crees que tía Izzy quiera quedarse a cargo de la oficina por un rato? —Insinuó Alexander chocando su nariz cariñosamente con la de su bebé.

— ¡No! ¡Tía Izzy también viene!

Izzy los visitaba casi a diario, no era extraño que Max se encariñara tan rápido con ella y Simon.

Alexander torció la boca a la vez que desviaba la mirada de manera pensativa.

—Entonces, ¿crees que tío Jace quiera quedarse a cargo?

—No lo sé —musitó Max mientras desviaba la mirada imitando la reacción de Alexander— ¡Sí! ¡A tío Jace lo llevaremos en otra ocasión!

—Bien, entonces ve por el tío Jace.

Su esposo dejó de nuevo en el piso al bebé quien se echó a correr tambaleante por la oficina.

— ¿Quieres que te acompañe, arándano? —Sugirió siguiéndolo con la mirada cuando cruzó el umbral.

—No, papi, yo puedo solito.

A veces le sorprendía lo maduro e independiente que era su pequeño, aunque al recordar su pasado y el de Alexander terminaba siendo comprensible que hubiera heredado ambos comportamientos.

—Es un niño maravilloso —susurró Alexander sobre su oreja.

Estaba tan concentrado en su hijo que no se había dado cuenta de cuando se había acercado su esposo.

—Tan maravilloso como tú —respondió y lo besó con dulzura.

— ¿Te han dicho que hoy luces especialmente sexy? —Gruñó su destinado besando su cuello.

—Y no sabes lo que traigo puesto abajo —siseó ondeando su cola y dejando escapar un poco de su aroma.

Alexander lo tomó de la cintura y aspiró con fuerza sobre su cuello.

—Estoy pensando mejor mis opciones y creo que Izzy tendrá que llevarse a Max al parque ella sola.

— ¡Claro que no! —Respondió con una gran sonrisa sacudiéndose las manos de Alexander de encima—, le hiciste una promesa a tu pequeño arándano —su esposo suspiró derrotado—. Aunque si te portas bien, en la noche te premiaré con algunas cosas que pienso hacerte.

Mordió con suavidad la oreja negra y vio con satisfacción cuando su destinado se estremeció.

—Tú puedes venir mañana con nosotros —decía Max a medida que Jace se acercaba a ellos con el pequeño en brazos.

La vida con mi felino destinado (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora