Capítulo 7

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Me pase el día de una lado a otros, resolviendo unos cuantos asuntos y llevando a cabo lo que tenia en mente ayer.

El día de hoy fue agotante pero me siento bien con el trabajo que he realizado hoy.

Ya voy camino a casa pero antes me gustaría ver a Helena y a el pequeño Derick.

La información que tengo de ella no cambia absolutamente nada, que me deba casi dos millón no es la gran cosas. ¿A quién le importa casi dos millón? A mi no. y tampoco me importa que trabaje para mí, lo que si me importa es ella, que sin importar las responsabilidades que tiene, las deudas, el compromiso de educar un niño, siempre tiene una sonrisa en el rostro. No hay día en que se borre su hermosa sonrisa de su rostro.

Nada va a cambiar como me siento cuando la tengo cerca, nada va a cambiar ese sentimiento de necesidad que tengo en este momento de besar sus labios.

Al llegar a la casa de Helena aparcó mi auto y me desmontó. Me dirijo a la entrada.

—No Derick, no me pegues eso.

La escuche gritar, camine por donde creí provenían los gritos y efectivamente. Helana y Derick estaban tirados en en suelo, con un envase con tierra e insectos.

—Hola— dije captando la atención de ambos.

—Holaaa. Estamos recolectando lombrices para mi proyecto de biología.

Helena simplemente se dedico a sonreirme.

—Derick creo que ya tenemos suficiente, hora de tomar una ducha.

Derick salio corriendo en dirección a la casa, Helena se iba a levantar del suelo, le ofrecí mi ayuda pero la rechazo, poniéndose de pie por si sola.

—Tengo las manos sucias de tierra y no me gustaría ensuciarte, te queda muy bien ese traje —dijo algo apenada mostrándome una de sus manos y en la otra sostenía el frasco con tierra algo húmeda con los insectos. Hasta había olvidado que vengo de traje.

En ese mismo instante se escucho un trueno y seguido de éste un diluvio de agua inicio a caer. Corrimos hasta el interior de la casa pero aún así nos mojamos un poco.

—Ya regreso— dijo y se perdió por las escaleras. Yo por otro lado me dedique a ver fotos que nunca me había fijado estaban. Hay una de una mujer de ojos verdes y cabello rubio, junto a un hombre de cabello rojizo y una pequeño con características de ambos tomados de la mano. Helena.

—Regrese— se anunció, me gira a ella, esta sosteniendo dos toallas.

Me extendió una— Debes secarte o podrás pescar un resfriado.

Hice lo que ella me sugirió.

—Eras muy tierna de niña.

—Mi padre diría que era lo más travieso que pudo haber.— le vi algo afligida—Iré a darme una ducha, quedas en tu casa.

Asentí y ella volvió a perderse en la escaleras.

—¿Charles?— me llama el pequeño Derick.

—Si pequeño.

—Me agradas.— dijo con tanta inocencia que me encanto.

—Usted igual a mi pequeño.

—Bueno, como la lluvia no ha cesado en este largo rato, hagamos la cena. ¿Les parece?— dijo Helena con el cabello suelto, vestida con unos jeans y un suéter blanco.

—Sii— grito Derick.

—¿Quieren chocolate? — pregunto.

—Con galleticas de jengibre, oh, no, de mantequilla. Si galleticas de mantequilla.

—Entonces galleticas de mantequilla serán. Y tu Charles ¿Prefieres algo?

Negué. Ella asintió y se dirigió a la cocina.

Acabo de tomar chocolate caliente con Helena y Derick, esta chica todo lo hace excelente; la lluvia aún no cesa y ya son pasada las nueve.

—Helena debo irme.

—No puedes irte con éste diluvio que está cayendo, enserio puedes enfermar.

Al final Helena no permitió que me fuera, Derick ya se fue a dormir, nosotros estamos sentados en un sofá conversando de temas triviales aunque estoy muriendo por besarla.

—Estoy loco por besar tus labios.— dije sincero.

—¿Quién te lo impide?— contesto lógica y yo lo tome como una invitación para besar sus labios.

Me acerque a ella y uní nuestros labios que era los que llevaba deseando todo el día.

— Llevaba todo deseando poder besar tus labios.—dije entre el beso

—Pues no te detengas.—dijo e intensificó el beso.

Sus labios se mueven al compás de los mios, apasionados, desesperados, sensuales.

Maldición.

No sé en que momento quedo sobre mi, mucho menos supe en que momento la despoje de su suéter e inicie a dejar besos por lo largo de su cuello.

—Helena.


K.R

Míster HartmontDonde viven las historias. Descúbrelo ahora