1. Ah, pero querías sacar tu lado albañil

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PEIGE:

Perdí la cuenta después de la novena vez que mi mamá me advirtió que tuviera cuidado con los extraños y las cosas que dan en la calle. Sobre todo por las pastillas azules. Esas cosas eran otra onda. En mi defensa, había sido un accidente.

Pero tía Oli le aseguró todas esas veces que cuidaría bien de mí. Además, según ella, era menos probable que, conociéndome, me metiera en esos problemas accidentales en Los Ángeles que en Monterrey, México, y no porque sus calles fueran más seguras, sino por mi patética y casi nula capacidad de hablar inglés. Por mi parte, no creía que mi mamá tuviera que preocuparse por mi despistado cerebro, sino por mi demente amiga, Paris. Esa tipa había fantaseado todo el vuelo con encontrarse a un viejo millonario para que fuera su Sugar Daddy.

ㅡCréeme, Paris, llevo mi vida entera buscando uno de esos ㅡ aseguró tía Oli sin apartar la vista de la calle ㅡ. Será más fácil que Peige aprenda inglés.

ㅡVaya, gracias ㅡ murmuré ㅡ ¿A dónde nos llevas?

ㅡVamos al restaurante en el que trabajo porque no preparé comida y ahí me dan descuento por ser empleada ㅡ arrastró las palabras al mirar en todas direcciones en espera de que algún otro auto pasara.

Paris y yo intercambiamos miradas. Poco antes de nuestro viaje, nuestros padres estuvieron bromeando sobre lo tacaña que podía llegar a ser tía Oli. Pues sí, pensé, también es de Monterrey.

ㅡ¡Llegamos! ㅡ anunció metiendo el auto en el estacionamiento para empleados, aunque no fuera a trabajar ㅡ Chicas, más vale que les encante porque en ningún otro lugar nos dan descuentos tan buenos.

ㅡPues más vale que sí, porque yo no sé cocinar ㅡ dije metiendo los pulgares en los bolsillos de mi pantalón. El aire olía a americano. Se me antojaron unos tacos.

Mary's, ese era el nombre del restaurante. No era tan grande como lo había imaginado, pero era acogedor. En la pared que estaba justo frente a la entrada colgaban varios reconocimientos, fotografías y estrellas de metal. Al principio creí que eran esas cosas de "premio a los mejores guisantes", hasta que leí el letrero que decía: "Nuestro salón de la fama". En las estrellas resaltaban los nombres de varios famosos, algunos muy recientes y otros de hacía tiempo.

ㅡ¿Y esto? ㅡ le pregunté a mi tía.

ㅡDe aquí han salido varios famosos ㅡ susurró con picardía.

ㅡ¡¿Qué?! ㅡ de pronto la idea de los tacos no era tan interesante ㅡ ¿Cómo es eso?

ㅡ¿Ves esa plataforma? ㅡdijo señalando un pequeño escenario al fondo ㅡ Todos los jueves en la noche son para que quienes quieran se presenten: cantan, bailan, ese tipo de cosas.

ㅡ¿Y vienen productores a oír? ㅡpreguntó Paris.

ㅡPues sí, cuando se les antoja. No siempre hay suerte.

Pero a partir de ese momento, todos los clientes eran productores, el escenario era mío y mi nombre ya estaba en la pared. Yo quería actuar.

Tía Oli nos condujo a una mesa en la esquina, de esas que en lugar de sillas tienen sillones. ¿Cuántos famosos se habrían sentado ahí? ¡¿Cómo podía haber gente tan tranquila, sabiendo que probablemente sus traseros estaban en donde estuvo el de alguna celebridad?!

Escuché una versión elegante de lo que en mis clases de inglés de la secundaria habría sido un good morning. Era el mesero.

Y el mesero era hermoso.

ㅡ¡Nick! ㅡsaludó mi tía, y a continuación le dijo algo en inglés, y quién sabe qué le respondió él, pero yo me quedé clavada en sus ojos verde olivo.

¡Ella me acosa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora